Semana Santa

Más dudas de las necesarias

  • El sentido común gana al corazón y deja los pasos en las iglesias el Jueves Santo.

CUANDO llueve, no cuando la previsión meteorológica puede llegar a interpretarse como parcialmente favorable, sino cuando llueve de verdad, no ha de haber dudas para suspender una procesión. Ése fue el escenario que se vivió en la tarde del Jueves Santo en tres puntos de la ciudad: en la parroquia de San Álvaro de Córdoba (Poniente), en la iglesia de Jesús Nazareno (plaza del Padre Cristóbal) y en el convento de San Cayetano. En todos estos lugares había motivos realmente objetivos para que imperara el sentido común desde un primer momento y desoír así los dictados del corazón. Aún así las hermandades de la Sagrada Cena, el Nazareno y el Caído, respectivamente, se dieron una oportunidad en un intento tan de buena voluntad como inútil para evitar esa indeseable decisión de suspender el cortejo y mandar a los nazarenos a sus casas. Estas tres cofradías pidieron la media hora, pero la lluvia fina y algún que otro chaparrón que cayó en estos tiempos muertos cercenaron la poca ilusión que les quedaba.

El Jueves Santo fue una jornada de luto prematuro en la ciudad y el culpable, como no podía ser de otra manera, fue el maldito tiempo, ése que es capaz de hacer que un cortejo se eleva a la máxima categoría con un simple juego de rayos solares, pero también el mismo que parece estar autorizado para frustrar estaciones de penitencia de tanta vistosidad como las que el Jueves Santo debieron celebrarse por las calles de la ciudad. El portal del televisivo José Antonio Maldonado, eltiempo.es, no dejaba duda alguna sobre si debían o no salir las procesiones de sus templos. Llovería, con mayor o menor intensidad a lo largo de todo el día. Y, efectivamente, así fue. Las precipitaciones no se detuvieron prácticamente desde las tres y media y cuatro de la tarde -depende el barrio de la ciudad en el que se encontrase el cofrade en cuestión- y la fuerza con la que llegó a caer el agua en determinados momentos fue tal que numerosos fieles tuvieron que buscar refugio bajo árboles, soportales o simplemente tapándose con un paraguas.

Las que menos dudaron, aunque es verdad que también lo hicieron, fueron las Angustias y la Buena Muerte, las cofradías que celebran su cortejo en último lugar, la primera poco antes de las 23:00 y la segunda a partir de la medianoche y durante media Madrugada cordobesa. Las otras dos, el Esparraguero y la Caridad, decidieron también suspender muy a su pesar sin más explicación a sus hermanos que la intensa lluvia que había caído, la que estaba cayendo y la que aún quedaba por caer. Sobrados motivos para tomar esta fatídica pero sensata y madura decisión que poco gusta a tantísima gente -sobre todo el que está en la calle resguardado bajo un paraguas-. Tanto el portal de Maldonado como cualquier otro servicio meteorológico con credibilidad, como la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) o el norteamericano The Weather arrojaban un riesgo de precipitaciones del 100% . Sin paliativos.

LA CENA

A las 16:40, apenas 40 minutos después de la hora en la que cruz de guía de la cofradía de la Sagrada Cena debía cruzar bajo el dintel de la parroquia de San Álvaro de Córdoba y dirigirse, con paso firme hacia la carrera oficial. Su junta de gobierno optó por renunciar a la salida procesional. Fue en ese momento cuando tanto nazarenos como costaleros rompieron a llorar y soltar la rabia contenida desde que conocieron la escasa probabilidad que había de echarse a la calle. La negativa de la corporación radicada en el barrio de Poniente se convirtió en el peor presagio para uno de los llamados -con todo derecho y merecimiento- días grandes de la Semana Santa de Córdoba. La medida adoptada por la hermandad corrió como la pólvora en el exterior del templo. "Que no sale y que no sale", apuntó con gesto de contrariedad un integrante de la cuadrilla de Rafael Soto. Surgió entonces el debate sobre si había sido adecuada o no la suspensión del cortejo, pero un chaparrón de muy considerable intensidad cerró a cal y canto esas bocas -pocas pero existentes pese a la lluvia que caía- que hacía apenas unos segundos cuestionaban lo decidido. "Mensaje divino", sentenció uno de los más críticos hasta entonces.

NAZARENO

En el interior de la iglesia de Jesús Nazareno parecían desconocer lo que se había decidido hacía ya algo más de una hora en el barrio de Poniente. La junta de gobierno de la cofradía del Nazareno decidió contra todo pronóstico darse una primera hora para ver cómo evolucionaban las nubes. Confiaban en un milagroso fenómeno meteorológico que, previo cambio de dirección del viento, apartara las nubes de la ciudad durante, al menos, las horas que precisa esta cofradía para cubrir su recorrido penitencial. Pero, claro, no fue así. Alrededor de un centenar de personas que se aproximaron a la plaza del Padre Cristóbal aguardaban con cierta resignación nuevas noticias que les llegaran desde una puertecita que se abría de vez en cuando para que algún hermano de Jesús Nazareno arrojara algo de luz en este asunto. Enganchados a la radio para escuchar la última hora del resto de sedes canónicas, los allí presentes supieron finalmente, de primera mano y sin intermediarios, que la procesión había quedado suspendida. Otra hasta el año que viene, el segundo de la tarde, el que se vivió en este angosto rincón del Casco Histórico.

