Spider-man: un nuevo universo | Crítica

El superhéroe abismado

Una imagen de 'Spider-man: un nuevo universo'.

Una imagen de 'Spider-man: un nuevo universo'.

En el año de la muerte de su creador Stan Lee, la franquicia de Spider-man no deja de crecer y multiplicarse, cada vez más volcada hacia su propio universo de referencias, consciente de que sólo a través de la satisfacción de sus millones de fans ésta puede seguir manteniendo y ganando nuevas vidas que la proyecten hacia el futuro sin la sensación de agotamiento o estiramiento meramente comercial.

De la alianza de Marvel y Sony llega ahora esta versión animada de Persichetti, Ramsey y Rothman que traslada y traduce con gran acierto cinético la forma original del cómic de papel y el universo espacio-temporal de las viñetas en una vistosa estética híbrida que aúna lo mejor de la tradición analógica (incluidos los bocadillos o las onomatopeyas) con las filigranas tridimensionales del digital para lanzarse a tumba abierta a una propuesta hipervitaminada, frenética, posmoderna y siempre autoconsciente que, a falta de un único Spider-man verdadero, ofrece hasta cinco (sin contar la bola extra de los créditos finales) repartidos en tantos otros universos paralelos diseñados con no poca astucia al gusto de los incondicionales del original así como de todos aquellos que, a lo largo de los años, las actualizaciones, imitaciones o las parodias, se han ido incorporando a intrahistoria del justiciero y acrobático hombre-araña.

Así, Spider-man, un nuevo universo convoca a tantos superhéroes enmascarados como realidades cuánticas en la lucha incansable contra el Mal, encarnado en el rotundo personaje de Kingpin, y da entrada políticamente correcta y diversificada a los perfiles afro-latinos, nipones, femeninos, animados o de mediana edad fondona de un salvador en constante lucha contra el tiempo, sus pliegues y su implosión en forma de nuevo big bang festivo y celebratorio de un mito, al parecer incombustible, de la cultura pop a través de las décadas.