Obituario

Adiós a Piccoli, la antiestrella del cine francés

  • Fallecido a los 94 años, fue un actor excepcional que trabajó para los más grandes directores, incluidos Buñuel y Berlanga

Michel Piccoli, referente del gran cine europeo.

Michel Piccoli, referente del gran cine europeo.

En el universo de las estrellas del cine francés, de Alain Delon a Jean-Paul Belmondo, Michel Piccoli supo hacerse un hueco, el de un personaje normal, un antagonismo sobre el que desarrolló una enorme carrera centrada en su camaleónica capacidad de encarnar cualquier personaje.

Quizá por ello Francia, que este lunes conoció su muerte seis días después de que se produjera a los 94 años a causa de un accidente cerebral, le consideró un actor excepcional pero le negó los premios más prestigiosos, como los César, que nunca le recompensaron pese a sus cuatro nominaciones.

Nada que perturbara a este actor de oficio, formado en la escuela Simon, que vio su nombre junto a casi todos los grandes directores del cine francés, pero que también trabajó con figuras importantes de otros países, en Italia, cuyo idioma dominaba bien, o España, con Luis García Berlanga, o en la etapa francesa de Luis Buñuel.

Piccoli, más adulado por la crítica que por el público, se preocupó de que su trayectoria incluyera trabajos con jóvenes directores y arriesgó en papeles en los que, por su perfil, no parecían escritos para él, preocupado siempre por no encasillarse.

En paralelo, se alejó siempre del foco mediático, salvo cuando quiso poner su fama al servicio de las causas que apoyó, siempre del lado de la izquierda política, en defensa de los desfavorecidos.

Si en sus inicios coqueteó con roles de galán, pronto se vio dirigido en otras direcciones hacia papeles más comunes, más intelectuales, más reposados.

Nacido en 1925 en una familia artística de París, hijo de un violinista originario de un cantón suizo italófono, a los 18 años comunicó a su familia su vocación por la interpretación, pero la II Guerra Mundial le obligó a refugiarse en la Francia rural, adonde llegó en bicicleta huyendo de la capital amenazada por los nazis.

Aunque debutó en la gran pantalla con 20 años de la mano de Christian-Jaque en Sortileges, sus primeros trabajos fueron sobre las tablas, donde labró su talento interpretativo, combinado con el cine.

Mientras en la gran pantalla trabajó con algunos de los más grandes en 70 años de carrera que dejaron un rastro de más de 200 producciones, en el teatro tampoco se quedó atrás, con colaboraciones con Jacques Audiberti, Jean Vilar, Jean-Marie Serreau, Peter Brook, Luc Bondy o Patrice Chéreau.

Su trayectoria en el cine quedó marcada cuando en 1956 se cruzó en el camino de Buñuel, que le alejó del catolicismo familiar y le convirtió en uno de sus actores favoritos.

En aquel año, sin embargo, le hizo endosarse los hábitos clericales para interpretar al padre Lizardi en La muerte en el jardín, la primera de sus colaboraciones.

Ironía del destino, Piccoli volvió a vestir sotana medio siglo más tarde para interpretar al miedoso pontífice de Nani Moretti en Habemus papam.

Con Buñuel trabajó también en Diario de una camarera (1964), Belle de jour (1967), La vía láctea (1969), El discreto encanto de la burguesía (1972) y El fantasma de la libertad.

Para el gran público, su figura emergió en 1963 gracias a Le mépris, de Jean-Luc Godard, donde interpretó al marido que maltrataba a su esposa, Brigitte Bardot.

Los nombres de la Nouvelle vague se sucedieron en su camino, pero también directores de otros horizontes, de otros orígenes y estilos, muestra de su capacidad de adaptación a todo tipo de roles.

Berlanga contó con este monstruo de la interpretación en Tamaño natural, en 1974, y, un cuarto de siglo más tarde, en la película con la que se despidió de la dirección, París-Tombuctú (1999).

Junto a Marco Ferreri firmó siete películas, entre ellas La gran comilona, donde dejó muestra de su gusto por el riesgo interpretativo y escandalizó al Festival de Cannes de 1973.

Ese certamen, al que siempre estuvo muy ligado, le otorgó el premio a la mejor interpretación en 1980 gracias a Salto nel vuoto, de Marco Bellocchio, le incluyó en su jurado en 2007 y estrenó en 2001 la segunda de las tres películas que dirigió, La plage noire, junto a Alors voilà (1997) y C'est pas tout à fait la vie dont j'avais rêvé (2005).

Fiel también al francés Claude Sautet, que le dio papeles más intimistas, otros grandes del cine como el portugués Manoel de Oliveira o Alfred Hitchcock (en Topaz) contaron con él.

Casado en 1954 con la actriz Éléonore Hirt, de la que se separó, entre 1966 y 1977 tuvo una relación con la cantante Juliette Gréco, antes de casarse de nuevo en 1978 con la también intérprete Ludivine Clerc, a quien seguía unido cuando le sorprendió la muerte.

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