Luis Carlos Peris

Un idilio cada vez más consistente

CURRO ROMERO (1933). Desde el debut como novillero, Sevilla se le entregó sin condiciones · El matrimonio llegó con la corrida de Urquijo del 66 · Aun retirado, la relación continúa igual

NUNCA en la historia del toreo existió una relación tan auténtica como la que mantuvieron y siguen manteniendo Sevilla y Curro Romero, jamás se dio un idilio tan tórrido como éste entre una ciudad y un torero . Lo que sí importa sobremanera es descifrar el porqué de las cosas, cómo se llegó a este noviazgo y cómo fue afianzándose, quién dio más de las dos partes, la afición o ese torero con tantos dientes de sierra en su trayectoria.

Nacido en Camas el 1 de diciembre de 1933 y alentando su vocación de torero en la soledad de sus tardes de porquero en Gambogaz cuando el viento solano le llevaba el eco de los oles de la Maestranza a Pepe Luis, a Ordóñez, a Manolo González o a Rafael Ortega, Curro conquistó Sevilla ya el día de su debut. Su faena a Radiador, novillo de Benítez Cubero, en la lluviosa tarde del 26 de mayo de 1957, fue el salvoconducto que iba a permitirle circular con toda inmunidad a través de los cuarenta y tres años que faltaban para la retirada.

Aquel día coincidieron Belmonte y Rafael el Gallo en pronosticarle lo mejor, pues si uno dijo que con todos tocaba la pedrea y con Curro el gordo, el Divino Calvo auguraría que pronto sería torero de veinte mil duros por tarde. Esa tarde le dio Sevilla palabra de matrimonio y eso que el novio era poco fiable, pues rara vez respondía a la entrega de los sevillanos. De los sevillanos, de los madrileños y de todos los lugares donde algún día de cualquier año estuvo bien.

Alentó Curro la relación en su primera Feria, la del 59, con un toro de Peralta y cruzó por vez primera la Puerta del Príncipe en el Corpus de 1960 tras cuajar un sobrero de Tassara con el capote. Aquel día hubo de entretenerse en pegarle lances hasta que los picadores volvieron a la plaza. "De buen grado hubiese toreado sólo con el capote, pero era obligado coger la muleta para matarlo", explicaba tras aquello.

Ferias de fracasos, cima en 1961, faenón a un toro de Camacho bajo la lluvia septembrina en 1964 alternando con Pedrés y un mexicano llamado Gabino Aguilar, apoteosis sevillana el jueves de Feria del 65 con Puerta y Camino, fatalista alarido de ¡ya llegará el verano! mientras Camino se apresta a quitar por chicuelinas una tarde negra del 66 y el verano llegaría rutilante el 19 de mayo con seis toros de Urquijo para él.

Puede decirse que si hasta entonces hubo noviazgo, esa tarde de la Ascensión se firmaban los esponsales entre Sevilla y Curro Romero. La idea partió de José Ignacio Sánchez Mejías, apoderado del torero, y a Diodoro Canorea le pareció de perlas. Hay que señalar que artífice importante en esta relación fue el empresario, que no dejó de contratarlo por muy mal que hubiese estado en la Feria anterior. El primer éxito de aquella movida fue colgar el no hay billetes, Curro puso el resto, mató la corrida de seis estocadas, dio la vuelta al ruedo en el sexto toreando con el capote, cortó ocho orejas, salió en hombros de una multitud por la Puerta del Príncipe y así llegó hasta el hotel Colón, quedando firmada el acta matrimonial entre la ciudad y el torero.

Hubo más cimas y muchísimas simas, el omnímodo Utrera Molina suspendió una corrida en el soleado domingo de preferia del 69 porque no le vio trapío a los toros y Palomo Linares se negó a que viniesen otros para enojo de Curro. Hubo dos corridas más en solitario con bastante éxito, pero sin alcanzar los niveles artísticos de la primera. Se sucedían los apoderados y tras la muerte de Sánchez Mejías en Lima lo representa José Luis Lozano, luego Domingo Dominguín, Manolo Cano, Camará lo retoma tras su triunfal campaña del 73, en el 77 Antonio Ordóñez, Juan Luis Bandrés y ya, hasta el final, Manuel Cisneros, veinte años juntos.

Sería con Antonio Ordóñez de apoderado con quien Curro cuajó su Feria más completa, la del 77. Feria parecida a la que redondeó diez años antes, aquella de la reaparición de Ordóñez. En esa Feria del 67 cortó orejas en las tres tardes y participó con Ordóñez y El Litri en la corrida más grande que recuerdo. Fue el jueves de Feria y bajo una lluvia constante. Esa tarde vistió Curro de amarillo y plata, le hizo un quite al segundo de Ordóñez maravilloso y salieron los tres en hombros por la puerta de cuadrillas porque los aceros no funcionaron como las telas.

Curro fue el auténtico impulsor de la importancia que ahora tiene el Domingo de Resurrección en la Maestranza. Su última salida por el Paseo de Colón fue el 19 de abril del 80, la tarde en que debutó Espartaco en Sevilla, y lo hizo a hombros como en procesión de un numeroso grupo de partidarios precedidos por un tambor rociero. Por entonces, Canorea ya había ideado otra historia en torno a Curro y era que hiciese el paseíllo cinco tardes de Feria.

La pregunta era ¿hasta cuándo? y apareció Flautino, toro de Gabriel Rojas, y una tarde del 99 con juampedros en que cortó las dos orejas a un toro por última vez en Sevilla y al final del año 2000, fallecidos ya Doña María y Diodoro Canorea, se fue sin decir adiós en una plaza de carros, la de La Algaba. 198 paseíllos en Sevilla le avalan, una cifra inalcanzable y algo sorprendente, que ese idilio continúa alimentado por gente que nunca lo vio torear.

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