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El Polígono de San Pablo

Una nueva historia que contar

  • La cofradía fue recibida con aplausos en su primera entrada en la Campana, adonde llegó con antelación

Hay fechas que quedan grabadas en el colectivo de un barrio. De una ciudad. La de ayer fue sin duda una de ellas. Era el Lunes Santo del Polígono de San Pablo. Pero, como en cualquier historia que acaba de comenzar (y ayer se hizo historia), hay que atender a su prólogo. Eso lo sabe muy bien el diputado mayor de gobierno de esta hermandad y su grupo de trabajo. Lo conocen a la perfección Manolo Leal, Javier Navarro y Antonio Pérez. Tres años de trabajo y tres meses dando todo su tiempo a la hermandad. Era el primer año de la cofradía y todo tenía que estar bien atado.

Y así fue. Once y media de la mañana del lunes 17 de marzo de 2008. Parroquia de San Ignacio de Loyola. El público espera la salida de la nueva cofradía de la jornada. Los balcones se han despojado de la ropa tendida para colgar las telas rojas de damasco. Los vecinos visten con naturalidad. Comodidad ante todo. Son muchos kilómetros y las zapatillas deportivas resultan lo más socorrido para llegar al centro. Una botella de agua en los bolsos de cuyo fondo nunca se conoce el final es la mejor compañera en esta travesía. En una bolsa, las más sofisticadas llevan los zapatos "de recambio" para la vuelta. Y la cofradía se echa a andar.

Las nuevas incorporaciones dibujan un escenario distinto para la salida de las cofradías. Los pasos lo hacen desde un almacén contiguo al templo. Aquí no se abren las puertas, sino que se descorre el cancel. El alcalde de la ciudad y el edil de Coordinación y Hacienda no faltan a la cita.

Los aplausos reciben al cortejo. Luego sale el misterio. Llegan los primeros comentarios. La composición escenográfica es buena y el ropaje todavía mejor. Según los entendidos en la materia costaleril, su forma de andar se asemeja mucho a la del otro Herodes (el de la Amargura).

La cofradía se pone entera en la calle. La Virgen del Rosario luce el manto de la coronación de la Macarena. Tan rápido anda el cortejo que apenas da tiempo a coger su ritmo. Es un auténtico maratón. Tanto que la entrada en la carrera oficial se produce varios minutos antes de lo previsto. Aplausos para recibir a la cofradía en la Campana.

Después se emprende el camino a casa. A desandar lo andado. Se deja un buen regusto (sobre todo el misterio) en el paladar de los cofrades que examinaron con lupa a la cofradía. Faltó quizá la multitud de devotos que acompaña a las imágenes de otros barrios. Pero el tiempo irá dando forma a la historia que ayer comenzó a escribirse.

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