cincuentenario memorable | capítulo iv

Lección postrera de Rafael Ortega

  • A los cincuenta años de su celebración, esta serie rememora la Feria más brillante que se recuerda, la de 1967.

  • Rafael Ortega y Jaime Ostos salieron en hombros y se vio desbordado Antoñete.

Torerísimo, Rafael Ortega pasea el amarillo albero portando la última oreja que cortó en una Feria que le vio triunfar en numerosas ocasiones.

Torerísimo, Rafael Ortega pasea el amarillo albero portando la última oreja que cortó en una Feria que le vio triunfar en numerosas ocasiones. / DIARIO DE SEVILLA

Esta cuarta entrega nos sitúa en el miércoles de la grandiosa Feria de 1967. El cartel primigenio lo forman Rafael Ortega, Jaime Ostos y Palomo Linares. Como éste se encontraba herido, quien entró en él fue Juan García Mondeño. Pero a éste lo había cogido un toro de Pilar Herráiz el domingo de preferia y tenía que ser sustituido por Antonio Chenel Antoñete. Quedaba una terna de veteranos con muchos años de alternativa mientras que en los corrales vivaqueaban tres toros de Pallarés y tres de García Barroso. Y por vez primera en esa Feria del 67 entraban las cámaras de Televisión Española con la voz de Manuel Lozano Sevilla, el hombre que compaginaba la información taurina con su labor de taquígrafo de Franco.

Quinta corrida de Feria, segunda de farolillos, aceptable concurrencia y cariñoso recibimiento de Sevilla a Rafael Ortega. El de La Isla de León había sido un ídolo en los cincuenta y esta tarde reaparecía en un albero que le vio cortar dos rabos. Pocos son los toreros que han cortado rabo en Sevilla y a Ortega le cupo la fortuna de cortar dos, uno de ellos a un toro de Miura en la Feria de 1956. Tras varios años retirado, Ortega reaparece en Sevilla y a fe que no va a defraudar a nadie.

Los tres primeros toros son de Pallarés y de García Barroso los restantes. Rafael Ortega, de celeste y oro, recibe a la verónica a Oprimido, negro zaíno. Verónicas hondas, cargando la suerte, que levantan a los tendidos. Saluda en banderillas Manuel Chicuelo, brindis a la plaza y faena perfecta, muy por encima de la calidad del toro. Los naturales que daba Rafael Ortega eran un compendio de hondura, temple y dominio. Como con el estoque era un cañón, cuando el toro va a tierra, Tomás León, el presidente, le concede una oreja merecidísima.

Llega Antoñete por la vía de la sustitución y anda con mucho ambiente tras sus últimas actuaciones en Las Ventas. Nunca en Sevilla ha tenido demasiada suerte y se le espera con ilusión, pero Intruso, negro como la noche, apenas va a dejarle que se luzca en un comienzo torerísimo más una tanda al natural muy estimable. Se eterniza con el descabello y un espeso silencio se hace en los tendidos.

Ese miércoles mató Rafael Ortega su última corrida en la Feria de Sevilla

Han pasado ya cuatro años del drama de Tarazona y Jaime Ostos sigue con el valor intacto. De azul y oro recibe con mucha decisión a Abuelo, también de pelo negro. Con su arrogancia natural, Jaime empieza con apretados ayudados por alto, se engalla con la mano izquierda en terrenos de chiqueros y lo mata pronto. Una oreja para el de Écija y cálida vuelta al ruedo.

El cuarto toro es ya de García Barroso, se llama Mozo y es negro bragado. Muy abanto de salida y distraído luego, el toro no permite que Ortega repitiese su lección anterior. Obliga la embestida a base de darle con el estoque en el hocico, lo mata con eficacia y recoge la ovación desde el tercio. Este toro de García Barroso será el último que Rafael Ortega mate en la Feria de Sevilla. No será ésta su última corrida en la Maestranza, ya que el domingo 30 de abril, fuera de Feria, matará una corrida de Arranz en compañía de Chamaco y de Andrés Hernando, cobrando el premio de una oreja.

El toro quinto, de nombre Bancalero y negro meano, literalmente desarbola a Antoñete en la muleta. Decidido con el capote, se luce Luque Gago en banderillas, pero llega el toro muy descompuesto al último tercio, desarma al madrileño y éste tira por la calle de enmedio. Una vez más, el gran torero de Ventas se ha estrellado en Sevilla, una plaza en la que no entrará hasta su reaparición en los ochenta, aunque sin conseguir un triunfo clamoroso.

Jaime Ostos, en su enésima lección de valor, le arrancó una oreja a cada toro

Cerraba el festejo Desertadito, un negro mulato chorreado con 475 kilos de peso. Con este toro va a pelearse Jaime a brazo partido. El toro saca mucho genio, se revuelve en una loseta y el torero está dispuesto a ganarle la partida. Y lo consigue a base de poderle mucho, de pasárselo muy cerca y de dar la cara en todo momento. Como acostumbraba, Jaime lo mató de un estoconazo sin puntilla y don Tomás le concedió la oreja que el público pedía. Y en compañía de Rafael Ortega, Jaime Ostos salía de Sevilla a hombros una vez más, aunque fuese por la puerta de cuadrillas.

Fue una tarde de veteranos en que abundó la torería. Torería con el adobo de la hondura de Rafael Ortega y el valor sin mácula de Jaime Ostos. Dos toreros que gozaron de mucho predicamento en el mundo del toro en general y, muy en particular, en la plaza de toros de Sevilla. Rafael había vuelto el año anterior de la mano de los Lozano para abrir muchos carteles de Palomo y se retiraría al final de ese mismo año.

Jaime Ostos escribió muchas páginas gloriosas en Sevilla y esa fue una de las últimas, pero no la última. Un año después, el 23 de mayo, se entretuvo en desorejar a su lote de la Viuda de Garrido. Fue la tarde de la alternativa de Rafael Roca en presencia de Manolo Vázquez. Fueron dos toreros muy grandes, injustamente tratado el primero y ascendiendo el segundo a sangre y fuego por las cuestas más complicadas que guarda el toreo. Decanse en paz el primero y larga vida a Jaime.

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