Cultivos modificados genéticamente La crisis alimentaria agudiza el debate científico, ecológico y social

Transgénicos, ¿solución o ruina?

  • Asaja reclama un impulso en Andalucía del ensayo y los cultivos con semillas manipuladas ante la situación crítica del campo, mientras Coag cree que esta medida sería perjudicial para el agricultor

Javier Fernández, agricultor, fue pionero en Andalucía en la experimentación con transgénicos. En 1998 y 2000 cultivó, en unas pocas hectáreas, algodón Bt, modificado genéticamente y resistente a plagas, algodón sin tratamiento alguno y algodón normal tratado con fitosanitarios. Lo que más resultado le dio fue el transgénico. "Ahorramos en insecticida, producimos más y recolectábamos antes al acelerarse el ciclo natural", afirma.

La experiencia no volvió a repetirse. La Junta evitó desde entonces pedir permisos a la UE para los ensayos y sigue sin hacerlo. Y, a día de hoy, sólo hay 1.372 hectáreas de maíz Mon 810, variedad resistente a la oruga del taladro que es la única autorizada para su cultivo. El porcentaje es muy pequeño, si lo comparamos con el total de España (79.269) o con comunidades como Aragón (31.857) y Cataluña (25.298). Aun así, el control o registro de este tipo de cultivos es nulo o desconocido. No existe ningún desglose por provincias o municipios. Nadie sabe dónde están, ni se ha evaluado su impacto. Y la Consejería de Medio Ambiente argumenta que es "una cuestión de la UE". Esta misma semana el Congreso, con el voto de PP y PSOE, ha rechazado declarar a España como país libre de transgénicos. Organizaciones ecologistas (Ecologistas en Acción y Amigos de la Tierra) y agrarias (Coag) han reaccionado acusando al Gobierno de ocultar el impacto real de estos cultivos.

Mientras, en Europa los ministros de Medioambiente de la Unión Europea (UE) acordaron esta semana aumentar la vigilancia sobre los riesgos que pueden tener el cultivo o la venta de transgénicos. Francia, por su parte, acaba de prohibir el cultivo del maíz Mon 810 por unos estudios científicos que aconsejan aplicar el "principio de precaución", al no estar asegurado que no haya riesgos para la salud. Y eso en un contexto en el que están autorizadas las importaciones de variedades de maíz, soja, algodón y colza. Y en el que están en lista de espera ellas una remolacha tolerante a herbicidas o una patata que sería usada para elaborar pasta de papel o piensos. "A pesar de completar los exigentes trámites comunitarios [que están en debate para su revisión] todavía no han sido aprobado", se queja Jaime Costa, coordinador del Grupo de Trabajo de Agricultura y Medio Ambiente de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio).

Asebio asegura que los transgénicos son una opción necesaria. Y esgrime como argumento su crecimiento en todo el mundo. Ya son 120 millones las hectáreas y aumentan a razón de 12 millones por año. "En todo el tiempo que llevan cultivándose no se ha registrado ningún caso de daño para la salud", argumenta Costa. Greenpeace no opina lo mismo. "Según un informe nuestro el Mon 810 produce una toxina, la Cry1ab, que en contacto con el medio ambiente produce efectos distintos dependiendo de dónde esté y en qué contexto se desarrolle. En definitiva, el proceso genético es imprevisible, y eso es un riesgo", dice Juan Felipe Carrasco, responsable de transgénicos de la organización.

Las de los protransgénicos y antitransgénicos son posturas irreconciliables. Así, Fernando Pliego, director del Instituto Andaluz de Biotecnología, asegura que "el maíz modificado es más limpio que el tradicional: mientras uno necesita un tratamiento al año en insecticidas y herbicidas el transgénico necesita sólo 0,3". Los contrarios creen que su cultivo es contraproducente: "Al principio parece que es mejor, porque consigue eliminar una plaga, pero a la larga aparecen otras que acaban comiéndose el maíz", afirma Jaime Machicado, representante andaluz de la asociación Amigos de la Tierra.

Incluso las propias organizaciones agrarias discrepan. Asaja está a favor. Coag, en contra. Los primeros creen que sería muy importante para Andalucía impulsar la investigación y el cultivo de un algodón resistente a la sequía. En Andalucía, ya hay bioempresas que trabajan en ello. Una de ellas es Pioneer, filial de la multinacional Dupont. "Mantenemos el objetivo de contar en un plazo de entre cinco y siete años con los primeros híbridos tolerantes a la sequía en el mercado internacional", dice Juan Sicilia, portavoz de la empresa. Coag cree más en el uso racional del agua y afirma que los transgénicos hacen que "los pueblos pierdan la soberanía alimentaria, al suprimirse cultivos de productos para consumo humano y al controlar unas pocas multinacionales la compra-venta de semillas, gracias a las patentes", dice José Manuel Benítez, de Coag. Esta organización apuesta por el cultivo ecológico, y cree que éste no puede coexistir con el transgénico, pues puede ser contaminado por causa de la polinización. Pero unos dicen que el efecto es mínimo, y otros que el cultivo transgénico acaba con el ecológico. El futuro tiene la palabra.

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