Crítica 'La cabeza alta'

Fierecilla domable

La cabeza alta. Drama, Francia, 2015, 120 min. Dirección: Emmanuelle Bercot. Guión: E. Bercot, Marcia Romano. Fotografía: Guillaume Schiffman. Música: Eric Neveux. Intérpretes: Rod Paradot, Catherine Deneuve, Sara Forestier, Benoît Magimel, Aurore Broutin, Ludovic Berthillot, Catherine Salée, Diane Rouxel, Anne Suarez, Martin Loizillon. 

La imagen de una bandera francesa en la puerta de un juzgado cierra esta quinta película de Emmanuelle Bercot (El viaje de Bettie), historia de un adolescente problemático y violento, enfrentado a sus propios fantasmas y al sistema que intenta por todos los medios reinsertarlo en sociedad antes de que sea demasiado tarde.

La cabeza alta, que abrió fuera de concurso la pasada edición del Festival de Cannes, se suma así a ese cine de problemática social que deja ver las trazas de un país multicultural y desequilibrado que, empero, tiene las herramientas necesarias para corregir los casos límite y encauzar a los hijos más descarriados.

Y todo pasa por el realismo, por las interpretaciones en el límite, por la energía corporal del debutante Rod Paradot, a cuyo lado, veteranos y prestigiosos intérpretes del cine galo (Deneuve, jueza, Magimel, educador) ponen el obligado contrapeso para la operación de calidad.

Y todo pasa también por la escritura forzada y la necesidad de moraleja, por la acumulación de situaciones y giros en la vida de este muchacho furioso e indomable, por la tozudez y la repetición como efecto dramático y la apertura de puertas y ventanas como respiradero para un público en el que se busca empatía y comprensión sin cargar las tintas sobre el juicio y los atenuantes.

Así, La cabeza alta es un filme menos duro y veraz de lo que pretende ser, un filme más atado de lo que parece, en ocasiones lastrado por la evidencia de una cierta sublimación del paria: esas músicas clásicas o místicas contrapunteando (¡no más Arvo Pärt, por favor!), el camino desde la violencia a la ternura, la redención por el amor y la paternidad, en definitiva. Servirá, por supuesto, para poner en clase en centros educativos y reformatorios.

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