OPINIÓN. LA CALLE

La Andalucía invertebrada

Mi admirado Carlos Colón arrancaba su artículo del viernes de la semana pasada con una afirmación muy arriesgada: “Nada vertebra Andalucía como el Rocío”. La justificaba con argumentos de cultura y devoción, que no es mi intención discutir, aunque no comparto en absoluto. No es sólo que piense que el Rocío no vertebra Andalucía. Es que dudo que haya algo que vertebre realmente Andalucía. Esta región tan grande y poblada está invertebrada, por utilizar la fórmula orteguiana, o inacabada si se usa un modo más simple.

Ortega y Gasset, en su ensayo La España invertebrada, estableció en 1921 un vaticinio que no se ha cumplido: que el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas a finales del XIX era el comienzo de una dispersión interpeninsular. Aunque su análisis es válido ahora: sostenía que España se arrastraba invertebrada no sólo en la política, sino en la convivencia social. Y añadía que no podía esperarse una mejora apreciable mientras no se corrigiese ese defecto ocular que impide al español medio la percepción acertada de las realidades colectivas. Ortega encadenaba argumentos como que el particularismo y el individualismo conducen a la desintegración; que el español tiende a hacerse ilusiones sobre el pasado en vez de hacérselas sobre el porvenir, que sería más fecundo; que unas veces por excesiva estimación de nosotros mismos, y otras por menosprecio del prójimo, perdemos la noción de nuestros límites y comenzamos a sentirnos todos independientes. Y advertía que una nación es una ingente comunidad de individuos y grupos que cuentan los unos con los otros, con una mutua dependencia y coordinación.

La tesis de Colón y la teoría de Ortega son una buena piedra de toque para plantearse qué vertebra Andalucía. De entrada, estamos ante una sociedad muy tribal, que se define por dos sentimientos de pertenencia muy arraigados: el local y el nacional. Como decía el profesor Domínguez Ortiz, el andaluz es muy de su patria chica, de su pueblo, de su localidad natal, y también un español que se siente orgulloso se serlo sin complejo alguno. Pero, añado, que tiene escasa conciencia de su condición de andaluz y europeo. Es como si tuviésemos dos manos y dos pies y sólo utilizáramos una y uno.

Y, sin embargo, vivimos inmersos en el agravio permanente y en reclamar lo que tiene el vecino, bien porque nos estimemos mucho o menospreciemos al prójimo en cuestión. No pocos políticos locales y una buena parte de la prensa local parecen jugar el partido en la creencia de que contra Sevilla se vive mejor. En el debe está también Canal Sur, que no ha sido un motor de modernización. La televisión pública puede ser popular, pero nunca ordinaria.

Entretanto, todas las capitales quieren un aeropuerto internacional, un palacio de ferias o un puerto de contenedores, desentendidas del principio de la especialización y la coordinación. Esto no significa que se renuncien a otras demandas: es razonable que haya una red de trenes de alta velocidad que conecte todas las grandes ciudades de la región, como es razonable que todas dispongan de buenos auditorios de música, por poner dos ejemplos fáciles. Por otro lado, las redes de infraestructura o culturales, vertebran. La autopista A 92 es la espina dorsal de Andalucía, pero falta la malla que la complete.

¿Vertebra la Junta de Andalucía?  O sea, el conjunto de instituciones del Estado para la administración de la autonomía. Sin duda, el poder político regional ha provocado que haya interlocutores a escala andaluza en todas las áreas de actividad. Es la teoría del ex presidente Rodríguez de la Borbolla, que hace 20 años ya estaba preocupado por la  vertebración regional. También ha vertebrado la cooperación empresarial. Uno de los grandes fenómenos sociales del último tercio de siglo es la aparición de una nueva clase social: empresarios en todas las provincias y todos los sectores que cooperan entre sí, que invierten juntos, que acuden a concursos en comandita.

Aun con todo eso, Andalucía sigue pendiente de un gran acuerdo regional en el que los distintos territorios se especialicen y cooperen. O estamos pendientes del liderazgo que lo propicie. Y la solución no está en el Rocío.

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