castro del río

Un monumento con 600 habitantes

  • El barrio de la Villa de la localidad de la Campiña Este aspira a lograr en el año 2018 la declaración de Conjunto Histórico Artístico por parte de la Consejería de Cultura de la Junta

Calle de acceso al casco antiguo, con una puerta llena de macetas.

Calle de acceso al casco antiguo, con una puerta llena de macetas. / reportaje gráfico: el día

Un castillo medieval, murallas, iglesias y capillas, casonas, plazas y llanos y una maraña de callejuelas blancas en las que habitan algo más de 600 vecinos son los avales con los que el Ayuntamiento de Castro del Río aspira a lograr a lo largo de 2018 la etiqueta de Conjunto Histórico Artístico por parte de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía para el barrio de la Villa, corazón del municipio; se trata de un reconocimiento que la Administración autonómica no concede en la provincia de Córdoba desde 2003. Aquel año, fueron Dos Torres, en la comarca de Los Pedroches, y Zuheros, en la Subbética, los que se hicieron con este distintivo.

El Casco Histórico de Córdoba capital, en 1929; Montoro en 1969; Priego de Córdoba en 1972; la plaza de San José de Aguilar de la Frontera en 1974; el centro de Bujalance y el Palacio Ducal y su entorno en Fernán Núñez en 1983, y La Carlota en 2001 son los espacios de la provincia que, hasta el momento, cuentan con la declaración de Conjunto Histórico Artístico. Un listado al que Castro del Río aspira a sumarse en el año nuevo.

El triunfo de San Rafael, las Carnicerías o el Pósito son algunos puntos de interés

¿Qué bienes atesora el barrio castreño que lo hagan merecedor de tal reconocimiento? Según consta en el expediente que el Ayuntamiento ya ha remitido a la Junta por decisión del Pleno, "la Villa puede considerarse uno de los conjuntos históricos artísticos más importantes del ámbito regional, en el que la ausencia de un desarrollo ha influido de forma decisiva en la conservación de la morfología urbana actual". El vecindario, con 17 calles y plazas y un total de 215 casas -de las que una treintena se encuentran deshabitadas- se encuentra bordeado por murallas y fue levantado en su mayor parte en época bajomedieval, si bien el trazado y algunos restos podrían ser más antiguos; la Villa marca, además, el límite de poblamiento después de la Reconquista.

La estructura de sus calles es tortuosa e irregular, con vías sin salida que denotan la ausencia de un plan preestablecido, impronta de su herencia islámica. El expediente se refiere a los estudios urbanísticos que definen estas urbes como "ciudades secretas, por el trazado laberíntico de sus calles, y religiosas, ya que están presididas por el templo". Así, si uno zigzaguea por el vecindario, tendrá que andar y desandar calles como Estrella, Dolores, Rincón, Carnicería o Pósito, y de pronto se topará con la parroquia de la Asunción, con portada de puro plateresco y numerosas reformas y ampliaciones, que algunos autores consideran levantada sobre la antigua mezquita. Éste es uno de los monumentos más significativos del barrio, pero no el único. El recorrido, de hecho, podría empezar en el Castillo, situado en la parte más alta de la ciudadela y unido a las murallas que la rodean. La fortaleza está siendo sometida en los últimos años a un complejo programa de recuperación por parte del Ayuntamiento con el fin de que pueda recibir visitas turísticas.

También está la capilla de San Acisclo y Santa Victoria, realizada en 1798 por Miguel Priego por deseo del vicario Benito José Rodríguez, que fundó el colegio de educandas de San Acisclo y Santa Victoria. La fachada, bastante sencilla, no desentona entre las casas blancas y las portadas de piedra. Cerca se encuentra el Pósito, cuyo origen se desconoce aunque sí que fue ampliado en el siglo XVI. Y el edificio de las Casas Capitulares, adosado a la muralla junto al arco del Santo Cristo en el siglo XVI. En la parte posterior, se encuentra el edificio de las Carnicerías, levantado en 1726. Y, para rematar el paseo, el triunfo de San Rafael, erigido en 1762 debido a la influencia de la tradición que llegaba de Córdoba capital, donde el Arcángel se considera custodio de la urbe.

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