La paz

Blanco pleno en El Porvenir

  • La cofradía sufrió un pequeño retraso al aflojarse el perno que sujeta la corona de la Virgen de la Paz.

El Porvenir fue un año más el punto de partida del Domingo de Ramos. En la iglesia de San Sebastián se abrieron las puertas de una nueva Semana Santa. A la una de la tarde la cruz de guía de la Hermandad de la Paz se ponía en la calle. Globos, algún que otro abanico y un reguero de túnicas albas que volvieron a llenar de blanco todo el barrio del Porvenir.

Estampas que se reestrenan cada año. Los nazarenos más pequeños aprovechan la sombra del parque para intentar apaciguar el hambre que ya comienza a llamar a sus estómagos. Latas de refrescos, batidos y bocadillos para tomar fuerzas. La jornada es larga como el estómago de un niño al que le quedan diez horas en la calle. Los bolsos de las madres se convierten de esta forma en improvisadas despensas.

La cofradía iba avanzando. El Señor de la Victoria rescata una imagen pretérita con el bordado de su túnica y el mantolín. (Una mijita de revisionismo estético). “Los legionarios del Porvenir” –así los llama su capataz, Antonio Santiago– atraviesan el arco del Postigo cuando la tarde se ha adueñado de la jornada.

El cortejo discurre por las calles del Arenal. Es la parte más íntima del itinerario. Al llegar a la Plaza Nueva ya hay esperando una fila del nuevo espécimen de fotógrafos que siempre buscan captar la imagen de un paso bajo la catenaria. 

El misterio pasa sin ningún problema bajo los cables. No era para tanto. Tan sólo para aquellos a los que el poste metálico le  impide la visión. “Habrá que cantarle una saeta a la catenaria”, dice alguien entre el público (de chaqueta y zapatos blancos). Mientras, los nazarenos cruzaron el salón de la Plaza Nueva sorteando los puestos del Cecop allí instalados.

No faltó quien mirara de reojo a la calle Joaquín Guichot. Ni un velador libre.

Detrás, el paso de la Virgen de la Paz sufrió un pequeño percance cuando se aflojó el perno que sujeta la corona de la Dolorosa. Al tener que ajustarlo se produjo un considerable retraso próximo a los 14 minutos. El incidente también provocó varios cortes en las filas de nazarenos que se hicieron más evidentes en el trayecto entre Plaza Nueva y la Campana.  Se hizo un gran esfuerzo para que este retraso no fuera mayor.

Ya de noche la cofradía  recuperó su ritmo. El mercurio había bajado y cierto frío se colaba entre los capirotes. Pero, como toda Semana Santa, siempre la ausencia es destacada. Y este Domingo de Ramos hubo alguien –a quien le dedicaron la primera levantá del misterio– que no pudo estar en el sitio justo a la hora adecuada. O tal vez sí. Porque seguro que la imaginación del periodista Raimundo de Hita fue describiendo cada instante de su cofradía.

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