Crítica de Cine

García sucumbe a la tentación

Se balancea esta película fallida en la estela dejada por otras películas también fallidas: La última tentación de Scorsese y La Pasión de Gibson. La primera trivializaba la poderosa y desgarradora novela de Kazantzakis y la segunda era una mezcla atroz de retórica de telepredicador y cine gore. Rodrigo García, realizador sobre todo televisivo que ha dirigido tres discretos melodramas femeninos (Cosas que diría con solo mirarla, Nueve vidas, Madres e hijas) y un par de trullos (Passengers, Albert Nobbs) es infinitamente inferior al peor Scorsese y carece de la extravagancia majareta de Gibson. Por eso su fantaseo sobre el encuentro entre Jesús y el Diablo -ambos interpretados por Ewan McGregor- en el desierto es muy inferior a ambas (lo que ya es decir), una nada muy bien fotografiada por el gran Emmanuel Lubezki, cómplice de Malick (El nuevo mundo y El árbol de la vida), Cuarón (Gravity) e Iñárritu (Birdman y The Revenant). Pero por desgracia un genio de la dirección fotográfica no puede levantar un producto lastrado por un guión deslavazado (no funcionan las historias paralelas) y tan sobrado de pretensiones como carente del talento que pueda cumplirlas. La realización, irritantemente seudopasoliniana posescorsesiana, intenta crear profundidad juntando la esencialidad de los paisajes desérticos con el rostro (los rostros) de un McGregor que no convence ni como tentado ni como tentador. García ha sucumbido a la tentación de la soberbia creyéndose más de lo que es.

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