PUERTO DEL CALATRAVEÑO

El señor de los contenedorcillos

  • El soterramiento de contenedores en Baena, Villa del Río y Palenciana ha disparado por encima del 50% el coste de la tasa anual de la basura con la consiguiente fuerte oposición vecinal

"MI tesoro!”. Aseguran que una y otra vez se escucha esa frase por las inmediaciones de los lugares en donde se han soterrado contenedores de basura en Baena, Palenciana y Villa del Río. Cuentan que quien posee esa materia posee el poder del equilibrio mediambiental y dicen que han visto a ese extraño personaje de aspecto fantasmagórico llamado Golum ensimismado en una especie de deseo hipnótico como  si divisara a su amante y más que convencido de que le ganará la partida a los atrevidos Frodos Bolsón que intenten arrebatársela. También cuentan que por allí se pasea un cierto aroma a Fétido Ádams, en esta ocasión a prueba de Golums, que también repite una y otra vez el incesante y más que musicalizado “¡mi tesoro!”.

¡Pero tesoro!, piensan los vecinos. En Baena, Palenciana y Villa del Río cotiza estos días la basura a precio de barril de petróleo sin que, por fortuna, haya George Bush que invada esas zonas de tierra media con la justificación injustificada de que tienen algo más que olorosas armas de destrucción masiva. No obstante, como suele ocurrir allí donde merodea Golum, en esos lugares de la tierra media se libran batallas dialécticas, presididas por la confusión, sobre quién tiene la culpa de la situación de que “el recibo anual me costaba algo más de 70 euros y ahora sobrepasará los 112”. A la par, los contenedorcillos apenas aciertan a masticar la cantidad extrema del preciado tesoro del extraño personaje que los propios vecinos les dan a comer en cantidades indigestas y que les provocan el vómito, de inorgánicos más que de orgánicos, directo a las aceras. Tanto que  cuentan que hasta el delicioso metre de poco más de 15 centímetros y aspecto roedor llamado Remy –conocido por los más pequeños y no tan pequeños como Ratatouille– y su bonachón hermano se están dando un festín a base de bien con las sobras que no entran ya en los estómagos más que llenos de los contenedorcillos. Porque hay también quien asegura que esos recipientes se han repartido en poca cantidad por la tierra media ya que parece que no daba el presupuesto para más.

Y mientras todo esto ocurre, otra batalla se libra entre los gobernantes, que se culpan unos a otros del pequeño agujero en los bolsillos que han provocado los susodichos contenedorcillos. Como merlines de turno, empuñan sus pócimas mágicas aliñadas de palabras para exculparse de la subida del recibo amparados en el desconocimiento del caos y la confusión que podrían provocar ese nuevo sistema de devorar la materia orgánica e inorgánica y que nunca esperaban.

Golum está de suerte con un aroma Fétido a verlas venir porque sabe que se puede quedar a adorar su preciado botín en Córdoba. La tierra media promete ampliarse con la incorporación de nuevas zonas [municipios que dirían los políticos] en los que ya los gobernantes han demandado que también lleguen los contenedorcillos en su versión soterrada. Unos y otros empiezan a buscar fórmulas contra la confusión y el desentendimiento que provoca todo tocamiento de cuenta corriente, por pequeño que sea el pellizco que se le da, con el objetivo de calmar ánimos vecinales. Esas fórmulas no son nada fáciles de encontrar –aquí huele a Fétido Ádams–, mientras que, visto lo visto, alguno de los gobernantes demandantes puede que se esté pensando si da marcha atrás a lo de los contenedorcillos para no ser carne de vendetta política. Parece que habrá segunda y hasta tercera parte del señor de los contenedorcillos en versión del director.

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