El motivo de charla ayer en Encinas Reales no era la alerta amarilla por el calor que azota toda la provincia. A la hora del café, muchos vecinos debatían sobre "lo sola que se ha quedado la carretera" tras la apertura de la Variante, una puesta en servicio que provocó un panorama poco frecuente en el pueblo, casi desierto de vehículos. Incluso un osado encinarrealeño, con sombrero de paja clásico para protegerse del calor, se atrevió a cruzar en rojo uno de los temidos semáforos de la travesía a un ritmo cansino, casi a modo de celebración por el nuevo paisaje que presenta el casco urbano de la localidad.

"Algunos comercios a lo mejor pasan dificultades", comentan algunos, mientras que otros defienden que "la tranquilidad que ganamos es mejor". El alcalde, Gabriel González, añade que "tranquilidad y seguridad", a la vez que no cesa de alabar la "eterna paciencia de los vecinos, que en ocasiones han tenido que esperar hasta 20 minutos para poder cruzar la calle los días de dispositivo policial para intentar evitar las retenciones". No obstante, el regidor señala que "también tendremos que tomar las medidas para que económicamente no perdamos", en un claro guiño a los establecimientos comerciales y hosteleros que podrían perder clientela sin la travesía.

Pero al margen de los beneficios o perjuicios de la A-45, el alcalde quiso destacar otra "importante" consecuencia de la apertura de la Variante. "De aquí en adelante se acabaron los tertulias de los lunes e incluso de los martes", bromea González, quien explica que "la situación había llegado al extremo de que cada lunes los vecinos comentábamos a cuánto había llegado de longitud la cola del día anterior, la batallita de que un coche se recalentó o la mujer que vino a pedir agua por el calor que estaban padeciendo dentro del vehículo". Los encinarrealenses tienen claro que desde ayer su vida ha cambiado por completo "y tendremos que buscarnos otro tema de conversación".