Andalucía votó ayer un año antes de que se agotase el mandato de los parlamentarios. Susana Díaz se la jugó y acertó: con el adelanto electoral logra un éxito indudable. Da igual que tenga el menor porcentaje de voto que jamás hayan obtenido los socialistas en las autonómicas andaluzas desde 1982: mantiene la representación parlamentaria que tenía desde 2011 y lo hace ahora como primer partido de Andalucía y fragmentando el resto de la Cámara a costa de los otros dos partidos con representación. PP e IU se descalabran y ceden todos los escaños que ganan las fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos.

Es éste el resultado de un preciso cálculo político y que justifica, en términos partidarios, la cuestionada decisión de Díaz de adelantar las elecciones. Para el PSOE de Andalucía, el liderazgo de Susana Díaz le garantiza una amplia mayoría que le permitirá gobernar otra legislatura más. Y van diez consecutivas de autogobierno con presidente socialista.

Susana Díaz consigue la asignatura pendiente que tanto se le achacaba: la legitimación que sólo dan las urnas. Y el triunfo ha sido diáfano, haciendo valer todos los beneficios de un sistema electoral que prima la representación a la candidatura más votada. Una constante en siete de las ocho provincias. Y en la excepción, que es Almería, tuteando al PP en su gran feudo.

En términos taurinos, Susana Díaz se ha sabido colocar mejor ante la embestida de los nuevos partidos, que crecen por el cabreo contra un bipartidismo enfermo de corrupción, situando el engaño para que quien se lleve la cornada sea un PP perdido después de no lograr la mayoría suficiente para gobernar en 2011.

Por eso este 22-M es el triunfo de un liderazgo: el de Susana Díaz. Mucho más que del PSOE. La propia campaña ha sido un constante encumbramiento de la imagen de la presidenta muy por encima de las siglas.

La gran pregunta es ésa. Si el PSOE, de cara a los próximos compromisos electorales de mayo y otoño, tiene la misma suerte sin Díaz en el cartel electoral. Un interrogante que se encadena con otros: ¿cuál es el futuro de Susana Díaz? ¿La reclamará el socialismo para competir contra Mariano Rajoy? ¿Son estas autonómicas un trampolín a Madrid?

Y es ahí donde las urnas ofrecen un envés relevante: al mismo tiempo que Díaz consigue este aldabonazo a su figura política, el resultado electoral obliga a una complicada gestión parlamentaria. Por varios motivos que dificultan el salto a Madrid, aunque no lo imposibiliten.

La primera tarea de Díaz es lograr la investidura. Necesita mayoría absoluta en la primera votación. O mayoría simple en las siguientes. La abstención o el respaldo de IU es insuficiente para tener más síes que noes. Eso obliga a que alguno de los tres partidos restantes faciliten el acceso al Gobierno. Y tras esa decisión está la sombra que se proyecte en la política nacional. Ni Podemos ni Ciudadanos estarán muy interesados en descubrir sus prefrencias en las alianzas. El PP tiene que medir qué le conviene más, facilitarlo u oponerse.

Salvado el escollo de la investidura, gobernar en minoría no será precisamente fácil al menos hasta diciembre, una vez que se celebren las elecciones a Cortes Generales, aunque juega a su favor que exprimió a IU como socio para tener presupuesto este año.

Todo ese contexto complica mucho que Díaz pueda ceder su hiperliderazgo del PSOE andaluz a un relevo que no está ni esbozado. Aunque esa puerta no se cierra definitivamente.

Las elecciones de mayo serán claves para saber si el PSOE tiene tiró más allá de Susana en este nuevo escenario. O si la aclama para que les guíe desde Madrid.

Lo que logró anoche Díaz es ser la dueña de su destino. Con una victoria que sólo ella puede esgrimir, nadie más del PSOE y mucho menos Pedro Sánchez, al que escondió todo lo que pudo. Y será ella la que decida su futuro. Un salto a Madrid que hoy no parece inmediato. Pero que seguirá sobrevolando la política andaluza y nacional.