Andalucía y suárez

Los andaluces de Suárez

  • El sevillano Manuel Clavero y los gaditanos José Pedro Pérez Llorca y Antonio Morillo recuerdan su estrecha relación con el hombre del cambio.

Adolfo Suárez fue el hombre que aceptó el "café para todos" y, en buena medida, ese café tuvo mucho que ver con Andalucía. Porque, en un principio, sólo iban a existir tres autonomías de primera, las que se fijaron en la Constitución de Gades, llamada así por ser el boceto diseñado en el restaurante del bailarín Antonio Gades en Madrid por los hombres que iban a llevar al complejo proyecto de UCD, una amalgama de partidos, al Gobierno. Y ahí no estaba Andalucía. Suárez no se rodeó de demasiados andaluces, pero algunos fueron fundamentales. Lo fueron José Pedro Pérez Llorca (Cádiz, 1940), que sería designado para ser uno de los padres de la Constitución; Antonio Morillo (Vejer, 1943), que siguió a Suárez en toda su trayectoria política democrática, y Manuel Clavero Arévalo (Sevilla, 1926), reclutado del Partido Social Liberal Andaluz, un proyecto donde ya existía un embrión de una Andalucía con una dimensión e identidad histórica propia. Los tres son hombres que hablaron mucho tiempo con Adolfo Suárez y que conocieron su "poder de seducción".

josé pedro pérez llorca :

"Quizá la última vez que le vi fue en la cena en la que periódicamente nos reuníamos los que habíamos sido sus ministros. Fue una cena amarga porque cuando terminamos todos comentamos lo que desgraciadamente se acabaría cumpliendo: que el mal le había mordido". Para José Pedro Pérez Llorca, elegido por Suárez como ponente constitucional porque "quizá buscaba un equilibrio ecológico-político en aquel grupo tan heterogéneo", ver a ese "hombre valiente, tan lleno de vitalidad, tan decidido y seductor", disminuido por el mal, por los primeros pasos del alzhéimer y de la desmemoria, fue un golpe duro de encajar. "Es cierto que nuestra relación personal se había ido diluyendo después de que el partido se deshiciera, aunque nunca dejó de ser cordial. Yo no dejé la política, sino que la política me dejó a mí. UCD se dividió entre los que pasaron al PSOE o al PP, los que siguieron a Suárez en el CDS y los que nos quedamos a presidir el entierro, lo que quedaba de UCD".

Pérez Llorca, por entonces un hombre muy joven, con menos de 40 años, provenía del partido fundado por José María Areilza y Pío Cabanillas. En su primera campaña electoral, la que le convertiría en diputado, Pérez Llorca reconoce que actuó en alguna ocasión de "pardillo. Eran campañas muy ingenuas, con coloquios que no estaban preparados. Era un debate político puro y duro. En uno de esos coloquios me encendí defendiendo nuestras posiciones. Poco después, Suárez me llamó a su despacho en la Moncloa para recomendarme que no me ofuscara. Era, en definitiva, la línea serena que debía marcar la Transición y la reconciliación. Y es verdad que se recuerda así, como la época del consenso, pero en el Congreso nos pegábamos unas bofetadas... Bofetadas dialécticas, quiero decir".

De aquellos tiempos recuerda sobre todo el sueño y el hambre. "Suárez era un hombre que era capaz de mantenerse un día y buena parte de la noche en pie con dos tortillas y mucho tabaco. Abril Martorell también tenía aguante. Yo soy de comer bien a mis horas y de dormir, por lo que me costaba seguirles el ritmo".

El gaditano Pérez Llorca nunca se presentó por las listas de Cádiz, aunque Suárez se lo insinuó. "Tenía un hermano que estaba en política en Cádiz con unas ideas distintas a las mías y no era cuestión". Y tampoco hablaron nunca de Andalucía. A Pérez Llorca, hombre viajado, lo que no era muy normal en aquella época, Suárez le preguntaba mucho por política internacional: "Le apasionaba y lamentaba no saber idiomas para poder seguirla más de cerca".

Pérez Llorca no tiene ninguna duda de que la figura histórica de Suárez "la tenemos que preservar. Él experimentó el cambio, hizo algo muy complejo y lo hizo bien. No creo que con él se deba caer en revisionismos. Defendió la libertad cuando él no venía de ella y, a veces, por esa misma libertad que él ayudó a construir fue tratado muy cruelmente".

antonio morillo

Antonio Morillo será recordado por todos los diputados secuestrados la noche del 23-F como el boticario de aquella astracanada. Un boticario algo especial porque tan pronto sacaba cafinitrina para el amago de infarto del diputado canario Fernando Sagaseta como reapartía tabaco, del que tenía una buena reserva en la taquilla. Este farmacéutico, durante años alcalde de Vejer (Cádiz), fue un hombre fiel a Suárez durante toda su trayectoria, también en su decadencia política en el CDS. Hizo su última campaña con él, en el autobús, acompañado de su asesor, el periodista Pablo Sebastián. Eso supone muchas horas hablando.

