Vía Crucis

Luto y contraste en La Trinidad

  • La Hermandad de Penitencia del Vía Crucis impone la diferencia del Lunes Santo con sus tambores roncos, el tañir a muerto de las campanas y el absoluto silencio de sus penitentes

De la bulla exagerada y animosa al silencio. De la luz de la tarde a la espléndida oscuridad de la noche. Es el turno de la Hermandad de Penitencia del Vía Crucis, que con su desfile procesional impone uno de los mayores contrastes del Lunes Santo en Córdoba.

Las peticiones de silencio son constantes y los fieles responden. El silencio en la Plaza de la Trinidad sólo se rompe por culpa del crujir de los que comen pipas y alguna que otra llamada al móvil. La oscuridad se hace en esta parte del centro de la capital. La luz del templo se apaga y el silencio desaparece para hacer hueco al sonido de cuatro tambores roncos en su interior.

Sin lujo ni ostentación, hasta la emoción está contenida. La bulla enmudece cuando se abren las puertas de la iglesia. Las campanas tañen. Doblan a muerto, una y otra vez. Una y otra vez. Es continuo. Dolor y misericordia.

La Cruz de Guía abre el vía crucis. No ha habido llamada al portón en la iglesia de la plaza que preside Luis de Góngora. Un nazareno. Zapatillas de esparto y un rosario por cíngulo. Dos nazarenos, dos cirios. Cuatro tambores. Hasta el aire frío que sopla en La Compañía se detiene un instante. Todo en negro. Negro. Luto por el Cristo de la Salud, custodiado por cuatro hachones de color amarillo tiniebla, que portan tres penitentes. Las campanas funerarias del templo imponen también su silencio. Es de noche en la plaza, algo que no ocurrió el año pasado. Ayer, las estrellas sí que encontraron su hueco para guiar al cortejo y a sus penitentes vestidos de riguroso luto.

"Toda la vida es un camino que nos lleva a Dios y hay que encontrar un horizonte en la cruz de Jesús porque Él es la vida". Así comienza el rezo del vía crucis en la parroquia de San Juan y Todos los Santos. Bajo el arco barroco de la iglesia de la Trinidad, su párroco, José Juan Jiménez, insiste en la necesidad de "huir de la falsedad y también de la mentira". "Sólo una sociedad que se construye sobre la verdad progresa", incide. Recuerda a los fieles que el Cristo de la Salud sale cada año el Lunes Santo a la calle "para que sanen todos los que sufren en silencio". Y el silencio vuelve a La Trinidad. Los tambores roncos ya están en la calle Blanco Belmonte en el camino de algunas de las vías más angostas de Córdoba. El cortejo enlutado prosigue en la noche fría del Lunes Santo. Todavía restan trece estaciones de penitencia, doce caídas, para que la hermandad concluya el vía crucis. Hasta que vuelva al templo de la Trinidad después de una noche en la que el silencio se impone y en la que las oraciones y plegarias se suceden una tras otra. Como las campanas, como el golpe hueco del tambor.

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