Muerte de Julen

Heridas que tardarán en cicatrizar

  • El equipo de rescate trata de recomponerse del duro golpe tras 300 horas de intenso trabajo

  • “Pueden sufrir estrés postraumático y se les ofrece terapia”, dice el coordinador de los bomberos

Mineros y miembros de Protección Civil,en la zona del rescate

Mineros y miembros de Protección Civil,en la zona del rescate / Javier Albiñana

Un crespón negro cubre su foto de perfil en Whatsapp. No solo la familia de Julen está de luto. Julián, bombero con tres décadas de experiencia, y todos los que han participado en el rescate tratan ahora de recuperarse del mazazo que les ha supuesto encontrar al niño sin vida tras una lucha titánica contra la montaña de más de 12 días. Tiene la satisfacción “de habérselo podido devolver” a su familia. Jefe del Consorcio Provincial de Bomberos (CPB) de Málaga, es él quien ha coordinado a los cerca de 200 efectivos que por turnos, aunque sin apenas descanso, han colaborado con el resto del operativo para sacar al menor. Ahora les toca recomponerse, volver a la rutina, esa que el pasado día 13 se vio alterada por una llamada al 112 que avisaba de que un niño de 2 años se había precipitado por un agujero pequeño.

Desde entonces han sido 300 horas de intenso trabajo, de complicaciones por la dureza del terreno, de cansancio acumulado, pero también de ilusión por auxiliar a Julen con vida. “Ante una situación tan dramática como la vivida, hay compañeros a los que les puede costar trabajo recuperar la dinámica de normalidad. Los participantes de un rescate así pueden sufrir estrés postraumático y siempre es recomendable que los servicios de emergencia actúen. A posteriori, ofrecen terapias para evitar que queden secuelas”, reconoce Julián Moreno.

Una dotación del parque de bomberos de Rincón de la Victoria fue la primera en llegar al lugar de la fatídica caída junto a la Guardia Civil. Ante las condiciones que presentaba el pozo optaron por descender un teléfono móvil con linterna “para ver en qué situación se encontraba” el niño. Fue entonces cuando se pidió la colaboración de una empresa de desatoros para hacer uso de de un robot diseñado para acceder a conductos muy estrechos. “Cuando llegaron ya vimos la magnitud del siniestro y la profundidad”, explica.

Destaca la “situación tan dramática” y reconoce que costará recuperar la normalidad

Los bomberos se volcaron con el llamamiento que hubo que hacer para solicitar refuerzos. “Colapsaron la centralita de emergencias del Consorcio Provincial de Bomberos. Nuestros compañeros querían participar en este rescate para ayudar lo más rápido posible. Han rotado casi 200 efectivos y unos 30 del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga”, cuenta orgulloso el responsable. Y con la presión latente de saber que habían prometido a los padres de Julen que “traerían de vuelta a su hijo”.

El primer escollo al que el dispositivo se enfrentó fue un tapón de material sólido a los 71 metros de la prospección. “La primera fase era la localización y después el rescate, pero no veíamos a Julen. El material que había era tierra, muy similar al del interior del pozo”, recuerda. La alternativa pasaba por acometer la construcción de una plataforma para habilitar un túnel paralelo con el fin de acceder a donde se cree que está el menor.

A partir de ese momento comenzaron a contemplarse distintas opciones para extraer la tierra. “Se diseñaron artilugios, varias piezas. Fue una tormenta de ideas entre bomberos y guardias civiles para encontrar a Julen. Se trataba de aspirar el material, pero estaba apelmazado y no había forma de extraerlo”, señala el jefe del Consorcio, que recuerda aquella actuación como “una lucha titánica contra los elementos” porque el tiempo, precisa, “jugaba en contra nuestra”. Hasta los terrenos desplazaron un camión de aspiración, “que era de los más potentes que existe en España”, pero el proceso resultaba “muy lento y llegó un momento en que no se podía aspirar”. La maquinaria terminó fallando.

“Se diseñaron artilugios. Hubo una tormenta de ideas entre bomberos y guardias civiles”, cuenta

La estrategia era entonces la perforación de una galería vertical paralela al pozo en el que se creía que estaba el niño con la intención de que ocho efectivos pertenecientes a Salvamento Minero llegados desde Asturias. Nuevos problemas técnicos ralentizaban las tareas de rescate. Hubo que introducir un encamisado de 42 metros para proteger el túnel. “Diseñar un pozo secundario, vertical, desde donde se pudiera hacer la galería era la opción más viable. Primero diseñamos la cápsula en la que bajar a los mineros. Ellos querían entrar lo antes posible. Hablábamos para coordinar las medidas de seguridad o mejoras que necesitasen”, relata Julián Moreno.

El paso siguiente era colocar un relleno de 12 metros suplementarios para elevar la plataforma y proporcionar seguridad al equipo. Otra de las dificultades en el entubado estribaba en encajar la ventana desde la que los especialistas mineros comenzarían a cavar unos cuatro metros en horizontal, a 72 de profundidad, para llegar hasta la prospección en la que se precipitó el menor.

Tras 11 días de tensa espera, llegaba el momento del descenso de los mineros, que tuvo lugar el jueves pasadas las 5 y media de la tarde. “Bajaron tranquilos, porque sabían que estábamos allí junto con la guardias civiles para garantizar su seguridad”, narra el bombero. Fueron necesarias hasta cuatro microvoladuras para abrir paso a la brigada. El helicóptero de la Guardia Civil voló hasta Sevilla para traer a los equipos reservas de material explosivo. En 32 horas excavaron la galería prevista para acceder hasta Julen. A la 1:25 de la madrugada del sábado, la pesadilla que estaban viviendo se tornó en tragedia. El cuerpo del pequeño había sido encontrado entre dos tapones de tierra a 71 metros. El silencio bañó el ambiente. “Hubo lágrimas contenidas, abrazos en silencio. Poco a poco saldrán todas esas emociones. Estamos muy tristes por el desenlace final. Soy padre y Julen era como nuestro hijo”, destaca el coordinador de los bomberos.

La autopsia que un equipo de cinco forenses practicaron al cadáver del menor en el Instituto de Medicina Legal de Málaga reveló que murió el mismo día, apenas una hora después, de que se produjera la caída. Un traumatismo craneoencefálico pudo ser la causa del óbito. Ahora la investigación judicial permitirá determinar cuál es la procedencia del material que le provocó ese traumatismo. El tapón de material sólido con el que los equipos se toparon a 71 metros del interior del pozo es el principal enigma aún por resolver de un caso sin precedentes en España. Ahora centrará la investigación judicial, que deberá determinar si el menor arrastró material de la prospección al precipitarse por el hueco o si la tierra se depositó con posterioridad.

Toca descansar y hacer balance. “No hay precedentes en el mundo de un rescate de estas características. Ha sido algo inédito, agotador, frustrante”, manifiesta el director técnico, quien reconoce que deben “recuperarse poco a poco mental y físicamente”. Fueron, asegura, “los primeros en llegar y los últimos en irse”.

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