CUIDADOS PALIATIVOS

Un héroe en apuros

  • La ONG Cudeca ha lanzado un ‘SOS’ ante la imposibilidad de mantener su unidad de ingresos. Más de 5.000 enfermos terminales de cáncer han recibido asistencia en esta entidad benéfica

Existe un lugar en la Costa del Sol que procura días felices a los enfermos que padecen tumores incurables, que los atiende amorosamente sin pedir nada a cambio y que, al tiempo, ayuda a sus parientes a asumir el inevitable final. Ese lugar se llama Cudeca y acaba de lanzar un SOS por su supervivencia dirigido a toda la sociedad, pero más concretamente a los familiares de las 5.000 víctimas del cáncer a las que ha atendido en el centro, que comenzó a construirse en Benalmádena (Málaga) en 1995.

La historia de la Fundación Cudeca arranca antes, en 1992, cuando una británica residente en la Costa del Sol, Joan Hunt, decide “dedicar su vida a conseguir un proyecto de cuidados paliativos para Málaga”. La muerte de su marido a causa de un tumor cerebral, un año antes, la impulsa a tomar esta senda de la mano de la doctora Marisa Martín, que había atendido al esposo de Hunt en el Hospital Cruz Roja de Málaga durante sus últimos días de vida. Lo que comenzó como un sueño es hoy todo un modelo en el ámbito de los cuidados paliativos, nacido incluso antes de que la sanidad pública incluyera este concepto en su cartera de servicios, a partir de 2002. Es un referente hecho a golpe de trabajo por parte de medio centenar de trabajadores y más de 600 voluntarios. Es una realidad palpable que va bien en todas sus facetas, excepto en una: los números.

“En febrero lanzamos una voz de alerta porque hemos atendido a 5.000 familias, pero, paradójicamente, sólo teníamos 200 socios. Tenemos un déficit de 600.000 euros al año que se acabaría si cada una de esas familias se hiciera socia y aportara entre ocho y diez euros al mes”. Así de sencillo. Es el resumen que de la situación hace Rocío Torres, responsable de Comunicación y de Captación de Fondos de la Fundación. La obtención de más subvenciones públicas, que ahora sólo suponen el 8% del presupuesto de Cudeca, es otro de los retos pendientes, junto a la ampliación de las aportaciones particulares, que empiezan a fructificar ahora, al menos según los datos que maneja Rafael Olalla, responsable financiero de la entidad. La lista de socios ha crecido hasta alcanzar la cifra de 450. Es mucho, pero aún falta más.

Hortensia Moreno no entiende de números. Lo que ella entiende es que estuvo once días encamada en la unidad de ingresos de Cudeca, donde se sintió tratada “como si fuera la única paciente del hospital”. Luego mejoró, volvió a su casa y, desde el pasado mes de febrero, acude a la unidad de día de este mismo centro dos días por semana,  gracias a Carlos Bauer, un voluntario que la lleva y la trae en su propio coche de forma habitual. También sabe que tiene asignados un médico y una enfermera que vigilan su evolución constantemente, que le proporcionan la rehabilitación física que necesita y que le tratan el dolor con morfina. Ese médico y esa enfermera no pueden curar el cáncer de médula ósea que padece , cuya metástasis alcanza ya el cráneo, las vértebras lumbares y el fémur, pero la ayudan a vivir francamente mejor. “Cuando me despierto por las mañanas, con muchísimos dolores, yo le digo al cáncer: tú me matarás, pero no me vas a amargar la vida”. Así lidia día a día con el cáncer una enferma que transmite más vitalidad que muchas personas sanas.

Pero no todos son como Hortensia. Ni todos los que padecen un cáncer terminal lo aceptan, ni todas las familias de enfermos son capaces de asumir lo que esto supone. De ahí que Cudeca tenga en su plantilla a psicólogos, además de médicos, enfermeras, fisioterapeutas y trabajadores sociales, entre otros profesionales. El del personal es precisamente el mayor gasto de Cudeca, que invierte más del 80 por ciento de su presupuesto en sus trabajadores. El desequilibrio financiero llegó en 2006, con la inauguración de una unidad de ingresos. Se trata de un minihospital dotado con 15 habitaciones que mejoró sustancialmente las prestaciones de la entidad, pero que también elevó sus obligaciones económicas. La unidad residencial absorbe el 50 por ciento del presupuesto anual de Cudeca para gastos, que asciende a 2,1 millones de euros. Esto ha generado un déficit de 600.000 euros que, de sostenerse en el tiempo, provocará el cierre de esta zona hospitalaria. De ahí la alerta y la consiguiente estrategia lanzada por la Fundación en los dos sentidos mencionados: la captación de socios y la obtención de más subvenciones públicas.

