Crítica 'Miles Ahead'

Logrado retrato de un genio difícil

miles ahead. Biopic, EEUU, 2015, 100 min. Dirección: Don Cheadle. Guion: Steven Baigelman, Don Cheadle. Fotografía: Roberto Schaefer. Música: Herbie Hancock. Intérpretes: Don Cheadle, Ewan McGregor, Michael Stuhlbarg, Emayatzy Corinealdi. Cine: Avenida.

Hay genios del jazz simpáticos, como Armstrong, elegantes, como Ellington, autodestructivos, como Charlie Parker, antipáticos, como Miles Davis. Es evidente que definir a un genio por su carácter o su talante es groseramente reductivo. Pero también puede ser apropiado precisamente porque son genios y no artesanos de la música, y sus personalidades son parte tan fundamental de su música como ésta lo es de sus vidas.

El productor, actor, guionista y director Don Cheadle -que aquí simultanea todas sus dedicaciones- ha tenido el valor de centrarse en la época más difícil de Davis, cuando tras su largo y atormentado silencio regresa a la música. Cada vez que Davis conquistaba una cima -y fueron muchas las que coronó desde el mítico y fundamental Birth of the Cool editado en 1954 recogiendo grabaciones realizadas desde 1949- se proponía otra; cada vez que creaba un nuevo camino para el jazz, se empeñaba en dejarlo para abrir otro. Y eso lo hacía, no sobre todo evolucionando, sino revolucionando.

Cuando empieza la película Davis parece haber coronado todas las cimas y haber agotado todas sus posibilidades de revolucionar. Ha publicado en 1975 los álbumes Agharta y Pangaea, conciertos grabados en directo, y desde 1969 y 1970, con Bitches Brew y In a Silent Way, ha iniciado su camino electrónico hacia la fusión y el rock, cuyo auge, junto al de las nuevas modalidades de la música negra, está poniendo en aprietos al jazz. Y de pronto, tras el 75, el silencio. Hasta que en 1981 y 1982, con los álbumes The Man With a Horn y We Want Miles, regresa como si renaciera de su atormentado y tortuoso exilio.

Don Cheadle, al escoger el momento más difícil de la vida de Davis, declara desde el principio que no quiere hacer un biopic convencional y, mucho menos, hagiografía que mitifique al músico. Lo que hace, con indudable valor, es inventárselo a partir de datos reales que mezcla con otros inventados, realidades y fantasías o ensoñaciones. A lo que más puede recordar este a la vez muy libre y muy fiel -o muy fiel por muy libre- retrato cinematográfico de Davis es a los pictóricos de Francis Bacon. Cheadle corre muchos riesgos, pero triunfa. Tal vez porque el carácter de Davis exigía una película tan áspera y libre como ésta, mientras que el de Parker exigía la recia ternura con que lo trató Eastwood en Bird (película que prefiero a ésta, seguramente porque prefiero Parker a Davis). Y triunfa como guionista, como director y como intérprete, lo que es tan difícil como hacerlo con una propuesta tan arriesgada. Ha encontrado el tono exacto para recrear a Davis con una extraordinaria interpretación, Ewan McGregor como punching y unas cintas robadas como pretexto (tal vez no necesario) para armar la historia.

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