Málaga-Sevilla FC · la crónica

Con tal candidez el podio es quimérico (4-2)

  • El Sevilla se despide del paraíso por sus propios errores tanto en el ataque como en la defensa.

  • Correa tuvo el 0-2 y lo que llegó fue el 1-1.

Punto final para la pelea del Sevilla por el título honorífico de campeón de los demás, ése que tiene el premio añadido de una plaza fija en la Liga de Campeones sin tener que pasar por el trago de una previa cruenta en agosto para uno de los equipos que la disputan. El conjunto de Jorge Sampaoli le dijo adiós, de no mediar una carambola casi imposible con el Atlético por medio, por la sencilla razón de que puede figurar como una acepción más en el RAE para el adjetivo "cándido". No se puede aspirar a grandes logros sin la mala leche que exige el fútbol a este nivel y esa definición es perfecta para los futbolistas sevillistas, salvo raras excepciones por supuesto, tanto en el área del rival, el Málaga en este caso, como en la suya propia. Para empezar, es imposible alcanzar un triunfo contra un adversario que juega enfervorizado por el empuje de toda una ciudad si Correa remata con la inocencia con la que lo hizo en la ocasión más clara, si se omite el penalti claro, que se les presentó a los futbolistas de ambas escuadras a lo largo de los noventa y pico minutos de juego. Hubiera sido el cero a dos apenas sobrepasada la media hora. Pero no fue eso sólo, también las facilidades defensivas de los hombres que vestían de amarillo albero cabe computarlas en el debe de esa ingenuidad.

Ése es el resumen de todo, el porqué básico para explicar la derrota del Sevilla en su visita a una Rosaleda que, como siempre, lo esperaba como si se tratara de la final de la Liga de Campeones a pesar de que el anfitrión prácticamente no se jugaba nada más allá del honor. Pero esto entraba dentro de la lógica y no cabe afeárselo al Málaga, faltaría más, la cuestión era reflejar sobre el terreno de juego las diferencias que dictamina la clasificación entre uno y otro equipo. Y eso fue justo lo que no hizo el cuadro nervionense por sus propios deméritos. Bastaba con oír las palabras del bigoleador visitante al finalizar el encuentro. "Este partido lo hemos perdido nosotros", aceptaba un amargado Franco Vázquez.

Era lo lógico después de su excelente nivel en esta ocasión, que no se vio correspondido en ningún momento por el resto de sus compañeros en lo referente a ese punto de maldad tan necesario en el deporte de máximo nivel para hacer que el adversario, sobre todo cuando es varios puntos inferior, hinque la rodilla. Al Sevilla le faltó eso, golpear cuando tuvo la ocasión para ello y cabe personificarlo en la oportunidad que se le presentó a Correa en el minuto 36 cuando el propio Franco Vázquez lo dejó en solitario con un excepcional pase de cabeza delante de Kameni. Al joven proyecto de gran futbolista que responde por Correa se le nublaron las ideas cuando se vio sin ningún rival que lo hostigara, pues ambos centrales tenían imposible llegar a alcanzarlo, y cuando la definición exigía sutileza, simplemente un pase a la red ante la salida de un Kameni vencido, le pegó por arriba en busca de no se sabe qué.

Sí, es injusto centrar todo el análisis en un error en concreto, pero es que el fútbol es así, la jugada fue trascendental, sobre todo porque el Málaga prácticamente empató en la acción siguiente, cuando más golpeado podía haber estado de haberse colocado con un cero a dos en contra. Un par de rebotes le bastaron a los blanquiazules en la jugada posterior para que Pablo Fornals evidenciara su rabia en el remate, justo lo contrario que Correa, e igualara todo con un potente disparo desde el borde del área. Es evidente que el grado de dificultad era muy superior, pero la pelota que acabó en la red fue ésta y no la otra.

El Sevilla, que tampoco había arrancado el juego para ser loado por su fútbol, había desaprovechado la opción de dejar K.O. al Málaga y a partir de ahí comenzaba a desarrollarse un combate nuevo. La baja por lesión de Mariano rescató a Mercado para que éste actuara ora como lateral derecho, ora como central diestro en defensa de tres: la reubicación de las piezas giraba entonces hacia el argentino más Pareja y Lenglet como zagueros, mientras que Sarabia y Escudero iban a los carriles. Por el medio se movían N'Zonzi, Kranevitter, Franco Vázquez y Correa, mientras que en la punta estaba Ben Yedder para sacar provecho de la endeble defensiva del cuadro de Míchel. Y con esos elementos, los visitantes sí fueron capaces de ir madurando el juego a pesar de los duros envites que recibían por parte de un mal juez llamado Martínez Munuera. Sencillamente porque no aplicaba el mismo reglamento ni en los derribos ni en las tarjetas amarillas.

Franco Vázquez intenta controlar un balón. Franco Vázquez intenta controlar un balón.

Franco Vázquez intenta controlar un balón. / Javier Albiñana

Tanto fue así que el Sevilla, después de una acción tremendamente dudosa en una caída de Franco Vázquez, que cuando menos junto a otra de Ben Yedder, era igual de digna de cobrar penalti que la que sí lo hizo con Sandro chocando contra Pareja, se puso por delante en una excelente contra que culminó el Mudo, bastante inspirado ante el gol, esta vez. Era el momento de golpear fuerte, pero ahí erró Correa y acertó Pablo Fornals.

Tras el intermedio, el Sevilla partió dispuesto a dar un paso adelante, incluso llegó el derribo a Ben Yedder por parte de Luis Hernández, pero Sandro castigó un fallo flagrante de Pareja. Otra vez a nadar contra la corriente, algo que ya sería una constante hasta el final. Sampaoli apeló a Iborra en el lugar de un Kranevitter que no merecía semejante castigo y el empate llegó igual que el 2-1. Esta vez falló Luis Muñoz y definió perfecto el Mudo.

Ahí le faltó un punto de ambición al Sevilla, entre otras cosas porque Sampaoli metió a Jovetic, sí, pero en lugar de Ben Yedder. Delantero por delantero. Y quien acertó en la estrategia fue el Málaga para castigar semejante planteamiento. Ya nada fue igual después del 3-2, los visitantes se vieron impotentes para reaccionar y el Málaga se adueñó del juego y del marcador. El Sevilla no fue capaz de alcanzar el paraíso cuando lo tenía cerca por culpa de su candidez, contundencia si lo quieren llamar de otra manera, y ahora deberá sacar fuerzas para alcanzar la orilla de la cuarta plaza. No es lo mismo, pero sí era el objetivo inicial. Así es el fútbol.

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