Cultura

El novillero salmantino Juan del Álamo consigue el único trofeo en Santander

GANADERÍA: Novillos de Yerbabuena, desiguales en presentación y juego. TOREROS: Javier Cortés, saludos tras dos avisos y saludos tras aviso. Pablo Lechuga, saludos y silencio tras aviso. Juan del Álamo, oreja tras aviso y vuelta tras aviso.

El novillero salmantino Juan del Álamo paseó la primera oreja de la Feria de Santander y dejó la Puerta Grande entreabierta, cerrándosela él mismo con el fallo a espadas, en un festejo en el que Javier Cortés y Pablo Lechuga fueron ovacionados en sus primeras actuaciones, con un desigual encierro de Yerbabuena.

Del Álamo realizó una faena muy intermitente y con altibajos. Dubitativo al comienzo de la faena, no terminó de poder al animal y le faltó mayor mando en su actuación, evidenciando todavía su falta de rodaje, lo que suplió con ganas, incluso estuvo temerario por momentos. Sin embargo, calaron mucho las bernardinas finales, de mayor exposición. Mató de una estocada contraria fulminante que le valió para pasear el apéndice.

El sexto novillo se rajó a las primeras de cambio en el inicio de faena. El salmantino tiró de ganas y se gustó en el saludo de capa y también en el inicio de faena con las zapatillas asentadas y muletazos por alto. Sin embargo, al joven espada, con poco rodaje, le faltó técnica, que suplió con ganas para arrancar la oreja con un arrimón final en toriles, donde incluso sufrió otra fuerte voltereta. Tras la faena irregular, y con la oreja a las ganas en la mano, perdió el trofeo por fallar a espadas con un metisaca y varios pinchazos, por lo que trocó la oreja por una vuelta al ruedo.

Por su parte, Javier Cortés ha cuajado una más que seria actuación en el primero con un novillo que dobló varias veces las manos. Tras comenzar por estatuarios y sufrir varios desarmes debido a que el animal nunca humilló, la faena tomó vuelo por el pitón derecho, de mayor acople. Valeroso el madrileño, dejó una estocada trasera y lo que podría haber sido un triunfo mayor se esfumó al levantar al toro el puntillero.

Al cuarto lo recibió a portagayola antes de protagonizar una faena con oficio a un ejemplar flojo, siempre a la defensiva y punteando los engaños. El madrileño estuvo seguro, aun sin redondear, cobrando una fortísima voltereta en los medios antes de matar de una estocada trasera.

El segundo de la tarde fue un animal inválido que devolvieron a los corrales. Al sobrero, del mismo hierro, le dieron una pésima lidia que acabó con el animal estrellándose contra la barrera. A pesar de que hacía el avión por ambos pitones, quedó muy mermado de fuerzas. Lechuga no logró redondear su trasteo, dejó una estocada trasera y necesitó de hasta cinco descabellos.

El quinto fue un ejemplar alto de agujas y feo de hechuras que no terminó de desplazarse. Lechuga estuvo firme con él, gustándose por momentos sobre la mano izquierda, donde extrajo naturales de buen trazo y mando. Sin embargo, se ha eternizado con la espada, pinchando casi una decena de veces.

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