Andalucía

La resaca siempre es otro temporal

  • La prioridad en las costas de Cádiz y Huelva no debería ser ni la Semana Santa ni el verano, sino la restauración integral de la línea, la eliminación de construcciones y el retranqueo de paseos

Los entonces presidentes Zapatero y Griñán también visitaron Matalascañas despúes de los temporales de 2009

Los entonces presidentes Zapatero y Griñán también visitaron Matalascañas despúes de los temporales de 2009 / Antonio Pizarro

La única novedad que han aportado los temporales de marzo ha sido su nominación; ahora, los meteorólogos bautizan las grandes borrascas atlánticas al modo de los huracanes con nombres que comienzan por la A, pero lo sucedido con Emma -la quinta de esta temporada- no es nada nuevo. La costa andaluza, y en especial las de Cádiz y Huelva, sufrieron grandes destrozos en 1997 por una borrasca que aún fue mayor que la Emma; después llegó otra en 2009, que tuvo sus pequeñas resacas en 2010. En realidad, la costa atlántica andaluza recibe uno o dos temporales al año. Ni es la primera vez ni la última que los arenales de Cádiz se llenan de piedras y de residuos. En 1993, debido a unas fuertes lluvias, la playa urbana de Cádiz y Cortadura recibió los restos de una enorme riada que procedía del Guadalquivir. La sorpresa fue mayúscula, porque no sólo aparecieron cañas y troncos: el cadáver de un elefante se encontró en la playa de Cortadura. Era la atracción animal de un circo plantado en Sanlúcar.

La reacción de los políticos sí ha sido parecida, por no tacharla de mimética. La visita de Susana Díaz y de Mariano Rajoy a las playas de Huelva al inicio de esta semana no es inédita. José Antonio Griñán y José Luis Rodríguez Zapatero actuaron del mismo modo en marzo del año 2010: visita conjunta, inspección de daños, fotos y encargo de obras. Y, hasta como ahora, también se creó un grupo de trabajo entre las dos administraciones, la central y la Junta. Y se actuó, es cierto que se actuó, pero, como en esta ocasión, lo que no se hizo es explicar a los vecinos y comerciantes de estas franjas litorales cuál es la situación: muchas playas sufren una regresión severa, que irá a peor a causa del cambio climático; algunos paseos marítimos y construcciones se sitúan dentro de zonas inundables por grandes mareas y desde 2013, en virtud de una reforma de la ley de Costas de Miguel Arias, se ha dado pase franco a la consolidación estacional de chiringuitos temporales en los mismos arenales. Es decir, que ambas visitas concluyeron con un mismo objetivo: que todo este listo en Semana Santa y, si no es posible, en verano, pero entre todos nos ponemos una venda, echamos un poco de arena más a la playa y hasta la próxima.

El Centro de Estudios de Puertos y Costas del Ministerio de Fomento realizó un completo informe técnico en 2013 sobre la costa onubense. La conclusión es que está necesitada de una actuación integral, que debe abarcar desde el Guadiana hasta las playas de Doñana. El problema de esta costa comenzó con la construcción del espigón en la desembocadura del Guadiana en la costa de Portugal y prosiguió con otros diques hasta que se levantó el del puerto de Huelva, el Juan Carlos I, que llega prácticamente hasta Mazagón. La dinámica natural de la costa está averiada por este motivo, y eso hace que los temporales se ceben de modo especial en las playas de la Antilla y en Matalascañas. En la Antilla hay una serie de construcciones colocadas dentro de la zona de las grandes mareas -las casas que hemos visto inundadas estos días- y chiringuitos a los que se le deja permanecer todo el año. Bueno, es una decisión política que no debería implicar compensaciones por parte de los tributos del general de los vecinos. En Matalascañas el problema se agrava: no sólo pierde arena, sino que el paseo marítimo debería estar retranqueado y si no lo está es porque hay construcciones detrás que se levantaron sobre un cordón dunar estable, de ahí esas calles en cuesta.

En 2003, el Gobierno de Aznar regeneró la playa con aportes extraordinarios de arena y, recientemente, se ha echado más sólido en el acantilado entre Matalascaña y Mazagón, acantilado que en las zonas cercanas a la urbanización más oriental sufre la proliferación de construcciones inestables, sin otra salida para los vertidos que la propia playa. El citado informe de Fomento explica que la playa de Matalascaña pierde un metro cada año, por lo que harían falta 30.000 metros cúbicos de arena anuales, aunque posiblemente se perderían si no se actuase en todo el tramo, no sólo el urbano. Serían 378.000 metros cúbicos de arena anuales. Por eso, se explica que debe acometerse una actuación integral y, en cualquier caso, realizar un replanteamiento sobre la urbanización costera de la llamada playa de Sevilla.

En el caso de Cádiz, el problema ha sido otro. La ciudad ha convivido con los temporales. Los bloques que abrigan las murallas del Campo del Sur no son una obra adquirida en Arco, sino una estrategia de protección de la ciudad. Hasta hace cinco años, los chiringuitos se levantaban en octubre, pero una reforma de la Ley de Costas, la de 2013 y la voluntad municipal permitió que algunos chiringuiteros desafiasen al Atlántico. Ya sabemos cuál es el resultado. En una playa cercana, Cortadura, se nos ofrece el contrarrelieve del resultado de la actuación humana: un cordón de dunas estabiliza la dinámica de la arena. El cordón provee de arena a la playa tras los temporales y crece durante el buen tiempo. Según Fomento, la playa gaditana más expuesta a la erosión es la de Camposoto, porque carece de protección en el fondo marino.

Otro asunto bien diferente es el de los acantilados de Roche y de Conil, bloques de arenisca en clara regresión que, de vez en cuando, pero sobre todo en invierno, descargan sus depósitos sobre los arenales. Ahí el problema surge porque se han construido chalés y alguna urbanización en el filo de unos acantilados que van hacia atrás. El conjunto de los cercanos a la Fuente del Gallo y la Cala del Aceite son los que corren mayor peligro.

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