La Expiración

Cuando la muerte pasa por el templo de San Pablo

  • La hermandad estrena el corazón atravesado por siete dagas de María Santísima del Silencio

"Te has puesto muy lejos, desde aquí no se ve nada", recrimina una hija a su madre en Capitulares y que quiere ver, desde el mejor sitio posible, la salida de la Cofradía del Cristo de la Expiración, María Santísima del Silencio y Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Justo en frente del Ayuntamiento, una imagen extraña: dos guardias de seguridad privada vigilan, custodian la verja de San Pablo. En esta tarde, casi noche ya, el silencio no acompaña. La bulla no calla ni un segundo. Ni si quiera al salir la cruz de guía de la hermandad.

Sólo la Capilla Musical Lux Aeterna parece amansar a la gente, que no se cansa de fotografiar el paso. El Cristo de la Expiración ya está bajo el arco del templo de San Pablo, que este año estrena nueva cruz arbórea, obra del artista local José Carlos Rubio. Un minuto. Dos. Tres. Son demasiados hasta que el paso avanza, al igual la noche, la más triste de la Semana de Pasión. No hay tirones, la levantá es suave y los costaleros suben el paso despacio. Como la muerte de Jesús en la Cruz. Su mirada es suplicante al cielo para que todo concluya de manera inminente. A su lado, la Virgen del Silencio, que estrena el corazón atravesado por siete dagas y que mira al suelo. ¡Qué diferente es el dolor de ambos! Tampoco hay sones de marcha, ni gritos como en otros desfiles procesionales más bulliciosos y sonoros. Tras ellos, los nazarenos con la cruz de madera sobre el hombro derecho; tras ellos, los nazarenos con sus ciriales de color tiniebla. Un grupo de esclavinas cierra el cortejo del Cristo de la Expiración. Savia nueva para la hermandad, que puso su valioso patrimonio en la calle en una tarde espléndida de Viernes Santo para todas las hermandades.

El cielo cada vez está más oscuro en Capitulares. La noche se va haciendo poco a poco. Los fieles siguen hablando. Demasiado para esta tarde. Demasiado alto para el Viernes Santo. En el cielo ya casi roza la noche y el paso de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos ya está bajo el arco de San Pablo. Los cirios encendidos dan luz en el principio de la noche. El Cristo de la Expiración ya está en el palquillo de horas de la Carrera Oficial cuando el recogimiento, por fin, se hace en Capitulares. Avanza elegante y majestuosa la Dolorosa de San Pablo. Silencio para los aplausos. Un abuelo sostiene a su nieto, de apenas un par de años, en brazos y el pequeño se sorprende al ver a la Señora y rompe a llorar. Consuelo para él con un abrazo, el que no encuentra la Virgen al seguir a su Hijo que expira.

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