Sevilla FC

Y no estaba muerto, no no...

  • En la situación más adversa imaginable, la casta y el fondo que ayer sí tuvo el Sevilla desde el primer minuto propició un quite del perdón en 8 minutos

Los sevillistas N'Zonzi y Lenglet van con todo al choque en la disputa ante Savic y Saúl Ñíguez de un balón colgado.

Los sevillistas N'Zonzi y Lenglet van con todo al choque en la disputa ante Savic y Saúl Ñíguez de un balón colgado. / fotos: antonio pizarro

Vaya por delante que tuvieron que tocar la pelota dos jugadores del Atlético de Madrid antes de que entrara de una vez en las redes colchoneras: Lucas Hernández al desviar levemente el centro de Jesús Navas y el portero Moyà para enjaular con su mano derecha un cuero que no iba entre los tres palos. Antes, el Sevilla había reincidido en ese mayúsculo defecto de diluir su buen juego en cuanto había que finalizar los ataques. Tuvo que caer del cielo esa afortunada jugada para que las negrísimas nubes se disiparan de repente.

Ese autogol le cambió tanto la cara al Sevilla, y con él a la eliminatoria, que hasta Correa, de repente, se convirtió en Romario. El mismo Tucu que tan obtuso estuvo en su primer mano a mano en el minuto 27 lo vio clarísimo cuando Ben Yedder convirtió en puro veneno lo que iba para inocuo testarazo. ¿Hubiera tenido esa sangre fría y precisión sin ese empate a uno previo? Quién sabe. Queda para el fútbol-ficción.

Lo que es tan real como el sol que ha salido esta mañana es que el sevillista acudirá el próximo martes a Nervión con el ánimo bien restablecido. Y orgulloso de una gallarda lucha en la que no muchos confiaban. Su equipo rescató la casta y el coraje en una plaza de primera, recién estrenada, y ante un morlaco de más de 700 kilos que además, llegó a empitonarlo con ese gol de Diego Costa.

Enredado en la pésima racha de la Liga, aún escocido por el derbi, los sevillistas que le daban a su equipo "un 0,01%" de posibilidades de eliminar al Atlético cuando salieron las bolitas van a acudir a la vuelta bien esperanzados en que su equipo les acabe dando un ¡zas! en todo el pronóstico.

Y es que era difícil concebir un partido con más factores en contra antes del duelo para apostar por una victoria del Sevilla. Había sumado un punto, ante el Levante en casa, en los cinco últimos partidos de Liga. Montella, con su pésimo planteamiento y desarrollo de los partidos ante el Betis y el Alavés, daba evidentes señales de que aún no se había enterado de dónde había aterrizado. Y por si fuera poco, las redes sociales eran ayer un pestilente hervidero acerca de luchas intestinas en el vestuario. A eso había que unirle que el Sevilla apenas había arrancado tres empatitos en el Vicente Calderón desde que Simeone llegó con su látigo y que sus pretorianos andaban de victoria en victoria.

El gol de Diego Costa terminó de dar un giro de tuerca al desequilibrado pronóstico: el Atlético sólo había encajado 2 goles esta temporada en Gerona (2-2), en la primera jornada, y ante el Chelsea en el Wanda (1-2). Y eran ya 30 los partidos oficiales que habían disputado hasta ayer.

Cuando Costa soltó ese misil cruzado cualquier debate parecía zanjado: el Atlético había ganado sus 36 últimos partidos en los que había marcado Diego Costa. Quizá algún aficionado sevillista, quizá uno, confiaba en lo que sucedió en ocho minutos.

La fortuna premió la casta y el coraje con ese empate. Y Correa hizo el quite del perdón con un gesto torero. Su faena iba para lluvia de almohadillas y de repente con su arrancada y su sutil golpeo con el exterior del pie derecho paró el tiempo para decirle al sevillismo que el fútbol pronto desbroza caminos para la redención si hay casta y coraje para descubrirlos.

Esta vez no se derritió el equipo de Montella a la hora de juego. Esta vez el centro del campo que mejor carbura en este Sevilla, el que integran N'Zonzi, Banega y Mudo Vázquez, fue más enérgico y constante. Esta vez el eje de la zaga no se abrió en canal al primer soplido y se ató los machos ante Diego Costa. Esta vez Montella, aun lento en reaccionar, acertó con las entradas de Jesús Navas y Ben Yedder, decisivos en los goles.

Nervión no va a recibir a los suyos el martes con música de duelo. Hasta que vuelva la cruenta lucha, sonará una festiva rumba.

Y no estaba muerto, no no...

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