"Suárez era un hombre muy cercano, de muy fácil acceso. Espontáneo, muy decidido". El líder centrista simpatizó muy pronto con la forma de ser alegre y directa de Morillo y, en alguna ocasión, frenaba su impulsividad. "Una de las frases que siempre repetía era la de paso a paso, como cuando los diputados andaluces, en voz del cordobés Rodríguez Alcaide, le planteamos en el pasillo del hemiciclo que otros bautizaron como la M-30 por el tránsito que había, que Andalucía tenía que tener un parlamento propio y articularse en torno al estatuto de Carmona. Paso a paso, dijo él. O cuando me dirigí a él indignado por un artículo que había escrito el periodista Emilio Romero insultándole. Pero él sonrió, no parecía importarle. Tranquilo, me dijo, no hay que disparar a los barcos hundidos".

De su carisma da fe Morillo, que le acompañó en un paseo por la calle Larga de Jerez en el año 79 "y nos tuvimos que refugiar en un bar del fervor que despertaba". También cuando Adolfo Suárez accedió a dar un mitin en La Línea y el responsable de UCD de esta localidad le colocó el atril justo delante de la puerta del Peñón. "Me reprochó un poco dónde estaba el atril. ¿Qué me has hecho, Antonio?, me dijo. Pero dio el mitin allí y fue un éxito tremendo". Según Morillo, de toda Andalucía Suárez sentía "una pasión especial por Cádiz y lo que significaba. El ambiente de aquí le privaba y siempre hablaba de la Constitución de 1812, que conocía bien. Se pateaba la provincia de cabo a rabo".

Una de las últimas veces que Morillo le vio fue en el mismo Congreso en el que Adolfo Suárez se mantuvo impertérrito en su escaño mientras los gatillos se aflojaban el 23 de febrero de 1981. Suárez le había confesado a Morillo en alguna ocasión que él tenía muy asimilado que le podían matar y, si tenía que morir, prefería hacerlo sentado que tumbado. En el 25 aniversario de la Constitución todos los diputados de entonces ocuparon el mismo sitio en el que habían pasado la noche del 23-F. "Fue emocionante. Suárez se acercó a mí y me hizo un gesto cariñoso. ¿Cómo estás, Antonio?. Era un hombre que recordaba cada cara, que siempre tenía una buena palabra para sus colaboradores. La enfermedad, desgraciadamente, se llevó todo eso demasiado pronto", lamenta.

manuel clavero arévalo

Aunque se menciona poco, el Partido Social Liberal Andaluz, una más de las centenares de formaciones que surgieron tras la ley que permitía la asociación política, fue clave en la llegada de la autonomía andaluza. El hombre que lideraba aquella formación moderada de vocación regionalista era profesor en Salamanca cuando allí estudiaba Derecho un joven Adolfo Suárez. Aquel profesor era el sevillano Manuel Clavero Arévalo, que durante los años de Transición unió al proyecto de Suárez su desarrollo político.

Clavero asegura que desde el primer momento observó en Suárez "una condición innata de seducción en los espacios cortos, donde era especialmente cautivador". Posteriormente, llevaría esa capacidad a los espacios largos: "Era increíble la fuerza que tenía como comunicador, como lo demuestra aún hoy la revisión de sus discursos antre las cámaras de televisión", rememora Clavero.

La relación entre ambos, siempre afectuosa, tuvo sus encuentros y desencuentros, con la causa andaluza de fondo. Fue Clavero el que convenció a Suárez, tras una larga conversación en el salón de La Moncloa donde se celebraban los consejos de ministros, de poner a Andalucía en un nivel de igual a igual con las que se conoceron luego como autonomías históricas. Es el germen del artículo 151 de la Constitución, que Clavero redactó en compañía de Miguel Herrero de Miñón en una tarde madrileña. Para su sopresa, Suárez dio posteriormente órdenes de que se recomendara votar en blanco o en contra para la autonomía andaluza. Clavero dimitió. "Aunque esa diferencia fue importante, él me llamó posteriormente para que fuera el presidente del CDS en Andalucía. Tuvimos la reunión en casa de Agustín Rodríguez Sahagún. Yo le expliqué que no entraba en mis planes y él lo comprendió. Fue una reunión amable. El afecto se mantenía intacto".

Clavero, a partir de entonces, siguió la última etapa de la carrera política de Adolfo Suárez desde la distancia, aunque acudía a las llamadas que realizaba el ex ministro Rodolfo Martín Villa para reunirse a comer todos los ministros de aquella época de cambio. "Almorzábamos en el restaurante José Luis, enfrente del Bernabéu. Allí acudía Suárez con ese carisma que nunca perdió". Y se volvía a hablar de política, se volvía a hablar de aquellos tiempos que hoy son Historia. Los tiempos en los que Suárez hizo Historia.

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