Un barómetro que no puede gustar a nadie… salvo a los sanchistas

Elías Bendodo (PP), Juan Marín (Cs) y Francisco Serrano (Vox) conversan en el Parlamento.
Elías Bendodo (PP), Juan Marín (Cs) y Francisco Serrano (Vox) conversan en el Parlamento. / Juan Carlos Muñoz
Teodoro León Gross

19 de enero 2020 - 06:00

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El Barómetro de Invierno ha dado una medida exacta de la presión atmosférica en la política andaluza, que en definitiva es para lo que sirve un barómetro. Como corresponde al invierno, predomina la perspectiva borrascosa. Hay malas noticias para todos en el horizonte, aunque desigualmente. En la derecha al menos pueden celebrar que conservan la mayoría, e incluso ganan puntos hasta superar la cota del 50% que rozaban en las elecciones del 2-D; en la izquierda hay poco que celebrar.

La celebración en el PP, con todo, es relativa. Conformar una mayoría estable con Ciudadanos, partido del espectro centrista aunque haya perdido el marchamo liberal, no es lo mismo que tener como compañeros de viaje a la extrema derecha nacionalpopulista. Y esto es lo que se les viene: pactar con Vox, que difícilmente disputará las autonómicas al PP como las generales, pero será tercera fuerza y socio clave en la derecha. Entretanto, Vox sí que les está ganando las guerras culturales, incluso ya ha logrado que el Gobierno andaluz se sume al pin parental aunque patalee la consejera de Igualdad.

La perspectiva para Ciudadanos va a peor tras el hundimiento de otoño. Su clientela se fuga a PP y aún más a Vox. El Barómetro es helador. El ex secretario de Organización, Fran Hervías, sigue maniobrando para arrebatar el timón a Marín, quien parece casi ajeno a esto, tanto que algunos especulan que acabará fichando por el PP. Habladurías… pero Ciudadanos naufraga, y eso complica también a Juanma Moreno, que trata de consolidar su perfil de barón moderado en el eje Andalucía-Galicia frente al eje Madrid-Murcia. Ante un pacto PP+Vox, Ciudadanos siempre preferirá quedarse fuera para tratar de reconstruirse.

Claro que lo peor sucede hacia la izquierda, donde Adelante Andalucía no da señales de recuperación: su secuencia ha sido 18,6% en 2016; 16,2 en las andaluzas de 2018; 14,2 en primavera de 2019, y 13,1 en otoño. Pero no dan la menor señal de autocrítica. Y el PSOE está atrapado en 27-28% del 2-D, cuando se quedó en un millón de votos, lejos de su cota estable del 33% que sí ha logrado el PSOE en las dos convocatorias de 2019. ¿Qué significa eso? Hipótesis A: un tercio del electorado socialista andaluz ha decidido que en la comunidad hacía falta el cambio. Hipótesis B: la actual oferta, con Susana Díaz al frente, no funciona como no funcionó el 2-D. Ya sea la hipótesis A, como teme el susanismo, o la hipótesis B, como sostiene el sanchismo, las cosas van a ser difíciles para ellos.

Nadie puede estar muy feliz con este Barómetro. Aunque en grado diferente, hay malas noticias para todos… salvo quizá para los sanchistas.

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El PSOE se ha lanzado a desacreditar el Barómetro. El calificativo oficial es "charlotada", acusando a Moreno y Bendodo de actuar al modo de Juan Palomo: "Yo me lo guiso, yo me lo como". También les reprochan el "autobombo". La ex presidenta no se corta: "Como las encuestas de la señorita Pepis, se la han hecho Moreno y Bendodo para darse ánimos" y después "cada uno que se dé moral como quiera, pero que no lo hagan con el dinero de los andaluces, porque entonces sí resulta un poquito patético". El portavoz de Presidencia del PSOE-A concluía que "La encuesta sería para reírnos si no estuviera pagada con el dinero de todos los andaluces".

Se trata de un recurso clásico ante los sondeos institucionales. ¿A qué recuerda todo esto? Pues sí, recuerda demasiado, tristemente, a las críticas con que el PP despachaba el Egopa con argumentos muy semejantes. La demagogia del PSOE ("si quieren hacerse una encuesta para autobombo de ellos dos, que se las paguen directamente del partido y destinamos esos recursos tan necesario para la educación o la sanidad") está inspirada la demagogia que se les administraba a ellos en las últimas décadas. Y hay una amplísima hemeroteca muy creativa para nutrirse. Claro que todo esto al final sólo son excusas del mal perdedor, al menos mientras no aporten un argumento que cuestione el rigor del sondeo. Y el PSOE no lo ha hecho. Vaya por delante que un argumento no puede ser la nota alta de los consejeros, que resulta estadísticamente irrelevante debido al bajísimo porcentaje de conocimiento que tienen.

Algo de esto también se da con los viajes oficiales. El PP no perdía oportunidad de acusar a los socialistas de despilfarrar en hacer turismo institucional inútil sólo para darse pisto; y el PSOE ahora ha lanzado pullas irónicas sobre el viaje a Portugal del actual presidente, por muy interesante que pudiera resultar éste. A pesar de la experiencia, en el PSOE parecen no ver que los argumentarios para desacreditar los sondeos institucionales o los viajes oficiales resultan ridículos… ¿O es que las encuestas del PSOE sí merecían el gasto público? ¿Entonces el dinero no debía ser para Sanidad o Educación? ¿Los viajes institucionales sí que eran necesarios?.... El infantilismo de ciertas críticas no sólo es un error impropio de un partido de gobierno; también es una expresión inequívoca de impotencia.

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Claro que en el PSOE tienen motivos para encajar mal el Barómetro… salvo los sanchistas, sector que empieza a crecer con otros antisusanistas pero sobre todo con postsusanistas, antiguos susanistas que apuestan por un ciclo nuevo, ya sea por convicción o por oportunismo.

En definitiva este sondeo, para quien crea en las casualidades, coincide con los primeros movimientos abiertos de guerrilla interna en el PSOE. Para quien no crea, también. Aunque desde hace tiempo ya viene desplegándose soterradamente esa guerra de guerrillas –con movimientos discretos por todo el territorio– esta semana ha habido gestos claros, con los focos puestos en Juan Espadas. Y algunos, afines al oficialismo, no han tardado en relacionar a su mujer con la Faffe. Pero hay movimientos que apuntan a la secretaría, como en Jaén, o a las baronías, como en Málaga. Si se agudizan los oídos, se puede oír el sonido de los afiladores de sables a destajo. Sí, hay ruido de sables, no sólo de espadas.

En definitiva el Barómetro ofrece una lógica insoslayable: el PSOE, que en las dos elecciones generales de 2019 ha superado el 33% en Andalucía, en el sondeo vuelve a estar en el 27-28%, cota que en las andaluzas le llevó a perder el poder ante una derecha consolidada. Por lógica: si el PSOE saca entre cinco y seis puntos al PSOE-A, el problema no es del PSOE sino de la oferta del PSOE de Andalucía. Con esa idea básica, se está desatando el instinto del cambio. Otra cosa es lo que vaya a suceder, porque el cambio va a haber que pelearlo con una rival muy dura. En todo caso, tras los gestos más o menos sujetos a la cortesía orgánica, la guerra de guerrillas va anticipando la futura guerra sin cuartel.

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