Málaga

Un experimento revela la ansiedad que causa en los jóvenes vivir una semana sin móvil

La profesora Olga Martínez, en una de las aulas del colegio Platero, donde se ha llevado a cabo el experimento.

La profesora Olga Martínez, en una de las aulas del colegio Platero, donde se ha llevado a cabo el experimento. / Javier Albiñana (Málaga)

Incomodidad, ansiedad, inseguridad e incluso dependencia. Esas son las sensaciones que han experimentado un grupo de jóvenes al permanecer desconectados de su móvil durante una semana. En este experimento, pionero en Europa, han participado 97 voluntarios de entre 15 y 24 años, entre ellos alumnos de la Universidad de Málaga (UMA) y del colegio Platero de la capital. El hábito es tan fuerte que incluso un estudiante confesó durante ese periodo de abstinencia que necesitaba tener cerca el teléfono aunque no lo pudiera utilizar.

Los jóvenes se han sometido a la prueba durante tres semanas. En la primera, podían hacer uso de su teléfono de la forma habitual; durante la segunda, debían desconectar el dispositivo y, en la última semana, recuperaban el uso normal del mismo. En esos 21 días debían recoger las impresiones en un diario y además someterse a un cuestionario, según una nota remitida por el grupo de investigación, con los profesores de Periodismo Pedro Farias, al frente, y codirigido por Bernardo Gómez. 

De esta manera, en el trabajo se ha constatado que los jóvenes emplean de media cinco horas diarias en usar el teléfono. Asimismo, tal y como se ha detallado en el comunicado, el uso de redes sociales ocupa cuatro de esas cinco horas, y de todas ellas, WhatsApp es la aplicación más utilizada, seguida por Instagram y TikTok. Esta última permanece, además, "en constante aumento como único canal informativo para los más jóvenes", según se destaca en el escrito.

¿Qué sucedió cuando los voluntarios pudieron recuperar sus dispositivos? La mayoría volvió a unos niveles de consumo similares a la primera semana, que eran de cinco horas. Esto ocurrió a pesar de que en los cuestionarios habían admitido que la experiencia les había servido para darse cuenta del "enganche" que sufrían y de que "toda su vida se hallaba ligada a ese dispositivo".

Incluso los participantes reconocían que les afectaba a las relaciones familiares en la casa y en algún caso había bajado el nivel de discusión con los padres porque el móvil es un elemento perturbador. Sin ir más lejos, uno de los jóvenes se llegó a felicitar porque había podido ver una serie con ellos. Y otra se congratuló por su reencuentro con la lectura: "He conseguido leerme un libro completo, hacía seis años que no lo hacía por placer", expuso.

A la vista de los datos, el catedrático de Periodismo de la UMA Pedro Farias ha incidido en la importancia de que no se produzca una "banalización de la información" que reciben los adolescentes a través de las redes sociales, que suele ser información superficial de fuentes "poco fiables, en ocasiones interesadas o con ánimos distintos a lo que es estrictamente informativo".

Frente a esto, Farias ha recalcado la necesidad de que se eduque a los más jóvenes para que sean capaces de "distinguir las fuentes de la información que les llega y conocer dónde pueden acudir a contrastarla con fuentes fiables y profesionales" para que así no se limiten a informarse exclusivamente a través de las noticias que reciben de manera involuntaria en sus móviles.

"A través de las redes sociales se puede acceder a fuentes profesionales de información y las redes también se pueden usar para contrastar noticias. El problema es cuando eso no se produce y el usuario se limita exclusivamente a informarse a través de la información que recibe de manera involuntaria -información incidental- y no la amplía, no la contrasta o no busca en fuentes profesionales", ha destacado Farias. 

Al margen de la ansiedad e inseguridad que les ha producido a la mayoría de jóvenes el estar desconectados del dispositivo móvil, los citados aspectos positivos y otros aparecen al hablar directamente con algunos de los participantes en este experimento. María Amparo García no dudaría en "repetir la experiencia" e incluso admite que "ojalá pudiera vivir sin móvil y ojalá el mundo y cómo está organizado me dejara vivir sin móvil". 

Este es un sentir que se extiende entre otros compañeros, como Lorena Vegas, quien ha señalado que gracias al proyecto ha aprendido a "racionar las horas que le dedico al móvil y cogerlo únicamente cuando es necesario y no perder tanto el tiempo con él". Además, en su caso, mantener el teléfono apagado durante una semana le ha permitido estar más tiempo con su familia y ser más eficaz en los estudios, ya que ha podido "aprovechar muchísimo más el tiempo". 

El informe recoge otros testimonios anónimos que reflejan el nivel de angustia que se vivió durante la desconexión de una semana: "He tenido más ansiedad que cuando intento dejar de fumar" o "Ver a todo el mundo con el teléfono en el transporte público me creaba necesidad" son algunas de las afirmaciones que se llegan a admitir.

El colegio Platero, pionero en participar en el experimento

El alumnado de 3º y 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del colegio Platero de Málaga también ha participado en el experimento. Según ha afirmado la profesora encargada de la monitorización del proyecto en este centro educativo, Olga Martínez, los alumnos que decidieron colaborar de manera voluntaria manifestaron que esto les ayudó a "ser conscientes de la dependencia tan grandísima que tenemos de una máquina, desde que nos levantamos y lo primero que hacemos es coger el móvil hasta algunos que no lo apagan hasta altas horas de la noche". 

En efecto, este es uno de los objetivos que perseguía el experimento. Según ha señalado Farias, para impulsar un consumo racional del móvil entre los jóvenes, el primer paso a seguir consiste en que los adolescentes sean conscientes del uso que le dan a su teléfono móvil. Y tras ello, es necesaria la alfabetización mediática del alumnado, a través de procesos de formación en el uso racional de los móviles y de las potencialidades que estos albergan.

Martínez coincide en este aspecto, sobre todo en la necesidad de formar a los jóvenes sobre un uso responsable y seguro de los aparatos móviles: "Lo ideal sería primero educarles e irles dejando que vayan experimentando en ciertas cosas, pero que no tengan el móvil todo el día como lo tienen los adultos en casa, sino con control parental. Es necesario advertirles, orientarles y darles mucha información sobre lo que conlleva usar el móvil; el buen uso está fenomenal, pero el mal uso trae incluso peligros para ellos". 

El colegio Platero ha sido el primero en Málaga en incorporar esta enseñanza en su alumnado, en el que han participado cerca del 80% de los alumnos inscritos en 3º y 4º de E.S.O.

La investigación, por su parte, prevé finalizarse a finales de 2023, y en ella participan, además de la UMA, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Miguel Hernández de Elche y varios socios internacionales como la Universidad de Viena y la Universidad de Beira Interior (Portugal). El objetivo final que se persigue es conocer el uso informativo de las redes sociales en los jóvenes y, en particular, estudiar la credibilidad de las noticias que estos reciben por estos canales. 

De momento, tras este primer experimento que se desarrolló entre los meses de mayo y julio de este año, y aunque una amplia mayoría confesó la imposibilidad de vivir sin el móvil, los participantes pudieron comprobar que existían otros canales de información. Por ejemplo, podían acceder a internet a través de ordenadores. 

Además, más del 85% de los voluntarios aceptaron volver a repetir la experiencia si fuese necesario. Según han comentado los encuestados, durante la ausencia del teléfono los amigos y los familiares fueron "los mejores aliados" para evitar la desconexión. Ahora la investigación continuará con casi 9.000 encuestas a un público similar.

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