Bienal de Flamenco

Presente y futuro del baile

  • Patricia Guerrero lleva al Central sus 'Latidos del agua' y Rocío Molina vuelve mañana al Teatro de la Maestranza.

Cogía los zapatos, dice, y en vez de meterse en el estudio se iba a cualquier lado a que la gente le "provocara": bailó en cárceles de máxima seguridad, en parques de barrios marginales de grandes ciudades, en casa de sus amigos; muchas veces, el mismo público le sugería la música, y otras, ciertas direcciones aun abstractas -en la cárcel, recuerda, se repetían siempre tres palabras: "libertad, fuga y amor"-, y hasta el vestuario y los complementos (guantes de boxeo, chubasqueros de pescador, botas de agua que le llegaban casi hasta las ingles, ingobernables trajes de novia de los años 30...). "Fueron situaciones extremas, y no digamos incómodas para bailar, a las que tenía que enfrentarme para salir del paso... Hacía falta valentía, vamos", recuerda Rocío Molina, que de todas esas experiencias -un año improvisando, llevándose a sí misma fuera de los límites de su zona de confort, y luego otro más de creación propiamente dicha, ensayando con músicos y bailarines, a veces en intercambios y residencias en Nimes o Barcelona- reunió el material para Bosque Ardora, la obra que presenta mañana a las 20:30 en el Teatro de la Maestranza tras su estreno absoluto el pasado día 19 en Lyon, cuya Bienal de Danza, aparte del Mercat de les Flors, el Festival de Marsella o el Teatro de Nimes, coproduce junto con la Bienal de Flamenco este espectáculo de sello "muy contemporáneo".

"Durante estos dos últimos años he vivido un recorrido muy enriquecedor, he ganado una madurez como persona que también creo que se verá en mi danza", dice Molina, que tras sus inicios como niña prodigio del baile flamenco se fue interesando cada vez más por los lenguajes más modernos y en ocasiones radicales de la danza. A partir de estos ha vuelto a crear este Bosque Ardora, aunque durante sus sesiones de improvisación, dice, lo que hacía que se le "moviera el cuerpo" eran cosas de Camarón, Chocolate y Paco de Lucía, de la Niña de los Peines, Enrique Morente y Niño Ricardo... Esas son las raíces flamencas de un espectáculo muy inspirado también en el teatro kabuki, según cuenta, y que gira en torno a una idea, la de "la mujer fuerte", que floreció en el curso de esas sesiones de improvisación en las que llegó a vivir "situaciones muy heavies, que intimidaban, que te dejaban tocada", especialmente cuando tuvo que bailar en el gimnasio de una prisión lleno de asesinos, terroristas y violadores; y que estéticamente ha adquirido, en colaboración con Mateo Feijóo, el director artístico, la forma de un bosque en la que se confunden la realidad y los pasajes más "fantasiosos u oníricos", así como "la guerra y el juego, la seducción y el engaño". Cómplices habituales como Rosario La Tremendita, que ha creado ex profeso algunos cantes para el espectáculo y asume con la bailaora la codirección musical del mismo, o el guitarrista Eduardo Trassierra, autor de la música, respaldarán a Molina en una de las citas con el baile señaladas de esta Bienal. Y ella, que sabe dónde va a bailar, dice que no tiene miedo a "confrontar opiniones"...

Antes de este regreso a la Bienal, se producirá otro también muy esperado. Será esta noche a las 23:00 en el Teatro Central y lo protagonizará la granadina Patricia Guerrero, hasta hace poco primera bailarina solista del Ballet Flamenco de Andalucía y ganadora en 2012 del Giraldillo a la artista revelación por su arrebatadora colaboración en Las idas y las vueltas que ofrecieron Arcángel y la Accademia del Piacere en el Real Alcázar. "Éste era el momento, antes quizás no, pero ahora sí, ahora me siento capacitada y sobre todo con muchas ganas, pero sin pensar en un segundo Giraldillo. Para mí el primero fue ya un regalo, y ahora sólo pienso en quedar satisfecha con mi trabajo", dice la jovencísima bailaora sobre su primera comparecencia con espectáculo propio en esta cita en la que ahora presenta unos Latidos del agua algo diferentes -tras una "revisión escénica" a cargo del dramaturgo Juan Dolores Caballero El Chino- a los que se vieron hace casi un año en su estreno en el Teatro Alhambra de su ciudad natal.

"La obra tiene tres ejes: la música de Ángel Barrios, el agua y una historia de amor que se va contando en el espectáculo", explica Guerrero, que encontró en la obra de Barrios, compositor y guitarrista clásico también granadino, "muchísimos vínculos" con su propia vida, aparte de "una música que parece totalmente hecha para el baile". Para interpretar sus piezas -la Danza árabe o el Canto de mi tierra- participará en el montaje el Trío Albéniz, pero no será la única colaboración porque Dani de Morón, que con tanto éxito pasó por el mismo teatro de la Cartuja el pasado día 16, también actuará en este espectáculo "con todo el sabor" de la tierra que vio nacer a esta "albaicinera" que ejerce ya de realidad mucho más que de promesa.

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