LA FERIA DE BILBAO | QUINTO FESTEJO DE LAS CORRIDAS GENERALES

Trofeos para la terna con una 'victorinada' de juego variado

  • Urdiales, Escribano y Ureña cortan una oreja cada uno en la corrida de Victorino Martín

Manuel Escribano, en un par arriesgadísimo y casi inverosímil al quinto toro.

Manuel Escribano, en un par arriesgadísimo y casi inverosímil al quinto toro. / luis tejido / efe

La corrida de Victorino Martín, pareja, fue en conjunto seria, de juego desigual y marcada por la flojedad. Por este motivo fue devuelto el sexto y el encierro se completó con un sobrero de Salvador Domecq. Diego Urdiales, Manuel Escribano y Paco Ureña, que cortaron una oreja cada uno, cumplieron en un festejo entretenido.

Diego Urdiales consiguió un trofeo del cuarto toro, bien presentado, que blandeó, sin entrega, pero que embistió con nobleza hasta que se rajó. El arnedano esperó mucho al toro en los lances de recibo, brillando en un par de verónicas, hondas, por el pitón izquierdo. Con la muleta, por ese pitón, cuajó muletazos largos, templados y preciosos; con la derecha extrajo una tanda muy buena y aplaudida. Mató de pinchazo y estocada arriba y fue premiado con una oreja.

Festejo entretenido, con cinco toros de la divisa titular y un sobrero de Marqués de Domecq

Urdiales tuvo mala suerte. En primer lugar, un toro serio -ovacionado de salida- que se revolvía con suma prontitud, una auténtica alimaña, al que tras probarlo lo toreó sobre las piernas y macheteó como correspondía en una faena que brindó al cielo, a la memoria de Iván Fandiño, y que remató de una contundente estocada para ser aplaudido.

Manuel Escribano consiguió su trofeo del quinto, el mejor del encierro, un toro bien presentado, flojo y con nobleza. El gerenense, que se la jugó con una larga cambiada de rodillas a portagayola, cuajó un segundo gran tercio, con un par de infarto, clavando con acierto al quiebro y por dentro, sin sitio apenas para salir lo que hizo que parte del público se pusiera de pie. Con la muleta, hubo dos tramos en una faena basada en la diestra; en el primero, muletazos aislados, algunos de calidad y en el segundo toreó con ligazón, lo que hizo que el público le ovacionara fuertemente. Tras una estocada entera arriba, el toro rodó sin puntilla y el torero fue premiado con una oreja, con fuerte petición de la segunda dos vueltas al ruedo y protestas al presidente por no concederla.

Escribano se las había visto en primer lugar con un toro bien presentado y que tardeaba, pero humillaba tras las telas. El sevillano brindó un buen tercio de banderillas; destacando uno de dentro afuera y otro al cambio, al violín y por dentro. Escribano, que brindó a El Juli, con valor sereno, extrajo algunos muletazos suaves, especialmente en una brillante serie al natural. Anduvo desacertado con los aceros y fue ovacionado.

Paco Ureña -¡parece mentira, ya recuperado de la fractura de tres costillas en la pasada Feria de Julio de Valencia!- se enfrentó en primer lugar a un toro bajo y de generosas perchas, que blandeó de salida. El murciano, que brindó a Isabel Lipperheide, hija de la añorada ganadera Dolores Aguirre, realizó un trasteo a media altura -no podía bajar en principio la mano al toro- para que no claudicara. Los mejores momentos llegaron cuando se descalzó -¡fea manía!-, le perdió pasos al toro y le robó una par de tandas con la izquierda meritorias. La soberbia estocada que propinó valía por si misma un trofeo, que el público pidió y el presidente concedió.

El sexto fue devuelto por su flojedad y en su lugar saltó un toro de Salvador Domecq, bajo, manejable, pero que acometía rebrincado. Ureña, sin apenas opción al lucimiento artístico, se esforzó por agradar en un trasteo marcado por la entrega. Falló con los aceros y fue silenciado.

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