el derbi sevillano | la presentación

El factor 66

  • El poco tiempo para que el Sevilla se reponga de la Champions iguala un partido que además suele desatender a la calidad de uno y otro.

Izda. Sampaoli conversa con Juanma Lillo./ Dcha. Víctor Sánchez del Amo, con Adán en primer plano.

Izda. Sampaoli conversa con Juanma Lillo./ Dcha. Víctor Sánchez del Amo, con Adán en primer plano. / V.Rodríguez/A.Pizarro

Ni 66 horas. Unas 65 horas y tres cuartos, minuto arriba o abajo, transcurrirán desde que el francés Turpin pitó el final del Sevilla-Leicester y el madrileño Del Cerro Grande ordene que ruede la pelota en el derbi de pasado mañana en el Benito Villamarín. La Liga de Tebas no fue generosa con el tiempo de recuperación para los sevillistas al fijar el día y la hora del encuentro. Y aunque Sampaoli disfrute de un buen fondo de armario, el desgaste de los de rojo se hará carne cuando se encienda la hoguera verde. Que sea un factor decisivo en el desarrollo de la batalla está por ver. Pero de momento, va a condicionar el planteamiento del entrenador argentino y la composición del equipo inicial.

Es probable que salgan de rojo jugadores que no disputaron un solo minuto ante el Leicester, como Mercado, Mudo Vázquez, Pareja o Ben Yedder. Pero los Mariano, Escudero, N'Zonzi, Vitolo, Nasri o Jovetic, que jugaron el encuentro completo con los ingleses, repitan titularidad ni tres días después de un choque de mucha carga física... y también emocional. Que eso también desgasta.

Curiosamente, el último triunfo bético en un derbi en Heliópolis, en abril de 2006, también sobrevino tres días después de que el Sevilla recibiera al Zenit en aquellos cuartos de final de la primera Copa de la UEFA que conquistaron los de Nervión.

¿Dónde morder?

Por si no estaba claro que el Betis le iba a poner todo el ardor del mundo y más al partido de mañana, entra en juego ese factor 66 que termina de convencer a los verdiblancos de que el físico será primordial en los 90 minutos largos de litigio. Y ahí surge una gran incógnita: ¿Dónde va a ordenar Víctor Sánchez del Amo que sus pupilos saquen los colmillos? ¿Van a salir a provocar el error cerca de Sergio Rico, como ya hicieron con claro éxito ante otro paladín del juego en corto como es el Barcelona, o van a emular a las legiones romanas y parapetarse en formación de tortuga cerca de Adán?

Con los equipos de potencial técnico que han jugado en casa, como Las Palmas, Athletic y sobre todo Barça, el Betis presionó muy arriba. Y con eficacia. Y en cambio, la puesta en escena ante otros visitantes como Celta, Sporting o Valencia fue más tibia, dejándose querer. El Sevilla quiere la pelota, la iniciativa. Y tocar y tocar. El Betis puede aceptarlo para buscarle las espaldas con Durmisi, Dani Ceballos, Alegría y Rubén... u hostigar a los sevillistas e inducirles a jugar más directo, esto es, a contra estilo. Es la gran clave táctica en esa pizarra teórica que suele saltar hecha añicos.

La sobreexcitación

Al hilo de esa presión e intensidad que manará del Betis -aunque el Sevilla es de suponer que también saldrá con el cuchillo entre los dientes-, en estos partidos de corazones desbocados suele ser vital no caer en la sobreexcitación. Que al personal se le vaya la mano con la vena épica. Corazón caliente, pero cabeza fría.

Especial celo debe tener el Betis en no caer en la sobredosis de estimulación. Porque su sintomatología es propicia: al rotundo dato de llevar casi 11 años sin derrotar al vecino en Heliópolis y a lo maltratados que se sintieron por el árbitro en la primera vuelta, se une la ominosa derrota en Granada de hace justo una semana, que obliga a la plantilla bética a una redención urgente. Y qué mejor que hacerlo a costa del rival más odiado. Frisar la línea de la intensidad adecuada, sin caer en la sobreexcitación, será fundamental para los verdiblancos. Porque si la cruzan, pueden quedarse sin energías antes de tiempo o sufrir alguna expulsión. Y los sevillistas son letales en los últimos diez minutos de partido.

La sobreexcitación, del lado sevillista, puede llegar por verse en un ambiente tan declaradamente hostil, con toda la grada esta vez de verde, blanca y verde ante la ausencia -sólo virtual- de hinchas sevillistas.

Dinámicas positivas

En su trabajo psicológico durante la semana, Víctor habrá tratado de revitalizar la tocada moral de su tropa enfatizándole que, desde que él tomó las riendas, no han caído al abrigo de su hinchada. Tres victorias y cuatro empates. En todos los casos con un armazón defensivo: defensa de cinco siempre e incluso de seis la noche del Athletic, con cuatro centrales y dos laterales por delante. La visita del Sevilla, que siempre intimida y más analizando su copiosa cosecha como visitante -la segunda de la Liga-, impele a Víctor a reforzar esa actitud reservada.

Al otro lado del tablero, comparece un equipo que en sus salidas ha ganado seis veces, ha empatado tres y sólo cayó en otras tres. En su último viaje, restañó ante Las Palmas la herida de aquella polémica expulsión de Pareja en el primer minuto ante el Espanyol. Los sevillistas se sienten mucho más seguros lejos de Nervión que la pasada campaña con Emery. Colisionan, pues, dos dinámicas positivas, la primera como local y la segunda como visitante.

Los iniciados

Poca experiencia en derbis rezuman los actores en su gran mayoría. El gran maestro de ceremonias, Joaquín, será el líder espiritual de su Betis en el vestuario, como ya demostró en su arenga para sacar a sus compañeros de la depresión por lo de Granada. En la hierba estará Rubén Castro, muy baqueteado en estas lides, pero el canario no es hombre de contagiar veneno en la hierba. Eso quedará para Petros y, si juega, Dani Ceballos. El utrerano sí sabe mucho de derbis de potrero.

Entre los sevillistas, ya sin Reyes o Coke, quienes tienen más bagaje son los miembros de la quinta de 2013: Vitolo, Iborra, Pareja, Carriço. Pero el único con plaza fija en el once es el canario. El carácter y la ascendencia de Iborra sobre el grupo pueden ser muy positivon para los suyos, pero los caminos del amateurismo son insondables.

Que el currículum de derbis previos sea parco no quiere decir que el pique se atempere. También gravitan las cuitas personales: Pezzella querrá que Mercado, que defendió con él la banda sangre de River Plate, se vaya con bronca del estadio; Sarabia querrá vengarse del descenso con el Getafe en ese mismo estadio; Adán tiene una espina que sacarse tras su colosal partido en Nervión, el del 0-2 europeo, que de nada le sirvió luego.

Pitidos que dejan huella

El árbitro madrileño Del Cerro Grande tendrá una presión añadida para dirigir el partido por los cauces reglamentarios: del lado bético, ese polémico gol anulado a Álex Alegría en el derbi de la primera vuelta; del lado sevillista, aquel duelo de rivalidad de abril de 2013, en el que el equipo de Emery se puso 0-3 en el minuto 32 y acabó cediendo un 3-3 tras una reclamada roja a Medel.

Las expulsiones, por cierto, suelen jugar mucho en los derbis contemporáneos. Nadie cuenta con ellas previamente, pero suelen caer de un lado u otro.

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