La Merced

Sol mercedario en el Zumbacón

  • Un aldabonazo muy puntual rompe con la incertidumbre de unos fieles temerosos por la aparición de las nubes

A pesar de que el radiante sol obligara a encoger la mirada y a colocar las manos como viseras, los fieles seguían sin creerse que la procesión de la Merced volviera a brillar con la fuerza de hace sólo dos años. La incertidumbre y el temor a que una nube descargara y empañara así el desarrollo del cortejo rondaba por la cabeza de los centenares de devotos que acudieron a los alrededores de la parroquia de San Antonio de Padua. El pasado más inmediato -sólo 13 corporaciones llegaron a la Carrera Oficial en 2007- y las variables predicciones meterológica pesaban tanto que casi obligaban a ponerse en lo peor.

El suspiro de alivio llegó cuando el fiscal de horas, entre el bullicio de los vecinos del Zumbacón, comenzó el camino hacia el portón por el que unos instantes después se levantaría la cruz de guía. Sólo fue un aldabonazo al metal, pero sonó como una bella melodía entre los asistentes, que vieron cumplido el sueño de ver otro año más a sus titulares en la calle, un momento que se tradujo en esperanza al tratarse de la primera procesión del Lunes Santo.

"Ahora sólo hay que rezar para que no llueva, porque en internet he leído que hay alguna probabilidad de que pueda caer algo". Este mismo comentario, con unos u otros matices, fue el más repetido en la salida de la procesión de la Hermandad de la Merced. Sin embargo, los fantasmas de la lluvia -ya aturdidos desde el aldabonazo inicial- desaparecieron por completo en el momento en el que asomó el paso de misterio del Señor en la Coronación de Espinas, más dorado y resplandeciente que nunca. Los rayos solares impactaron con fuerza en las láminas de oro bruñidas sobre la madera.

En apenas unos minutos, el pesimismo se había convertido en un total optimismo y el temor en alegría rotunda por cada rincón del Zumbacón. El Señor estaba ya en la carretera de Almadén y la Virgen de la Merced, situada bajo su palio a unos 50 ó 60 metros, aguardaba todavía su momento.

La esperada fiesta de la luz del Zumbacón había comenzado. Allí estaban todos sus vecinos, algunos de ellos vestidos de domingo y otros con el atuendo laboral para salir a toda prisa hacia sus trabajos una vez vieran el palio de la titular, que ayer estrenó la terminación de su bordado sobre terciopelo azul. Entre todo este barullo de gente, se alineaba una larga fila de penitentes ataviados con hábito de color blanco mercedario y portando cirios claros con el escudo sellado de esta orden religiosa.

Con la salida del sol y el redoble de campanas del templo de San Antonio de Padua, tanto la cofradía como el barrio ofrecieron sus peculiaridades estéticas. La saya blanca de la Virgen, la conjunción de los sonidos de las cornetas y tambores de la Banda de la Coronación, el numeroso grupo de niños con esclavina y el ambiente estrictamente festivo que mostraron sus vecinos fueron algunos de los muchos detalles que se dejaron ver en la procesión.

También la pareja de capataces del paso de palio de la Virgen de la Merced, formada por los hermanos José y Sebastián Fernández, dejaron claro que, guste más o menos, dirigen a su cuadrilla de una manera diferente al resto de capataces de la ciudad. José Fernández prácticamente susurra a sus costaleros y un gesto o una mirada cómplice a su hermano Sebastián le valen para corregir la posición del paso en la calle. "¡Cuánto hay que quererla para trabajar así de bien!", exclama José a los suyos, al tiempo que los anima con un grito de muy pocos decibelios: "¡Así la queremos, al cielo!".

La alegría y la luminosidad de este cortejo han hecho olvidar aquellos años -década de los 90- cuando la Merced, con un esfuerzo increíble de sus hermanos, surcaba las calles de la ciudad en la Madrugada del Viernes Santo. La imagen procesional ha variado mucho desde entonces.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios