La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El electricista al bollo y el universitario al hoyo... del desempleo en Andalucía

Ahora nos sobran universidades, no conocemos el equilibrio. Y las apuestas sensatas resultan “revolucionarias”

El presidente Moreno

El presidente Moreno / Antonio Pizarro (Sevilla)

Los españoles somos grandes aficionados al péndulo. Pasamos de un extremo a otro con suma facilidad. Hemos estado años abriendo universidades de todas las características, verdaderas fábricas de parados en muchos casos, lugares donde se prepara para un mundo irreal y, en el caso de algunas privadas, se les cobran buenas cantidades a padres con frecuencia ilusos. Ahora resulta, ¡por fin!, que en el caso de Andalucía tenemos un presidente que nos da un mensaje claro en materia de educación: asistiremos a una verdadera apuesta por la denominada Formación Profesional dual. ¡Albricias! La asignatura tantas veces pendiente. Moreno quiere una revolución educativa como quiso una revolución verde en los últimos años. Al menos tenemos la declaración de intenciones. A ver qué hacemos ahora con tantísimas universidades que han florecido como apartamentos turísticos.

¡El péndulo, el péndulo! Faltan dos minutos para que alguien vuelva a hablar de las universidades laborales... La nueva Formación Profesional que anuncia Moreno estará dotada con 30.000 plazas nuevas, de las que más de un tercio serán de tipo Dual, que es la que permite la integración del alumno en empresas reales con la finalidad de encauzarlo directamente a un puesto de trabajo al término de los estudios. Quién sabe dónde meteremos ahora tanto máster y tanto anuncio publicitario de educación en la supuesta excelencia universitaria. Sobran universidades como sobran centros de interpretación repartidos por toda Andalucía que solo sirvieron para dar trabajo al arquitecto de turno. Cuantísimos de ellos están cerrados, sin personal que los atienda y con materiales oxidados.

La revolución en la educación que prepara Moreno no es más que su adaptación al mundo real. Nos hemos pasado tres pueblos no sólo con tantas cátedras devaluadas, sino con tanto título de doctor, algunos de los cuales provocan sonrojo, porque vaya tela, por ejemplo, la de cientos de nuevos doctores que nos colaron antes de que entrara en vigor definitivamente la normativa del Plan Bolonia. Casos hubo para el bochorno. Tenemos más doctores que veladores. ¿Y para qué? Para colocar el título enmarcado en la pared o poner un tuit de autobombo. El día que los señores del consejo de rectores de las universidades españolas se callaron ante el caso del doctorado del presidente Sánchez, se le dio desde dentro una puñalada trapera a la excelencia universitaria. Algo se ha hecho muy mal cuando faltan electricistas, pese a que tienen el bollo garantizado, y sobran universitarios que van directos al hoyo del paro. Moreno le llama revolución a lo que simplemente es sensatez. Aunque hacer las cosas bien sea hoy revolucionario.

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