Toros

Tarde de triunfo de López Simón que comparte con Manzanares

corrida de toros de abono de verano en el puerto Ganadería: Seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y parejos, el quinto sobrero de otro devuelto por cojo. La corrida ofreció buen juego en líneas generales y se aplaudieron varios arrastres. TOREROS: Sebastián Castella, de cobalto y oro, media trasera y dos descabellos (saludos tras ovación) y pinchazo y estocada traserita (saludos tras ovación con aviso). Manzanares, de sangre de toro y oro, estocada ladeada y descabello (oreja tras aviso) y estocada sin puntilla (oreja). Salió a hombros. Alberto López Simón, de marino y oro, pinchazo hondo tendido y estocada contraria (oreja) y estocada casi entera (dos orejas). Salió a hombros. INCIDENCIAS: Plaza de toros de El Puerto de Santa María. 7.423 espectadores de pago en tarde de mucho levante que molestó sobremanera la lidia. Saludaron tras parear Rosa y Blázquez en el segundo; Domingo Siro y Jesús Arruga en el tercero; Chacón y Vicente Herrera en el cuarto y Vicente Osuna y Arruga en el sexto.

Tarde de triunfo para López Simón con tres orejas, éxito que compartió con Manzanares, que sumó una de cada toro, ante una corrida pareja y bien presentada de Juan Pedro Domecq en una tarde de levante que además de molestar muchísimo, condicionó la lidia, porque tal vez el encierro, y esto es un poner, hubiera lucido más lidiándose en los terrenos que hubiera pedido, no los marcados por el levante.

Y segunda tarde de triunfo de López Simón en El Puerto. Sesudos aficionados cuestionaban que viniera dos tardes a El Puerto y ayer, no había salido el segundo toro de su lote y sexto de la suelta, y ya estaba el público tocándole las palmas por bulerías.

Lo que son las cosas. De esto nadie sabe nada. A lo mejor, si hay que hacer una comisión taurina de asesores, a quienes hay que poner es a los presidentes de la comunidad de Vistahermosa o de Valdelagrana, que son no pocos de esos 7.423 espectadores de pago que había ayer en la Plaza Real.

Pero esos son otros López. El de ayer era López Simón, que como sus compañeros de terna tuvo tres toros, los dos de su lote y un levante salinero de los que secan los esteros para gozo de los extractores de sal. Más fuerte que la víspera incluso y haciendo ingobernables los engaños y obligando a llevar a los toros a la máxima contra querencia, los adentros del seis.

Allí fue López Simón en sus dos toros: desde los lances de recibo hasta perfilarse. Por el aire tuvo una colada en el capote de su primero, toro que tuvo movilidad y su genio y al que se lo pasó muy cerca, descalzado y sobre la mano derecha, haciendo sonar la música. Entusiasmó al público poniéndolo en pie con la zurda, muy cruzado. Si levantó a los del Tendido 6, frente a quienes lidiaba, con los alardes finales y los cambiados por la espalda en la cara, levantó a los de la sombra. La espada dejó el triunfo en un trofeo. Pero se pidió el segundo.

Redondeó López Simón con el sexto; con el mismo planteamiento de terrenos y con otro toro con genio que tiraba la cornada hacia arriba y que brindó a Paco Cepero. Buen recuerdo tendrá el genio de Jerez porque el madrileño volvió a darlo todo y se pasó al toro por la barriga en el natural, arrimándose como si no tuviera fechas contratadas. Esta vez, además de palmas a compás, hizo que el público le aclamara con gritos de "¡Torero!". La mano baja, poniendo la muleta a vista de hierba del toro, la quietud y la determinación del espada, terminaron de dominar al toro al que, además, recetó circulares y cambios por la espalda muy en corto.

Manzanares cortó una primera oreja con un toro bueno al que pasó de muleta con tersura, la franela planchada, mucho temple, largo viaje y empaque. Fue una faena de parsimonia, espaciada y pulcra a un toro bueno y noble: cuatro series con la derecha y una natural, pero con menos hondura que otras ocasiones.

Ni el sobrero que hizo quinto ni el alicantino se fiaron uno del otro. Se midieron -Manzanares estuvo muy pendiente en la brega- y en la muleta desconfió hasta sortear una colada. Faena en la que el torero quedó por encima con oficio y seguridad, dejando la convicción de que había estado por encima del toro y que le había sacado todo el partido, y matando de un espadazo sin puntilla que le dio el segundo punto preciso para el portazo.

Castella se fue por su pie, pero mantuvo un tono muy bueno toda la tarde y dejó una serie de lances a la verónica a su segundo, de lo más soberbia. Muy templado en su primero, noble y sosote, su buena y suave labor con la derecha quedó emborronada por la espada y no hubo pañuelos. Con su segundo quiso pelear donde más azotaba el viento y expuso muchísimo con un toro que vino a menos. Otra vez la espada le dejó a cero.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios