Bicentenario de Bailén

La batalla reconstruida

  • Unos 14.000 españoles se enfrentaron a campo abierto contra 11.000 franceses > Unos y otros se encontraron en Bailén sin esperarlo e iniciaron inmediatamente el combate. La lucha por el agua y la artillería, algunas de las claves que explican el resultado

El sueldo de un soldado francés del afamado ejército napoleónico era muy escaso. Normalmente, buscaban el reconocimiento económico por otro lado, y ese era el motivo de los saqueos. Cuando los franceses, a principios de junio de 1808, entran en Córdoba tras vencer la resistencia del coronel Diego de Echavarri en Alcolea arrasan con todo. Los mandos solían hacer la vista gorda en estos casos, y Dupont no iba a ser una excepción. Nueve días permanecieron en la ciudad califal. Las carrozas que portaban el botín se extendían a lo largo de unos cinco kilómetros.

A la postre, esto fue un lastre para el ejército francés. Los movimientos de Dupont tuvieron que ser necesariamente lentos, algo que iba a contraestilo de una forma de hacer la guerra que había fundado su éxito en la movilidad. La obsesión de Dupont, en su camino a Cádiz, era la de no quedar incomunicado con Madrid. Para ello, debía de dejar el camino que recorría expedito, y eso no era nada fácil, por los hostigamientos españoles.

En las vísperas del combate de Bailén, Francia cuenta con tres divisiones de infantería, una de caballería y una pequeña división suizo-española. Dupont está asentado y fortificado en Andújar, con las carrozas del botín de Córdoba. Más arriba, a la altura de Bailén, se encuentra el generalGobert y, ya cerca de Despeñaperros, cerca del pueblo de La Carolina, está otra división, con el general Bedel al mando. En total, el contingente francés se compone de 22.000 hombres, veteranos y muy bien instruidos.

El llamado ejército andaluz cuenta con muchos más, hasta 40.000, muchos de ellos formados a toda prisa en los campos de Utrera (Sevilla). En Bailén, no se enfrentarán todos los españoles con todos los franceses. Ni unos ni otros planearon enfrentarse ese día, de esa forma y en ese lugar. Mandaron las circunstancias. En un principio, la idea de Castaños era hostigar a los franceses en rápidos movimientos para mantenerlos incomunicados, provocar que Dupont saliera de su emplazamiento fortificado en Andújar y enfrentarse a él en campo abierto. Con esa idea salieron las divisiones del general Reding y del  Coupigny de Córdoba, cuartel general español.

Los acontecimientos se suceden. 14 de julio. En Mengíbar, muy cerca de Bailén, la división del español Reding encuentra dos guarniciones francesas e inmediatamente las expulsa. El francés Gobert baja para protegerlas y se produce un intercambio de fuego entre la vanguardia española y la retaguardia francesa. La consecuencia final es que Gobert es herido de muerte un disparo en la cabeza. Morirá un día después en Guarroman, Alarmado, su colega Bedel, se retira hacia esta localidad, muy cerca de Despeñaperros. Los españoles entran en Bailén sin disparar un solo tiro. No encuentran ni un solo francés en el pueblo.

17 de julio. El general Castaños sale de Córdoba, dispuesto ya a enfrentarse a Dupont antes de que este reciba refuerzos. En esta decisión, la noticia de la derrota española enMedina de Río Seco, el 14 de julio, es fundamental. 18 de julio.  Con las tropas ya demasiado cansadas, Dupont se dirige hacia el norte, con la esperanza de encontrar en Bailén a sus correligionarios. Pero, al atravesar el río Rumblar, ya en el término municipal de Bailén, encuentra soldados que no son precisamente los suyos. Es madrugada. Aún no ha amanecido, pero nadie espera a la mañana. A ciegas, ambos bandos, los españoles de Reding y los franceses de Dupont, se enfrentan en un cuerpo a cuerpo brutal. La táctica de Dupont formar un bloque para romper la defensa española y así ganar terreno; la de Reding es, en esencia, formar un arco que envuelva a los enemigos, para así desgastarlos. Combaten 14.000 españoles contra 11.000 franceses. La batalla no fue demasiado larga. Duró hasta mediodía, con 1.900 bajas del ejército de Reding, entre muertos y heridos, y unas 2.600 por parte del ejército napoleónico.

Se han escrito miles de páginas sobre las causas de la derrota francesa. En años posteriores, allá por la mitad del sigloXIX, el país galo lanzó una intensa campaña de propaganda atribuyendo a la inexperiencia de Dupont y a un cúmulo de casualidades el resultado final. Lo cierto es que muy bien no lo debió de hacer este general francés cuando, al regresar a su país, fue juzgado y encarcelado por su negligencia en los acontecimientos de ese año. También se ha atribuido la victoria española al intenso calor de ese año. Las crónicas relatan que fue el verano más caluroso en España de las últimas décadas. Algo que hizo que la sed fuera continua y que, por tanto, el acceso a las fuentes resultara fundamental. Los vecinos de Bailén conocían dónde estaban y cómo se podía llegar a ellas. Su labor de avituallamiento, en este sentido, resultó esencial.

La imagen de los vecinos de Bailén en auxilio español ha dado lugar, incluso, a un mito. Cuenta la leyenda que una mujer, María Bellido, estaba avituallando personalmente a Reding cuando una bala destrozó la tinaja que portaba. La joven, indiferente al fuego, siguió con su misión, y siguió dando de beber al general del agua que aún quedaba en los restos del recipiente. En realidad, y al margen de esta anécdota, en la batalla participaron muchas marías bellidos.

El experto en historia militar Francisco Vela, autor de La batalla de Bailén (Almena Editorial) cree que el agua fue un aspecto importante, pero no decisivo en la batalla. Para él, en un cuerpo a cuerpo como el de Bailén, la artillería jugó un papel fundamental. Y en este aspecto los españoles tenían todas las de ganar.  “Fue esto lo que determinó la batalla de forma esencial. Ellos disponían de piezas de pequeño calibre. Eran de ocho pulgadas, mientras que los españoles las tenían de doce. Disponían más alcance y además la dispersión de la metralla era mayor. Esta circunstancia fue poco a poco minando las fuerzas de los franceses”. Pero, ¿por qué el invencible hasta entonces ejército francés disponía de un arsenal artillero inferior al español? “Porque ellos le daban más importancia al movimiento, a dar el golpe antes y más rápido que nadie, y la artillería pesada no es adecuada para eso”. Dupont, sin embargo, se encontraba lastrado por la hilera de cinco kilómetros de carrozas con el botín cordobés. Lento y con un arsenal de pólvora inferior al andaluz, tenía todas las de perder.

Y se rindió. Tuvo mucho que ver en ello la llegada a Bailén del general Castaños con el grueso del Ejército español. Las tropas que permanecían con Bedel y que,  tras conocer la noticia, marcharon hacia Bailén, tardaron algo más en llegar. El estupor ante la derrota de este general francés llegó al punto de que estuvo dispuesto a atacar incluso después de que un emisario español le comunicara la noticia. No se la creía. Castaños amenazó con degollar a cuchillo a todos los prisioneros si no cejaba en su actitud, y tuvo que ser un enviado francés el que lo convenciera de que ya todo había terminado.

La capitulación fue, en principio, bastante generosa con los derrotados: los mandos volverían de inmediato a Francia y los soldados serían repatriados en barcos. Todo bien sobre el papel, pero había un problema. Al regreso a Cádiz, vencedores y vencidos comprobaron que no había suficientes barcos para llevar a los prisioneros a Francia. Sólo los ingleses podían hacerse cargo de esa logística, pero no estaban por la labor. Ya habían comprobado cómo sus prisioneros de la campaña de Portugal habían vuelto a cruzar los Pirineos y no querían que esta contrariedad se repitiera. Así que fueron confinados en la pequeña isla de Cabrera, frente a la costa sur de Mallorca.

Allí permanecieron, entre ocho y diez mil franceses, toda la guerra. Cada tres días, debían de serles suministradas provisiones, pero con el paso del tiempo todo el mundo se fue olvidando de ellos. Esos mismos que habían cruzado Despeñaperros y saqueado salvajemente Córdoba fueron completamente abandonados a su suerte. Llegaron a comer plantas silvestres e insectos, e incluso a practicar la antropofagia. Milagrosamente, sobrevivieron unos 3.600. Es la parte más olvidada de una batalla que cambió la historia.

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