Misericordia

El día se hace noche en San Pedro

LA ternura del niño que se agarra a la mano de su padre. La bondad en la mirada de la madre que los mira. La sensación de que a su lado no puede pasar nada y de que, pase lo que pase, siempre estará el perdón, la misericordia. Esa atmósfera es la que reinaba ayer en los alrededores de San Pedro, donde un barrio con sabor a pueblo se dio cita para ver a una de las hermandades con más sobriedad y elegancia de la Semana Santa cordobesa, la Misericordia. San Pedro es uno de esos sitios con solera que recuerdan que la humanidad no se ha perdido todavía entre altos y estrechos edificios que invitan al individualismo. Allí la gente se saluda y se pregunta por la salud, por el colegio de los niños o por la última receta sobre pescado. Y allí todos se unen en los momentos especiales, como el de la noche de ayer. No están solos, muchos cordobeses de otras zonas acuden a la basílica de San Pedro para ver con cierta envidia esa forma de vida entre los vecinos y para admirar al Cristo de la Misericordia y la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo.

Los alrededores del templo se llenaron desde mucho antes de la hora prevista de la salida con mucha presencia de jóvenes. Esta vez no hay dudas de si la hermandad saldrá o no realizar estación de penitencia, pues el cielo está totalmente despejado, lo que deja una plaza abarrotada de gente. Algunos de los presentes, quizá, no entienden demasiado el significado de ese momento esperado por el barrio, pues hay que pedir silencio para acallar a la multitud en el momento de la salida de los titulares. Espectacular el paso del Cristo de la Misericordia que deslumbra entre los últimos rayos de sol mientras va abandonando la basílica para reunirse con su pueblo. La imagen estrenaba la cruz, inspirada en el simbolismo del árbol, pero la sobriedad del Crucificado era la misma que años anteriores. La Agrupación Musical Caído-Fuensanta toca la Marcha Real cuando la Misericordia ya está en la calle. Un giro ajustado para enfilar la calle Don Rodrigo la imagen se aleja para iniciar su recorrido hasta la carrera oficial sobre un manto de claveles rojos que adornan el paso dorado.

En estos minutos que han pasado, apenas unos 15, el sol ha empezado a esconderse. El día da sus últimos coletazos y deja paso a una noche intensa para los cofrades de San Pedro. Es justo en ese momento de la puesta del sol cuando empieza a intuirse a la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo, que no defrauda nunca con su manto malva y oro y esa mirada de dolor buscando el consuelo de la fe. Otra vez silencio para disfrutar de esos minutos, segundos, en los que se ve por primera vez a la virgen en su encuentro con el pueblo. Y cuando la dolorosa gira detrás del Crucificado para recorrer las calles del barrio es cuando ya se ha hecho la noche y el cielo se ha teñido de oscuridad. Es entonces cuando la cara de la Virgen de las Lágrimas se ve incluso más bonita iluminada por la candelería del paso y cuando empieza la estación de penitencia.

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