Valencia - Sevilla | la crónica

Mediados de abril, y cuál es la idea real (0-0)

  • El Sevilla de Sampaoli da por bueno el cero a cero en Valencia y lo consigue en un partido de mentira.

  • El técnico sale sin un delantero puro y sólo Jovetic, tras la lesión de Vitolo, tuvo una ocasión de gol de verdad.

Lenglet disputa un balón a Simone Zaza

Lenglet disputa un balón a Simone Zaza / EFE

Empate para el Sevilla que, seguro, sólo dejó satisfecho del todo a quien maneja la barca, a un Jorge Sampaoli que planteó la visita al Valencia con la intención de que cuanto menos pasara mejor para sus intereses y que finalmente consiguió justo eso, que no sucediera prácticamente nada. Igualada a cero, poso de insatisfacción si de verdad están peleando los nervionenses por la tercera plaza, cosa que cada vez parece más lejana, y, sobre todo, la incógnita de en qué consiste esa idea que tanto vendió el argentino cuando fue tratado como si fuera un verdadero gurú en el arranque de su periplo en el fútbol europeo. Porque, al parecer, ese plan es jugar sin delanteros muchos de los partidos y simplemente aguardar a que caiga la breva a través una posesión tan artificiosa que carece del más mínimo sentido.

Los fieles a la religión futbolística sampaoliana, los que están instalados en el fundamentalismo más absoluto, pueden argumentar que esa situación del juego sólo duró un cuarto de hora, el tiempo que tardó Vitolo en volverse a lesionar, otra vez en su musculatura, en la parte del cuerpo que más deben cuidar los profesionales a través del entrenamiento adecuado. Efectivamente, fue así y a partir de ese instante salió al campo Jovetic para que todo tuviera algo más de lógica. Pero es igual de indudable que la idea inicial del gurú era afrontar el litigio con Correa como único peón en la delantera. Otra situación, una más, que tiene que ver más con la teoría que con la práctica durante la hégira sevillista del técnico nacido en Casilda, Argentina.

Se abre un paréntesis en este punto y conviene resaltar que Jovetic apenas llevaba dos minutos sobre el césped cuando una presión de Sarabia condujo al montenegrino a plantarse en solitario delante de Diego Alves, previo toque de Franco Vázquez. La pelota, en la ocasión más nítida para los visitantes durante los 94 minutos que estableció González González, se fue al poste de la portería valencianista. Jovetic, cabe insistir, acababa de salir y hasta ese momento todo lo que se había podido rescatar del arranque del encuentro era un susto para Sergio Rico en una falta lateral defendida por Pareja; un remate desviado de Zaza; y un paradón del guardameta sevillista a disparo de Orellana en la jugada en la que la musculatura de Vitolo dijo basta.

Iborra forcejea con Simone Zaza Iborra forcejea con Simone Zaza

Iborra forcejea con Simone Zaza / EFE

Ésa fue la respuesta que le dio este Valencia-Sevilla a la idea de Sampaoli, a ese amateurismo que establece, en demasiadas ocasiones incluso, que se puede jugar sin ningún solo delantero claro cuando el equipo sale de la protección de los suyos. Ya aconteció en Turín, Lyon, Santiago Bernabéu y el Camp Nou con anterioridad y en ninguno de esos recintos había marcado ni un solo gol la tropa de Sampaoli. Este domingo, en el repóquer de encuentros planteados de esa manera, tampoco lo consiguió. Y es que no hay nada como ser terco a la hora de tropezar hasta cinco veces en la misma piedra. Eso sí, la idea será igual de venturosa en un cuerpo técnico que llegó a apuntar que saltaría al campo con 11 medios centro si fuera preciso.

Pues dentro de ese planteamiento, una vez más, el encargado de recitar el papel de delantero era Correa, con su compatriota Franco Vázquez cerquita de él. Las bandas eran para Vitolo y Sarabia, acompañados de las subidas, no muchas eso sí, de los dos laterales. Iborra, que podía haber sido un candidato a la delantera como en los tiempos de Unai Emery, se colocaba junto a N’Zonzi para armar un muro que hacía imposible cualquier búsqueda de Zaza en el juego directo que ordena Voro a los suyos. Atrás, con Pareja y Lenglet, la zaga no pasaba por mayores sobresaltos que los que pudieran originar fallos propios.

Con esa idea planteó el juego Sampaoli y el resultado fue que el argentino se pudo marchar satisfecho al intermedio. Si quería que en Mestalla sucediera lo mínimo posible y que los espectadores que habían desafiado al fuerte calor entraran en estado somnoliento por el aburrimiento, la verdad es que lo consiguió. Aparte de la ocasión relatada de Jovetic con su disparo al poste no se puede resaltar nada más en la producción ofensiva de los forasteros, salvo un disparo intencionado de Sarabia que se fue fuera a la izquierda de Diego Alves.

Se enfrentaba el Sevilla, cierto, al Valencia, a un club más histórico que él y tal vez con mayor potencial económico incluso, pero la tabla clasificatoria sitúa a los levantinos en la posición undécima, más o menos en la mitad después de tres triunfos consecutivos. Sirva este inciso para resaltar que si el Sevilla quería pelear de verdad por la tercera plaza, como había dicho el propio Sampaoli en esa rueda de prensa en la que se movió en el terreno de la mentira con una extraordinaria habilidad, tenía que cambiar el plan tras el descanso para proyectar a un equipo mucho más ofensivo. Para nada, otra mentira más, esta vez en el césped.

El Sevilla siguió con el mismo plan de protegerse con el balón, de sobarlo y sobarlo, pero sin proyectarlo de veras. Alguna llegada de Jovetic, pero fue muy poco para el dominio ejercido por N’Zonzi en el centro del campo. Basta recurrir al dato objetivo para comprobar el conformismo del amateurista. Su único cambio fue Montoya por Franco Vázquez en el minuto 82. La idea, a tenor de lo que se vio en el verde, fue empatar a cero. Ésa es la única verdad, el bla, bla, bla es una mentira más; total si da igual engañar una y otra vez en ese “no escucho y sigo”.

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