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La tradición viva de las vueltas y las cruces

  • Más de un millar de personas de toda España celebran en Cerro Muriano el encuentro de encajeras de bolillo

Vicenta María López, durante el homenaje.

Vicenta María López, durante el homenaje. / reportaje gráfico: el día

Puede parecer una tradición a punto de extinción, algo del pasado, pero lo cierto es que el encaje de bolillo es una labor muy viva. Al menos, así se vivió ayer en Cerro Muriano, donde la asociación cultural Cruz Vuelta Cruz de Obejo organizó su segundo encuentro de encajeras, al que asistió más de un millar de personas llegadas de toda España para reivindicar un arte que, defienden, está muy vivo.

La protagonista absoluta de la jornada fue Vicenta María López, a quien todas las aficionadas a este arte de las bobinas conocen como Vicen y que ayer recibió un merecido homenaje al que asistió la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio. Cordobesa de nacimiento y residente en Hornachuelos durante décadas, esta octogenaria tiene parte de la culpa de que el encaje de bolillo no sea algo que puede sólo contemplarse en los museos, sino que se desarrolla todavía al calor de las mesas camillas en invierno y del fresco de los anocheceres en verano.

Corría el año 92, el de la llegada de la Alta Velocidad a Córdoba y el de las Olimpiadas de Barcelona, cuando un grupo de mujeres del centro cívico de La Corredera, en la capital, intentó poner en marcha un taller de encaje de bolillo. Pero necesitaban una profesora. "Acudieron a varios conventos, pero las monjitas eran muy mayores y no podían", dice Vicen. Una conocida contactó con ella, entonces en Hornachuelos, y aceptó.

Pasó de tener varias alumnas a 39 mujeres, pero pronto se dio cuenta de que carecía de un sistema pedagógico para que su conocimiento calara. Así que aquel verano hizo las maletas y decidió viajar a Galicia, que, junto a Almagro, constituyen las "fuentes" de donde beben las encajeras. "Me gustó mucho y asistí ocho años seguidos. Aprendía cada vez más labores y, sobre todo, conocí un sistema de aprendizaje que me ha sido muy útil durante todos estos años", recuerda Vicen.

Por sus clases han pasados desde niños de pocos años hasta septuagenarios, siempre más mujeres que hombres, aunque ella ha luchado en todo este tiempo "contra este sambenito" que todavía luce el encaje, porque es algo "que pueden practicarlo todos por igual". Una labor, por cierto, que estuvo a punto de desaparecer por la irrupción de medios mecánicos pero ahí sigue, más viva que en décadas pasadas al calor de los talleres de los centros cívicos, de los cursos que organizan las mercerías y de encuentros como éste de ayer en Cerro Muriano.

En la asociación Cruz Vuelta Cruz son una treintena de integrantes. "Lo recomiendo como terapia para aclarar la mente, para reducir el estrés y para agilizar las articulaciones", aconseja la presidenta del colectivo, Elena López, que lleva 30 años aprendiendo técnicas "y nunca se termina de descubrir cosas nuevas". El encuentro estuvo amenizado con exhibiciones y desfiles, entre ellos de la diseñadora cordobesa de trajes de flamenca Juana García, que lució con abanicos de Di Abani, una firma valenciana especializada en engarzar las labores de las encajeras.

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