Crítica 'Grupo 7'

Sin respiro / sin respiración

Grupo 7. Thriller, España, 2012, 102 min. Dirección: Alberto Rodríguez. Guión: A. Rodríguez, Rafael Cobos. Fotografía: Álex Catalán. Música: Julio de la Rosa. Intérpretes: Mario Casas, Antonio de la Torre, Inma Cuesta, José Manuel Poga, Diana Lázaro, Julián Villagrán, Estefanía de los Santos, Joaquín Núñez.

A la vista de la agitación en las redes sociales, la Semana Santa de 2012 se ha convertido también en una semana de pasión para el cine español. El estreno consecutivo de Extraterrestre, [REC]3 y Grupo 7 ha venido acompañado de una importante campaña de promoción viral que, entre otros argumentos, apelaba a la necesidad de acudir a las salas como condición indispensable para "salvar" las cifras del cine español con sus apuestas (de género) más incuestionablemente comerciales, si acaso el único modelo posible para la supervivencia del status quo de una industria a la que los penúltimos recortes no auguran un futuro demasiado prometedor.

Lanzado el órdago a los espectadores más jóvenes, ahí está Mario Casas como principal reclamo, Grupo 7 llega desde el Sur, sin complejos, para reivindicar el cine policiaco y criminal español en la estela de otras interesantes propuestas recientes como Celda 211 o No habrá paz para los malvados.

Alberto Rodríguez vuelve a situarse en una geografía urbana que conoce bien, la Sevilla de finales de los ochenta y primeros noventa en los preámbulos de la Expo 92, para hurgar en las hemerotecas y convertir en (anti)héroes de ficción a los miembros de aquel controvertido grupo de la policía local que se hizo famoso por sus métodos poco ortodoxos a la hora de limpiar las calles del centro de yonquis y traficantes de droga.

Sobre esta premisa "basada en hechos reales", Grupo 7 adopta pronto el molde, la estructura y la tipología más reconocibles del género, a saber, organizando su grupo humano sobre ciertos estereotipos que funcionan mejor cuanto más repartidos, complementarios y delimitados estén los opuestos: el duro y el blando, el simpático y el serio, el introvertido y el que siempre tiene la gracia a punto...

De la misma forma, el guión de Cobos y Rodríguez, cómplices también en 7 Vírgenes y After, aprieta bien las tuercas de una trama que sabe extraer del lumpen y los bajos fondos la materia prima para un creíble paisaje marginal y para el perfecto encadenamiento de escenas y relaciones en las que todos acaban por tener sus razones para actuar como actúan, poniendo siempre la psicología al descubierto a través de los inevitables diálogos y los subrayados. Tanto que hasta los personajes femeninos (prototipos de la esposa, la puta y la amante), de largo lo menos sólido del filme, cumplen su precisa función decorativo-dramática para señalar las fisuras o debilidades de los policías, auténticos protagonistas de un filme de hombres que en ocasiones da la sensación de estar demasiado encorsetado por la escritura, algo falto de oxígeno con el que respirar más allá del papel y la dramaturgia.

Sin embargo, esa sensación de ahogo no parece ser tal gracias al enérgico y potente trabajo de realización de Rodríguez, que desplaza las debilidades a un segundo plano cuando la cámara en movimiento, la puesta en escena (deudora en todo caso de tics reconocibles: de Scorsese a Ciudad de Dios), el montaje y una potente y percusiva banda sonora arrastran a la película hacia un vértigo cinético en el que se cifra buena parte de su atractivo y, a buen seguro, de su éxito.

Y es que Grupo 7 resulta a un tiempo una buena película de acción sin respiro y una endeble película dramática sin respiración. A saber, una cinta de brillante superficie formal que sin embargo esconde carencias en su retrato de personajes y situaciones en un espacio y una época que, a la postre, podrían haber sido otros cualesquiera. Así, no podremos compartir el discurso histórico, el de la crítica institucional o las explicaciones sociológicas que quieran esgrimirse entre sus logros.

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