Semana Santa

Y las puertas del Cielo se abrieron

El Cristo de la Agonía, en el interior de la Mezquita-Catedral.

El Cristo de la Agonía, en el interior de la Mezquita-Catedral. / R. Gráfico: José Martínez

Los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Salud esperan pacientes y enmudecidos la salida del Señor de la Agonía. El Cristo al que dio vida tallada Antonio Castillo Ariza allá por 1954 compone una impresionante imagen sobre su paso enmarcado en la puerta de las Palmas de la Mezquita-Catedral. Las puertas del Cielo parecen haberse abierto mostrando su calvario. Como ya hiciera el pasado año, va a emprender su marcha desde el primer templo de la Diócesis para atravesar un Patio de los Naranjos que destila olor a primavera y a azahar convertido en una especie de Torre de Babel, donde se mezclan las lenguas que hablan los turistas, pero nunca los sentimientos que despierta entre quienes lo observan. Le esperan nueve horas de un caminar costalero hacia su barrio del Naranjo sobre su paso de Misterio guiado por Jesús López, nueve horas de un caminar agonizante que es tan sólo el preludio de su victoria sobre la muerte.

En ese caminar echa de menos a su Madre, pero quien le acompaña sabe que más temprano que tarde -quizás el Martes Santo de 2018- le seguirá en palio Nuestra Señora de la Salud, algo que sueña la hermandad desde que en 1988 Miguel Ángel González Jurado le diera vida tallada a la Dolorosa. Como si fueran ángeles, las esclavinas alivian con la alegría que destilan el sufrimiento de Cristo crucificado, que vuelve a ser ultrajado por esos tres soldados romanos que sortean su túnica, le dan a beber vinagre para saciar su sed y le clavan una lanza en el costado, del que acabará brotando el símbolo eucarístico de la sangre y el agua.

También en ese caminar sigue echando de menos a Agustín Molina Ruiz, a quien todo el mundo conocía como el Padre Ladrillo, sacerdote fallecido en 1995 y que durante casi cuatro décadas fue párroco de Santa Victoria -la casa del Señor de la Agonía-. El Padre Ladrillo dejó una honda impresión en su feligresía por la labor llevaba a cabo en la construcción de equipamientos sociales para la parroquia. Una ofrenda floral de la hermandad en plena estación de penitencia lo vuelve a hacer presente, mientras los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Salud, que ya dejaron de estar enmudecidos, lo acompañan dándole vida musical a su agonía salvadora para volver a anunciar que "Todo está cumplido".

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