Toros

Martín Burgos y Andrés Romero cortan una oreja cada uno en Madrid

  • Joao Moura y Leonardo Hernández, sin trofeos, destacan con buenas faenas

El onubense Andrés Romero, quien cortó una oreja, ayer, en Las Ventas.

El onubense Andrés Romero, quien cortó una oreja, ayer, en Las Ventas. / zipi/ efe

Dos orejas, una para Raúl Martín Burgos y otra para Andrés Romero, fue el escueto resultado artístico de la corrida de seis rejoneadores celebrada en Las Ventas, que pudieron ser más si Joao Moura, hijo, y Leonardo Hernández no malogran con el rejón definitivo dos grandes faenas.

Se lidiaron seis toros reglamentariamente despuntados para rejones de Fermín Bohórquez, mansos, parados, distraídos y rajándose la gran mayoría. El cuarto, el menos malo. Raúl Martín Burgos: bajonazo (oreja). Rui Fernandes: pinchazo, y rejón caído y trasero (ovación). Joao Moura, hijo: rejón trasero y cinco descabellos (ovación tras aviso). Leonardo Hernández: tres pinchazos y rejón atravesado (gran ovación). Andrés Romero: rejón caído y atravesado (oreja). Joao Telles, que confirmaba alternativa: pinchazo, rejón en la paletilla y cuatro descabellos (silencio tras aviso). La plaza registró algo menos de media entrada en tarde entoldada y fresca.

Abrió la tarde el confirmante portugués Joao Telles, que protagonizó una actuación desastrosa, y accidentada también, pues uno de sus caballos, Guardiola, resultó herido con una cornada en el anca derecha al exponer de más ante un manso, que a la mínima buscaba las tablas y que cuando se movía lo hacía a oleadas.

Martín Burgos con una actuación muy completa ante un manso cortó una meritoria oreja.

Rui Fernandes anduvo intermitente con otro astado sin casta y apagado.

Moura, hijo, cuajó una de las faenas de la tarde, aunque al final lo echara todo a perder con el descabello.

Leonardo Hernández firmó otra de las faena macizas de la tarde, aunque también perdería el triunfo al matar.

Cerró la tarde Andrés Romero, que cortaría una oreja merced a una faena entregada y, por momentos, hasta temeraria. Pero caló, y mucho ante un manso de Bohórquez al que despenó a la primera, salvoconducto para cortar la última oreja de la tarde.

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