Cinco Llagas

El fantasma del Holandés Errante

Susana Díaz, en la sesión de control del Parlamento andaluz.

Susana Díaz, en la sesión de control del Parlamento andaluz. / EFE

Susana Díaz interpretó este jueves su papel favorito desde que perdió el poder el 2 de diciembre: se agarró a Vox como un náufrago se aferra a los restos de la cuaderna de un buque en medio de la tempestad. Una vez más perdió su intercambio dialéctico con Juanma Moreno por su empeño en hablar de Vox-Vox-Vox, como le dijo el presidente utilizando la cadencia del anuncio del bolígrafo Bic-Bic-Bic. El buque siniestrado pudo ser el Holandés Errante, porque el fantasma de Francisco Serrano se materializó -a pesar de su baja- en la capilla de Las Cinco Llagas durante la sesión de control al presidente de la Junta. Nadie pronunció el nombre del desaparecido diputado, pero en dos ocasiones se aludió a él en extenso: primero en la intervención del portavoz de Vox que se puso la venda antes de la herida y después, cómo no, en el turno del PSOE en boca de la principal difusora de las gestas imperiales. Para ponerle altavoz a su asombro.

Díaz no desaprovecha ocasión alguna para darle aire al ultranacionalismo patrio, persuadida de que si consigue identificar al PP con Vox los socialistas pueden recuperar el poder en Andalucía dentro de tres años y medio. Así que repitió buena parte de las disparatadas declaraciones de Serrano tras el endurecimiento de las penas a los cinco violadores de la Manada. Y a continuación hizo su conclusión predilecta: resaltar que Moreno le debe la presidencia a los votos de esa extrema derecha. En el ataque a su sucesor utilizó la munición proporcionada por el innombrable; no se olvidó de las turbas feministas, ni de la prostitución como método más seguro de relación entre hombres y mujeres… Todo seguido de su estribillo preferido: "su gobierno depende de esa fuerza política". Y la pregunta subsiguiente, ¿cuál es el coste en términos de derechos y libertades de los andaluces?

Parecería duro, pero este presidente Rajoy bis, con humor malagueño y retranca gallega, sortea mucho mejor los alocados ataques frontales que los hábiles abordajes laterales. Así que de salida le dio una larga cambiada a la arremetida de su antecesora. "Sigue atrancada en el 2 de diciembre, hablando de Vox en vez de los problemas de los andaluces. Yo no soy de Vox, no he votado a Vox. Y su partido ha conseguido la alcaldía de Torremolinos con el voto de un concejal tránsfuga de Vox [dijo uno, pero en realidad es una], lo que demuestra que no les hacen asco". Le pidió mesura a su adversaria y le subrayó que a pesar de sus discrepancias políticas coinciden en un 98% en su posición contra la violencia de género, pero que les diferencia que él no está dispuesto a utilizar el sufrimiento de las mujeres para rascar un puñado de votos.

En este punto la ex presidenta abrió el abanico de agravios. Pidió respeto para el partido que ganó las elecciones andaluzas, el suyo, con lo que casi volvió a interpretar otra de sus insinuaciones favoritas, la de la okupación del trono de San Telmo; acusó al presunto usurpador de blanquear las políticas de la extrema derecha a cambio de un sillón, de su sillón. En concreto le reprochó la utilización del término violencia intrafamiliar. E hizo varias letanías más. Una contra el consejero de Salud, que es una mina para la buena polemista como la trianera. Criticó, con razón, que confunda un aborto con un chupetón. A continuación le dio de tacón al presidente con la inestabilidad de su gobierno. Y, como remate, utilizó un discurso de septiembre de 2016 de Moreno, para solicitar entonces a los socialistas que se abstuviesen y dejaran gobernar a Rajoy, para pedir ella ahora lo mismo al PP en favor de Sánchez. Le dejó Susana la carambola a Juanma como dicen que se las ponían a Fernando VII, y el presidente remató la jugada ganadora. En realidad se había traído escrita de casa la contrarréplica; le recordó a su oponente el debate en las primarias del PSOE en el que Díaz le dijo a Pdro Snchz que ni ZP ni González creían en él. "Quién la ha visto y quién la ve; ahora le busca apoyos a Sánchez".

Acto seguido Moreno se defendió de la supuesta inestabilidad de su gobierno, que ya tiene pactado el presupuesto de 2019 y 2020. También sobre la violencia de género, porque ella no gastó el 75% del presupuesto de ayuda a las víctimas. Y con el término violencia intrafamiliar, para combatir la violencia contra los mayores, sin demagogia.

Hubo un argumento, sin embargo, en el que deslució su discurso presidencial: cuando habló como jefe regional del PP y utilizó las consignas del día de su partido. Dijo que quien blanquea es el PSOE llevando a la televisión de todos los españoles a Otegi, a quien calificó de filoetarra y a Bildu como "el partido terrorista". El presidente no debería en estos debates institucionales comportarse como un mitinero del PP. En ese punto, coincidió con Vox.

Alejandro Hernández se puso la cataplasma nada más empezar el debate a sabiendas de que le venía un dolor de cabeza por la conducta de Serrano. Por poco se equivoca, porque ni Adelante Andalucía, ni Ciudadanos, ni PP aludieron al deprimido juez ausente. En todo caso Hernández aplicó el criterio de que no hay mejor defensa que un buen ataque y en el más puro estilo populista comparó los despropósitos de su colega de partido con otros ajenos, para que saliera más guapo. Un par de ejemplos: Comparó las declaraciones "más o menos afortunadas" de su correligionario con las de un criminal [Otegui] convicto y confeso en la televisión pública. E hizo un paralelismo entre hablar de prostitución o utilizar tarjetas de la Junta para pagar los servicios de prostitutas. Efectivo, aunque estas cosas de defensa y ataque le quedan mejor a Jack Sparrow en el cine.

En su primer pleno ausente, el presidente evitó que Antonio Maíllo le hiciese compañía a Francisco Serrano y a Héctor Barbossa como fantasmas de la sala. Lo mencionó por su nombre para agradecerle su talento, altura, solvencia intelectual, coherencia... La portavoz de Adelante, Ángela Aguilera, agradeció el detalle con cierta frialdad. La dimisión de Maíllo es una gran pérdida. El mejor orador de la Cámara aún lleva un ascua de oro en la mano.

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