Perdón

La superación de Rocío y Lágrimas

  • La Hermandad del Perdón sale en procesión a pesar del incidente con el manto de su titular

NADA ni nadie podía hacer que este año la Hermandad del Perdón no realizara su estación de penitencia. Nada ni nadie podía ahogar la ilusión de los hermanos por disfrutar de su Miércoles Santo. Nada ni nadie podía arruinar el sueño de sus nazarenos. Y nada ni nadie podía evitar el lucimiento de Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de Rocío y Lágrimas. Ninguna acción dañina podía fastidiar este gran día para la hermandad.

Los alrededores de la iglesia de San Roque bullían de gente casi una hora antes de la salida del Perdón mientras los abuelos del Buen Pastor esperaban sentados en los laterales del pórtico. Había que coger sitio para ver una de las salidas más especiales de la Semana Santa cordobesa. En un pequeño ensanche en la estrechez de la calle Buen Pastor aparece el templo. Parece imposible que un paso de las medidas del Misterio del Perdón pueda salir por esa puerta, que el palio de la Virgen pueda pasar sin que los varales rocen la fría piedra. Pero cada Miércoles Santo -si la lluvia lo permite- se obra el milagro y por ese pequeño vano aparecen las bellas imágenes de esta cofradía.

Calor y sudor a la espera del Perdón, aglomeración alrededor de la iglesia, los músicos tras la multitud a la espera de recibir la orden para empezar a tocar, abuelas que se quejan porque los costaleros le tapan la visión y niños volcando su curiosidad sobre lo que en ese momento sucede. A las 16:45 el Señor del Perdón ya asomaba por la puerta de San Roque. "Papá, ¿pero cómo puede andar?", "Papá, ¿por qué los romanos querían matar a Jesús?", "Papá, ¿a la Virgen también la querían matar?", preguntaba insistentemente un niño mientras su progenitor contestaba con toda la paciencia del mundo para saciar la curiosidad del pequeño.

Una vez fuera y ya montadas todas las patas del paso, los costaleros se disponen a hacer una última levantá antes de emprender rumbo a la calle Valladares. El capataz, Luis Miguel Carrión Curro -que no falta ningún año a su cita con esta hermandad- se pone el frente, y agarrando el llamador, dedica la levantá a Paquito Campos, que por una enfermedad no puede salir bajo el paso.

Pero ayer la máxima expectación se centraba en María Santísima de Rocío y Lágrimas que, a pesar del daño que sufrió el pasado lunes su manto, salió -vistiendo el manto antiguo de la Virgen de la Amargura, algo más claro que su característico azul noche- radiante de su templo dispuesta a deslumbrar por las calles de Córdoba.

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