Toros

Los 'victorinos' no se sumaron al homenaje a su ganadero

Curro Díaz, en una trincherilla a su primer astado, ayer, en la plaza de Vistalegre de Madrid.

Curro Díaz, en una trincherilla a su primer astado, ayer, en la plaza de Vistalegre de Madrid. / kiko huesca / efe

El flojo y desrazado juego de los toros de Victorino Martín deslució en gran medida la corrida con que ayer se homenajeó a su criador -fallecido el pasado mes de octubre- en el madrileño Palacio Vistalegre y en la que Emilio de Justo y Curro Díaz cortaron sendas orejas.

Los pupilos del ganadero de Galapagar elegidos por su hijo para la cita no quisieron sumarse al homenaje, dejando a los aficionados casi con esas mismas ganas de ver toros -y toreros- que tenían antes de que sonaran clarines y timbales. Le faltó a la corrida de Victorino, además de más remate de carnes, una mayor carga de raza, tanto a los nobles y manejables, que los hubo y que no transmitieron gran emoción, como a los que se defendieron con genio y temperamento.

Curro Díaz y Emilio de Justo cortan una oreja cada uno y Luque se marcha de vacío

Dos de estos últimos le cayeron en mala suerte al extremeño Emilio de Justo, que se vio obligado a hacer un esfuerzo añadido para poder sacar partido en una tarde importante para su carrera.

De tal forma, De Justo se asentó y aguantó con mucha firmeza la mala condición de su primero, un victorino reservón y que acometió sin emplearse, pero al que su matador obligó a tomar la muleta más veces de las que el animal estaba dispuesto.

Por eso mismo, el toro fue empeorando su comportamiento a medida que avanzaba el pulso, con creciente peligro, pero ni aun así cedió el torero extremeño, que acabó por robarle una muy meritoria serie de muletazos con la derecha antes de volcarse en el morrillo y cortar así la primera oreja de la tarde.

La otra la paseó Curro Díaz del cuarto, que, aunque con un escaso fondo de raza, le regaló al diestro de Linares veinte arrancadas dulces y de mucha clase antes de rajarse definitivamente.

Hubo en el trasteo de Díaz dos series de pases de gran belleza y composición, una por cada mano, que valieron por sí solas el trofeo, pero a la faena le faltó una mayor redondez, ya que entre lo mollar se intercalaron otras fases de menos acople con la breve facilidad del animal.

Ya ante el primero de la corrida, también manejable pero escaso de celo, dejó Curro Díaz algunos detalles salpicados dentro de un trasteo de altibajos y muy similar en su desigual estructura al que Daniel Luque hizo en el turno siguiente ante un astado de pareja condición.

El tramo final de la corrida fue muy decepcionante, pues el quinto toro probablemente se lastimó en el tercio de varas y llegó a la muleta descoordinado y defendiéndose con cabezazos y cortas embestidas, impidiendo a Luque remontar la tarde.

Y aún peor, el de más peligro, genio y complicaciones de la corrida, fue el sexto, con el que Emilio de Justo volvió a fajarse en una labor de esgrimista, aunque sin lograr el nivel de lucimiento en el esfuerzo que consiguió con su primero.

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