CAÍDO

Un manto de paraguas mayoritariamente de color negro cubría casi por completo la cuesta de San Cayetano prácticamente desde la cinco de la tarde. Esta imagen no aportaba la más mínima esperanza para ver en la calle al Señor de los toreros, esa imagen que, junto a la Soledad, tantísima devoción despierta en muchos miles de personas en la capital y también en el mundo del toro. Sin embargo, a pesar de que la cuesta se encontraba cubierta por paraguas, de que llovía de manera incesante, de que otras cofradías ya habían dado su brazo a torcer y, sobre todo, de que todos los servicios meteorológicos apuntaban con claridad un más de lo mismo, la cofradía carmelita siguió aferrándose al milagro y optó por aplazar el cortejo. De poco le sirvió una demora que apenas si valió para que algunos de los centenares de fieles que se desplazaron a territorio carmelita mantuvieran aún con vida la esperanza. Una vez que la cofradía decidió suspender la estación de penitencia, pocos minutos pasaron para mostrar a los titulares, un gesto que se repitió en todas aquellas iglesias de la ciudad desde donde estaba previsto que arrancar un cortejo procesional.

ESPARRAGUERO

En los aledaños de la parroquia de los Padres Trinitarias, como suele decirse en el argot más coloquial, nadie daba ya un duro por ver al Cristo de Gracia en la calle. Para una mayoría era una posibilidad tan remota que a muchos les hizo abandonar este lugar para volver a visitarlo en el momento en el que la cofradía abriera las puertas de su cocherón -que da a la plaza del Alpargate- para contemplar a sus titulares. La mejor noticia que pudo dar esta hermandad es que no existía una hora fija de apertura de puertas, sino que iban a permanecer abiertas hasta que hubiese un solo fiel allí, una medida balsámica para aliviar el dolor que produce la suspensión de un cortejo procesional. Hasta allí se desplazaron varios millares de personas a lo largo de la tarde-noche procedentes de todos los puntos de la ciudad, algunas de ellas visiblemente emocionadas por tener tan cera al crucificado de cañaheja y pelo natural.

CARIDAD

Sin espectáculo legionario se quedó el numeroso público que acude cada Jueves Santo al barrio de San Francisco sólo para contemplar el vistoso desfile marcial del más de un centenar de efectivos del Tercio Gran Capitán de la Legión. Sólo quienes se desplazaron a este rincón de la Ajerquía pudieron cumplir su objetivo de ver y rezarle al Señor de la Caridad, una de las imágenes más valiosas de la ciudad. La hermandad respondió con gran sentido común a las adversidades climatológicas al suspender casi sin dudas la procesión. Además, para satisfacer el deseo de los fieles que se aproximaron a la parroquia de San Francisco y San Eulogio, situó con prontitud a su sagrada imagen en la puerta del templo para que la contemplaran los cordobeses que así lo desearan. También lágrimas y gestos de resignación tanto entre los hermanos de la cofradía como entre los devotos del titular de una de las corporaciones que cuenta con un guión de mayor valor artístico en la ciudad. No había necesidad ni apenas dudas para exponer tan valioso patrimonio al capricho de la lluvia.

ANGUSTIAS

Hay quien dice que la suspensión del cortejo procesional de las Angustias era una decisión que llevaba tomada desde hacía días, pero esto no era del todo cierto. Es verdad que los hermanos de esta cofradía eran conscientes de las escasas opciones que tenían de echarse a la calle, pero tampoco es menos cierto que la junta de gobierno consultó todo lo consultable en lo que a previsión meteorológica se refiere para decidir con sentido común. Sabían que iba a llover a pesar de que en el momento en el que estaba prevista la salida el cielo se encontraba absolutamente despejada y que lo haría además en un momento en el que no tenían posibilidad de cobijarse, así que no había motivo alguna para poner en riesgo a su titular, una imagen que hace poco menos de un mes llegó a la ciudad después de someterse a un profundo proceso de restauración. No se equivocaron lo más mínimo. Llovió cuando estaba previsto que lo hiciera y además estas precipitaciones se registraron con un intensidad de tal calibre que podría haber deparado unos lamentos absolutamente evitables, como así fue.

BUENA MUERTE

Los cordobeses tenían depositadas todas sus esperanzas en la procesión de la Madrugada, la del Cristo de la Buena Muerte, pero esta tímida esperanza tenía su fundamento en el hecho de que el cielo se encontraba despejado, eso sí, de una manera absolutamente provisional. Tan efímera era esta tregua y tal era el grado de conocimiento que la junta de gobierno de esta corporación tenía sobre ella que fueron quienes decidieron su negativa a salir con mayor prontitud.

No hubo aplazamientos y ni siquiera generaron la más mínima duda por parte de los fieles que se acercaban a la iglesia de San Hipólito. Los mayores chaparrones que cayeron se registraron además a lo largo de la Madrugada, lo que abundó en el acierto de la cofradía del Cristo de la Buena Muerte en una decisión triste pero necesaria.

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