Paco Cepero. Guitarrista

"La música se ha convertido en una ruina. Aquí no paga ni Dios"

El hombre que sube con una bolsa verde de pescado por la calle Encaramada, en el barrio de San Miguel de Jerez, es el mismo que aparece en los dos centenares de fotos de esta bodeguita, un fresco como los de la columna de Trajano que cuentan una biografía. En esta biografía gráfica aparece, mucho más joven, el hombre de la bolsa verde en compañía de Lola Flores, de Maradona, de Felipe González, de Paco de Lucía... Son imágenes que remiten al Madrid del esplendor de los tablaos, al Madrid de los grandes años del café Chinitas, al Madrid en el que gobernaba Manolo Caracol. Ha pasado mucho tiempo de ese Madrid y el hombre de la bolsa verde deja el pescado en la nevera antes de quejarse del paso de los años. Lo hace ante sus discos de platino expuestos en un estudio en la planta superior de su casa. Dos ordenadores, un piano, una veintena de guitarras, más de mil discos de vinilo... El hombre de la bolsa verde no aparenta su edad, es coqueto, aunque explica que las bolsas de sus ojos son del tiempo y no una sombra, como aventura el fotógrafo: “Tengo más años que un loro”, resume. Se cuida. Monta en bicicleta, hace régimen, pero no elude la evidencia del tiempo. Es Paco Cepero. 800 títulos en la Sociedad General de Autores, entre ellas una canción en Eurovisión y un buen puñado de éxitos de Rocío Jurado y Julio Iglesias, medalla del Mérito de las Bellas Artes y otros galardones que desglosa para después decir que “mejor no pongas nada de eso, que voy a parecer un vanidoso. Aunque, por lo menos, me siento contento porque yo creo que los reconocimientos hay que darlos en vida”. Habla de sus proyectos, que está trabajando en su obra definitiva. Su obra definitiva no es un disco más de bulerías, por supuesto no es canción ligera.

En definitiva, Paco Cepero, uno de los guitarristas emblema del siglo XX, un hombre de una generación que dio protagonismo y rango a las seis cuerdas desde lo popular, se está embarcando en una meta mucho más ambiciosa. “Será un disco sinfónico. Lo acabaré si tengo salud”. No hay engolamiento al pronunciar la palabra ni al decir que habrá que invertir en conseguir una orquesta, una buena orquesta. Beethoven le observa desde la portada de un vinilo que reposa junto a uno de los ordenadores. Y entonces entramos en la macroeconomía del arte. Antes ha contado unos cuantos chistes que he decidido que no voy a reproducir, no por malos, sino por demasiado buenos y adscritos al género de la picaresca, que como sabemos ha sido desterrado del catálogo de buenas costumbres de uso social por la legión de lo correcto, al que Cepero no pertenece ni de lejos.

También hemos hablado de que “los políticos se creen que somos tontos”, lo que es una sutil venganza de los políticos debido a que nosotros pensamos que los tontos son ellos. Empatados. En fin, que era obligado entrar en la macroeconomía musical más tarde o más temprano. A estas alturas, Paco Cepero no hace un disco para hacerse rico. No le ha ido mal en la vida y eso le permite pensar en su obra definitiva a sabiendas de que “el negocio de la música es una ruina. Aquí no compra ni Dios. Todo regalado. Hay países en los que funciona pagar por descargas. En España, no. Es una especie de avaricia de lo gratis y entonces la creación pierde valor. Me gustaría que toda esa gente pensara en todas las familias de músicos, y no hablo de los grandes artistas, sino de los obreros de esto, que están pasando calamidades por un hecho que no pasa en casi ningún otro sector. Tu vas al carnicero y si quieres carne, pagas; tú vas a una tienda y si quieres un ordenador, pagas. Pero tú quieres escuchar música y no pagas. En este país es gratis. ¿Qué ocurriría si la carne o los ordenadores fueran gratis? Que no habría carne ni ordenadores”. Pero no nos pongamos dramáticos. En su bodeguita, su particular columna de Trajano, disfrutamos con el viaje al pasado. “La Paquera fue la que me sacó de Jerez, Caracol me puso en el cuadro y disfruté como nadie con la fuerza de Pastora Imperio”. Nombres de nuestra mitología particular. Más o menos están todos en este rincón. El hombre de la bolsa verde obedece al fotógrafo: Cepero en la sinfonía de la vida.

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