comparativa

La explosión de Beirut y la del 47 tuvieron un "alcance similar"

  • Aunque en Cádiz había una menor cantidad de explosivo, su “capacidad destructora era mayor”, indica José Antonio Aparicio 

  • En ambos casos, la causa de la deflagración fue un almacenamiento incorrecto

Proyección a escala de la onda expansiva de la explosión de Beirut sobre Cádiz.

Proyección a escala de la onda expansiva de la explosión de Beirut sobre Cádiz. / D.C.

Es una asociación inevitable. Entre otras cosas, porque se parte de una misma base: la acumulación de sustancias altamente peligrosas en puertos marítimos dentro de núcleos urbanos. La explosión de más de dos mil toneladas de nitrato de amonio en Beirut (a partir de un incendio en un depósito cercano) hizo resonar en la mente de muchos la referencia de la Explosión del 47 en la capital gaditana:“El origen del accidente tiene la misma causa –comenta José Antonio Aparicio, autor de 1947: Cádiz, la gran explosión–,el uso de puertos urbanos como lugares de almacenamiento de sustancias peligrosas en condiciones de nula seguridad.Cuando, ante todo, un puerto no está concebido como un lugar de almacenaje, sino de paso de materiales”.

Aparicio señala también que, a pesar de la diferencia de carga potencialmente explosiva (200 toneladas de TNT en Cádiz frente a las 2750 de nitrato de amonio en Beirut), el alcance de la explosión es bastante similar. “Hay que tener en cuenta que el tipo de material que explosionó es diferente. El nitrato de amonio es un componente empleado sobre todo para elaborar fertilizante y, aunque es también uno de los elementos claves en la fabricación de otro explosivo conocido, el amonal, no es en sí mismo un explosivo; las minas y torpedos que se reventaron en Cádiz “estaban pensados en origen para destruir:para abrir cascos de barcos. Y la potencia destructora del explosivo es mucho mayor con menor cantidad: se ha hecho para que tenga un mayor potencial rompedor”.

Aparicio recuerda otras explosiones, como la de Tarancón, o la de Alcalá de Henares, o la de Peñaranda del Bracamonte en 1939, “que provocó unos 200 muertos y fue precisamente a partir de una carga de amonal que explosionó a partir de un chispazo en las vías del tren”. Todas ellas, reflexiona José Antonio Aparicio, “se producen en los meses de verano, julio, agosto: el calor es un factor muy importante a la hora de hacer que esos embolsamientos de gas reaccionen, o por el calentamiento excesivo de la propia sustancia”.

En Cádiz, comenta al respecto, “ni siquiera estaban seguros del tipo de explosivos que tenían. El algodón pólvora se descompone por temperatura y se convierte en gas, lo mismo que le pasa al nitrato de amonio.... –desarrolla–. Al mismo tiempo, si se añade la presión de un lugar cerrado, genera calor y autoalimenta al propio producto. El gas, al generarse, tiende a expandir el recipiente en el que se encuentre”.

Además de esto, la principal diferencia la da el entorno: en Beirut, la explosión y su desastre han seguido una forma concéntrica; en Cádiz, el rastro de la Explosión del 47 se construye “ irregularmente hacia un lado, formando una especie de abanico”. “Siempre dije que lo peor de la Explosión del 47 fue su epicentro junto a un talud y una muralla”, explica Aparicio. El tope provocó un efecto rebote que proyectó la onda expansiva hacia Astilleros y San Severiano pero que dejó, en comparación, sin apenas daños, la zona de Bahía Blanca. En la explosión de Beirut no existía ese desnivel del terreno, y la explosión fue mucho más circular, “concéntrica respecto al cráter”. De hecho, si proyectamos zonas de influencia según radio sobre la Bahía gaditana, comparando la explosión en el puerto libanés, las áreas de intensidad son parecidas: con la diferencia, eso sí, del muro de contención que en el caso gaditano procuraban el socavón del terreno, el lienzo de la muralla y las Puertas de Tierra. La zona dentro de un radio de kilómetro y medio fue de destrucción absoluta, sin que apenas ningún edificio pudiera quedar en pie:“San Severiano, Tolosa Latour, los Patios de la Milagrosa y la Barriada de la Paz vivieron la deflagración y su efecto rebote –indica José Antonio Aparicio–. En la foto aérea se ve claro que la deflagración se proyecta en esa zona de la ciudad. Los chalés de Varela, sin embargo, al otro del tope, no resultaron tan dañados, hasta el punto de que el chalet que entonces era del cónsul de Chile en Cádiz sigue todavía en pie en la avenida. En el centro de la ciudad, hubo grietas en las paredes en la zona de la plaza de las Flores, y en algunos revestimientos de las paredes, además de la imagen impactante de las puertas de la Catedral combadas, etc”.

De no haber contado con estos distintos muros de contención, la explosión se hubiera expandido hacia todas partes por igual, como en Beirut, y en ese caso se habría comido toda Bahía Blanca, hasta Santa María del Mar”, añade.

El segundo círculo en la proyección de Beirut, que llega a los siete kilómetros, abarca daños de distinta consideración en las estructuras; el tercer círculo, quince kilómetros, desperfectos como rotura de cristales. En la Explosión del 47, “sabemos que la onda expansiva provocó fractura de cristales tanto en El Puerto de Santa María, como en algunos lugares de San Fernando. El efecto lumínico es muchísimo más distante: el fogonazo pudo verse en Huelva. Los testigos que lo vieron directamente dijeron que era como si un meteorito hubiera caído en la ciudad. El ruido de la explosión llegó a escucharse desde Sevilla”. Y el temblor se sintió en Portugal, igual que la explosión de Beirut se registró hasta el Chipre.

Otra de las diferencias entre ambos accidentes, prosigue Aparicio, está en el tipo de heridos. En ambos escenarios, la fuerza de la onda expansiva deja a muchos cuerpos desnudos. Pero “la onda térmica del nitrato es muy potente: en el Líbano estamos viendo muchos casos de quemados; aquí, no había tantos. Las muertes se producían sobre todo por trauma y lesiones de órganos internos”.

Curiosamente, ambas explosiones cuentan con un similar número de víctimas: unos 5000 heridos. En el caso del Líbano, los muertos ascienden ya a 154, mientras que en Cádiz la lista oficial de muertes fue de 152 –aunque se cree que las bajas y afectados fueron bastantes más–.

En ninguno de los dos casos, a pesar del tiempo transcurrido entre ambos, “había ningún plan de emergencia: se tiró de ayuda internacional e improvisación”, apunta José Antonio Aparicio.

El puerto de Cádiz ya no alberga sustancias peligrosas, aunque ahí tenemos –recuerda Aparicio– el “polígono químico del Campo de Gibraltar donde están Cepsa, el gas licuado de Repsol, y otras industrias; Palmones y Acerinox... Lo más cercano a Cádiz es la CLH, la Compañía Logística de Hidrocarburos”. Y “en principio –continúa–, la directiva europea Seveso impone a todos los países miembros de la UE medidas de seguridad en la fabricación y almacenamiento de sustancias peligrosas, así como plan de emergencia exterior ante lo que pueda ocurrir en cualquier momento”.

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