Enfoque de Domingo | Abdul Salam

"Es difícil, muy dífícil, pasarlo todo"

Abdul, en el centro Tartessos de Cádiz.

Abdul, en el centro Tartessos de Cádiz. / Lourdes de Vicente

Como suele decirse, su historia podría ser la de cualquiera. Tan demencial, o tan rutinaria, como la de tantos que llegan, como la de tantos que devolvemos. La corta vida de Abdul tiene una bisectriz clara: cuando siendo sólo un adolescente, en mitad de una clase, recibe una llamada de su madre diciéndole que todos se encuentran en gran peligro, que habían venido a llevarse a su padre y que no se le ocurriera volver a casa. Una simple llamada, ya ven, y uno pasa al desamparo absoluto. Abdul tiene tres hermanas y dos hermanos, pero hará solo, con ayuda uno de sus primos -que le pagará un pase seguro- el viaje a Senegal. Después, Mali y Algeria. Un recorrido que es imposible de realizar, en esas condiciones de vulnerabilidad, escapando de las mafias: "Lo peor -dice- es que te quitan el dinero que lleves, tanto como medida de chantaje directo como si es trabajando para ellos: no te queda nada". El estado de precariedad y dependencia llega a ser absoluto: escapar siempre está presente, pero es extremadamente difícil. "Hay quien se hace pasar por policía, que lleva incluso sus uniformes, pero que también forma parte de la mafia". Cuando huyó, lo hizo a pie y sin comida, aventurándose a pasar a Marruecos. Las mafias son omnipresentes: "La única opción con ellos es tener algo de dinero que darles, que no teníamos. Si no, sabes que te van a matar". Sobrevivió mendigando. De nuevo, uno de tantos. "Por supuesto que tenía esperanza, por supuesto que creía que algún día las cosas irían a mejor". Terminó en un asentamiento en "los bosques", sin agua, con apenas provisiones: "Me decía a mí mismo que era un bosquímano -se ríe-, que ya lo había pasado mal antes, que sabía cómo sobrevivir".

"Mi objetivo era conseguir algo de dinero para ir hasta Tánger. Y también sabía que, si me pillaban, volvería a intentarlo". Siempre tuvo claro, también, que su destino sería España: "Todos hablaban de Alemania, Francia... de lo bien que podría irme la vida allí, pero yo no quería ni escucharles".

Hicieron una primera intentona: tras un recorrido de tres días, la policía los pilló. "Vinieron con porras a por nosotros y de vuelta a empezar". Y eso es lo menos malo que te puede pasar: la zona también está bajo control de "la mafia, que van armados con cuchillos y no te dan ninguna oportunidad". "Es realmente difícil, muy difícil, conseguir pasarlo todo", insiste Abdul, como si no fuera suficiente con lo que relata. Y por un momento lo miras y te das cuenta de lo jovencito que es, de la menudez bajo la chaqueta. El grupo de seis del que Abdul formaba parte consiguió llegar a costa española en su segunda intentona. "Por la noche. La Policía marroquí nos detectó pero antes ya nos había visto el hombre de Salvamento Marítimo. Fue una gran una suerte".

Abdul y otros como él llegan al Centro Tartessos (Asociación Cardijn) tras aviso policial. El objetivo es tratar de buscar una manera de superar el máximo de tres meses que tienen asignado, por relación familiar, laboral o mediante la solicitud de asilo: esa sería, por ejemplo, la opción de Abdul, que dice que si pudiera estudiaría Medicina. Sigue en contacto con su madre. De su padre, nadie volvió a saber desde que se lo llevaron: suponen que habrá muerto.

Este fin de semana es de celebración. Termina el Ramadán y se están preparando el cordero y la música. "Venga, Abdul, fiesta", y Abdul coge unos altavoces con cara de despiste. Este fin de semana es, también, su cumpleaños, se sonríe. Ojalá todo eso sea sólo un poco de lo que queda por celebrar.

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