Bienal de Flamenco 2018

La revolución femenina de Rocío Molina

  • La bailaora malagueña reflexiona sobre su propia maternidad junto a la voz de Sílvia Pérez Cruz en 'Grito pelao', propuesta que ofrece el Maestranza este martes y miércoles

Sílvia Pérez Cruz acaricia la tripa de Rocío Molina, en su séptimo mes de gestación.

Sílvia Pérez Cruz acaricia la tripa de Rocío Molina, en su séptimo mes de gestación. / Antonio Pizarro

La hemos visto crecer Bienal tras Bienal, dejar constancia de que es el zapateado más poderoso del baile femenino actual, probablemente la bailaora más libre o, al menos, la más desprejuiciada. Y ahora, tras el torrencial y electrizante Caída del cielo, todo un alarde de técnica e inteligencia escénica que dejaba al auditorio completamente entregado a un baile que reinventaba los códigos de la feminidad, la malagueña Rocío Molina regresa embarazada de siete meses para presentar en Sevilla Grito pelao, una reflexión sobre la maternidad que es también una particular aventura creativa junto a la cantante catalana Sílvia Pérez Cruz y su madre, Lola Cruz.

Coproducción de la Bienal, que tuvo su estreno absoluto en el Festival de Aviñón -donde la vieron el director Antonio Zoido y el delegado de Cultura Antonio Muñoz-, se representa este martes y el miércoles a las 20:30 en el Teatro de la Maestranza con casi todo el papel vendido.

Durante la presentación del espectáculo en el restaurante Río Grande, Rocío Molina ha recalcado lo complejo que fue, tras sus coreografías de extrema dificultad para Caída del cielo, aprender a parar el cuerpo. "Ha sido maravilloso pero también contradictorio, un proceso de aprendizaje, de escucha y de paciencia. Obviamente al no poder saltar tanto el ritmo es más pausado. Es una obra contemplativa, de ritmo difícil, donde tuve que hallar la belleza y la fuerza en otro punto".

Molina, sin embargo, no ha rebajado las exigencias ni la duración de la propuesta, que supera las dos horas, donde la veremos bailar sentada en alguna ocasión como sucediera en la aplaudida improvisación de cuatro horas que presentó en la pasada Bienal. Como entonces, no faltarán esas dosis de humor que hacen que las grandes cuestiones filosóficas y las reflexiones sobre identidad y género disten de ser panfletos para alumbrar verdades. "Hablamos de los miedos, de cómo cambia la relación con el cuerpo y con la propia madre, pero todo está contado con naturalidad y alegría", recalcó la Premio Nacional de Danza.

La génesis de Grito pelao es también la trama que guía sus pasos: el deseo de la bailaora de quedarse embarazada y el sinuoso camino hasta ser madre. Lola Cruz ha recordado que ella, que había formado parte en Bélgica de los alumnos de Béjart conocidos como petits rats (ratitas), que participaban en sus producciones de ópera y ballet, le ponía durante el embarazo a su hija vinilos de Vivaldi en un viejo tocadiscos. "Les daba la vuelta una y otra vez, siempre Vivaldi. Pero no sirvió de nada porque salió así de flamenca", evocó con cariño esta mujer que dejó de bailar al regresar a España, "como tantos emigrantes", y ahora cumple un sueño aplazado.

Para Sílvia Pérez Cruz, lo más singular de este proyecto con Molina, "un regalo que nos damos como mujeres (madres, abuelas...)", y en el que ella se reserva un papel de matrona y confidente, que a veces evoca al ángel de la Anunciación, ha sido la creación a partir de materiales completamente nuevos. "Buscamos un sonido propio y un baile distinto, que se adaptara a las necesidades del cuerpo de Rocío y de la niña que crece en ella función tras función. Y ese sonido, esa masa madre, nos ha resultado muy gratificante", recuerda la excantante de las Migas que, como Molina, también fue madre soltera (hace una década) de otra hija.

La bailaora no descompone el gesto al hablar de su maternidad porque esas palabras que en algunos sectores aún son un tabú están incluidas en la masa madre de Grito pelao y, desde luego, en su dramaturgia, donde vuelve a rodearse de su fiel Carlos Marquerie, con el que ha alumbrado tantos proyectos (incluido Bosque Ardora, del que aquí hay alguna pincelada). Estamos ante la historia de una mujer y artista lesbiana que ha recurrido a la fecundación in vitro para ser madre, como se cuenta no sólo a través del baile sino también de copiosos diálogos. De los temores, soledades y silencios de esa decisión nace una obra que reserva también un gran espacio para la gratitud, la alegría, la generosidad y, en suma, para la exaltación del poder femenino de concebir. "Te sientes como una diosa", ha afirmado.

El director de la Bienal, el escritor Antonio Zoido, aportó claves literarias donde insertar este Grito pelao que para él tiene mucho de drama lorquiano. "Genera sentimientos universales. Diría que es una cosmogénesis donde nace una mesías en vez de un mesías; una obra donde Rocío Molina plantea una gran revolución femenina".

Junto al baile de Molina, la voz de Sílvia Pérez Cruz y la danza de Lola Cruz, la obra cuenta con la guitarra de Eduardo Trassierra -que garantiza el maridaje flamenco con varias composiciones propias-, el violín de Carlos Montfort, el compás de José Manuel Ramos Oruco y el sonido electrónico de Carlos Gárate. Marquerie, además de apoyar la dirección artística, la dramaturgia y el diseño de iluminación, aporta la concepción del espacio escénico junto a Antonio Serrano y David Benito.

Coproducido por el Festival D’Avignon, el Théâtre National de la Danse de París, el Festival de Barcelona, el Théâtre de Nîmes y el Chaillot de París, del que Rocío Molina es artista asociada, este Grito pelao pudo verse este verano en Málaga, dentro del Festival Terral. Más de un mes después, el espectáculo es forzosamente algo distinto, "ha evolucionado y cogido mucha fuerza", dice la coreógrafa, que debe imponerle a su cuerpo mayores restricciones en aras de esa cuarta protagonista "a la que aún no se ve pero que, en cuanto escucha la guitarra, se activa". Molina espera poder seguir bailando hasta que ella, Juana, la invisible, se asome a este mundo.

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