El sostenimiento de este engranaje asistencial casi exclusivamente a base de aportaciones privadas, el 92%, es una de las peculiaridades de Cudeca.  Con todo, las donaciones propiamente dichas sólo representan un 17 por ciento de los ingresos. El resto se consigue a base de la organización de eventos, de huchas  y, sobre todo, de los rastrillos. La Fundación cuenta con 12 de estos mercadillos repartidos en más de una decena de municipios de Málaga. Su actividad es posible gracias a grupos de voluntarios que se turnan para abrirlos al público y gestionar la venta de artículos  donados con fines benéficos.

Inmaculada Ruiz coordina a los 624 voluntarios con los que cuenta la organización. Uno de ellos Justa de Dios, que dedica  parte de su tiempo a la ONG de forma altruista. Ellos llevan los rastrillos, colaboran en la captación de fondos y asumen tareas de apoyo tanto en los domicilios, como en la unidad de día y en la de ingresos. Estas tres son precisamente las ramas asistenciales de Cudeca. La hospitalaria se sumó en 2005 a las dos que ya gestionaba la entidad: la unidad de día, operativa de lunes a jueves entre las 10.00 y las 13.00, y la atención domiciliaria. Esta última corre a cargo de tres equipos médicos móviles que asisten a enfermos en casi todo el territorio malagueño. Son más de 400 actuaciones al año.

Esta entidad, que da calidad de vida a los pacientes terminales de cáncer, se encuentra en un entorno privilegiado de la Costa del Sol, casi colgada de un monte que mira al mar Mediterráneo. Las habitaciones de su unidad de ingresos tienen unas maravillosas vistas y están dotadas de todas las comodidades, salvo de espejos. La finalidad, obviamente, es evitar que los enfermos se depriman a causa de su deterioro final. Llegado el caso, se les ayuda a morir dignamente, y nunca se les olvida. De hecho, las paredes de esta residencia de Benalmádena están llenas de recuerdos de aquellos que pasaron por allí y quisieron dejar su estela en forma de pintura o manualidad. Y su exterior está alicatado con pequeños azulejos llenos de mensajes. Uno por cada usuario fallecido. Pero el de Cudeca no es un centro triste, sino todo lo contrario. El ambiente que predomina allí es de alegría y optimismo. Bastar con recorrer su interior y cruzarse con enfermos que juegan al dominó, pintan, charlan o se rehabilitan en el gimnasio.

En Málaga se suele acusar a los extranjeros residentes de beneficiarse en exceso de los recursos públicos. Pero son los foráneos los que precisamente los que realizan el 80% de las aportaciones de las que vive la entidad. Y, curiosamente, el 80% de sus beneficiarios son ciudadanos españoles que, de este modo, reciben la solidaridad de sus vecinos de fuera en forma de cuidados paliativos.

El único requisito para beneficiarse de los servicios de Cudeca es padecer un cáncer en fase terminal. La puesta en práctica de su filosofía asistencial, importada de los hospicios británicos, suele hacerse a través de los foros de cuidados paliativos derivados del Plan Oncológico Andaluz que existen en los dos hospitales de referencia de Málaga: el Carlos Haya y el Clínico Universitario. Es ahí donde los profesionales analizan los diferentes casos y determinan qué pacientes son susceptibles de derivación hacia el centro que Cudeca tiene en Benalmádena. Del primer contacto telefónico con los usuarios se encargan Liliana Biloni y María Luz Rodríguez. Ellas son las encargadas de atender a los pacientes y citarlos para una  entrevista personal en la que los sanitarios determinarán en qué rama asistencial ubicar al enfermo o enferma.

La Junta de Andalucía y los ayuntamientos de Málaga, Benalmádena, Marbella, Torremolinos y Vélez-Málaga ya realizan pequeñas aportaciones a esta gran obra social. También entidades privadas como Cajasol y La Caixa. Cada vez son más lo que creen en una entidad que hace mucho por los enfermos de cáncer sin cobrar ni un euro por sus servicios. Del aumento de sus fondos depende que continúe la actividad de su unidad de ingresos, que actualmente sólo acoge a nueve enfermos por falta de presupuesto. El SOS va por todos, especialmente por los que un día tuvieron a un familiar o amigo que fue auxiliado por Cudeca, pero también por los querrán sus servicios en el futuro, aunque aún no lo sepan.

> Información sobre donativos y aportaciones en cudeca@cudeca.org o en el teléfono 952 56 49 10

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