Semana Santa

El previsor de la Expiración

  • Ramón Cuevas prepara con precisión de cirujano el utillaje que acompaña a su cofradía para resolver con eficacia cualquier incidente que surja en el desfile

Hay un cable que sobrevuela la plaza de las Tendillas, en la entrada a Jesús y María y junto al quiosco de las palomitas, por el que cada Viernes Santo contiene la respiración Ramón Cuevas, el encargado del utillaje de la Hermandad de la Expiración: "A veces imagino que el paso lo toca y que sufre desperfectos. Que se viene abajo la cruz entera de golpe", dice. Ésta sería una de las peores experiencias para un hombre que vive la Semana de Pasión pendiente del carro de las herramientas, de que el aguador sirva a los costaleros y de que el pertiguero resuelva, puntual, todas las dificultades del camino.

Cuevas es hermano de la Expiración desde 1967: "Me llevó un compañero de trabajo y la hermandad me atrajo bastante porque había mucha gente joven, mucha comunicación entre todos. Quedábamos casi todos los días y hasta me metí en el coro", relata. Hace cinco años, Cuevas se cambió el atuendo de penitente por el traje y la corbata, aunque lo suyo no es protocolario: "Tengo que estar más pendiente que nunca de que no haya ningún fallo, de que no se caiga ningún candelabro, que los cables no rocen…", dice.

Así que, desde su puesto, la procesión no se vive con tranquilidad: "Se pasan muchos nervios. Lo pasas fatal cuando crees que los costaleros van a rozar el paso contra una pared", cuenta Cuevas mientras contiene la respiración. Su preocupación empieza varios días antes de la procesión: "Hacemos el recorrido completo para ver qué dificultades podemos encontrarnos". Y, el Viernes Santo, por la mañana, prepara minuciosamente el carro de las herramientas: "Lo más preciso es que no falte una llave inglesa. También hay que echar martillo, cuatro o cinco llaves fijas, alambre, tornillos y puntillas". Tampoco deben faltar un extintor y, si las nubes auguran tormenta, unos buenos plásticos. Cuando el cielo está oscuro, de hecho, los nervios se multiplican: "La decisión de salir o no pone la carne de gallina".

Todo tiene que estar listo porque, en el caso de que se produzca algún incidente, el paso sólo puede parar unos segundos. "A veces con un apañito es suficiente", dice Cuevas, pero otras ocasiones el daño es irreparable: "Una vez se cayó un farol del paso de palio. No se podía instalar de nuevo y tuvimos que quitarlos".

El utillero también tiene que estar pendiente del bienestar de los costaleros. Y, en los días de calor, el agua es imprescindible. En el paso de misterio de la Expiración, los costaleros se compran sus propias botellas, pero el palio sí requiere los servicios habituales del aguador: "Tiene que situarse cerca, pero sin entorpecer", dice. El encargado de esta labor porta durante todo el itinerario garrafas de agua de 25 litros en un carrito y, a lo largo de la procesión, se consumen un centenar de litros. En el caso de que llueva, claro está, el agua sobra: "Me pongo nervioso pero, sorprendentemente, no soy de los que llora", asegura.

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