Valsequillo

Dos décadas de dolor para un homenaje con polémica

  • El municipio guadiateño descubrió ayer un monolito y una calle a la memoria de sus tres vecinos asesinados por ETA en la casa cuartel de Zaragoza en 1987

El 10 de diciembre de 1987, Emilio José Capilla Franco vio a sus padres por última vez antes de acostarse. Ese sueño, dulce en un niño de tan sólo nueve años, se vio interrumpido por el estruendo brutal de un coche bomba. A las 06:30, dos terroristas accionaban los explosivos, mataban a 11 personas y destrozaban la vida de docenas más. La fachada principal de la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza se venía abajo. Sus escombros sepultaban los cadáveres del padre de este niño, el guardia civil Emilio Capilla, de su madre Dolores, y de su hermana Rocío, de sólo 12 años.

Ayer, se cumplieron 21 años de un dolor inconsolable, que se hace más agudo e insoportable en Valsequillo, el pueblo natal de la familia Capilla Franco donde sus 400 habitantes sintieron como propia esta tragedia. Ayer, por fin, 21 años después de la matanza perpetrada por la banda terrorista ETA, todo el pueblo saldó su deuda con un homenaje que por desgracia no ha estado exento de polémica.

Emilio José Capilla tiene hoy 30 años, sufre secuelas de aquel atentado y pese al dolor que no cesa habla con lucidez y la contundencia de una víctima del terrorismo: "Realmente, el homenaje es tardío y no se le ha dado el reconocimiento a quienes realmente lo han promovido, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC)". Capilla, emocionado y siempre agradecido al enorme cariño de los vecinos de Valsequillo, insistió que tanto el Ayuntamiento como la Guardia Civil y la AUGC llevan años detrás de este homenaje, "pero siempre ha habido alguna pega por el Gobierno de alguien que no se sabe". Enfadado, agregó que "ahora a la AUGC, que fue quien lo empezó todo, la han dejado de lado".

Polémica y dolor. La mañana amaneció fría en Valsequillo. A las 11:00, la iglesia acogió una misa funeral por la memoria de la familia y poco después todas las autoridades -lideradas por el alcalde, el subdelegado y el teniente coronel de la Guardia Civil- descubrieron la placa que dedica una calle de Valsequillo a la memoria de sus tres vecinos asesinados por ETA. Poco después, en silencio roto por las botas y los disparos de las salvas de honor de la Guardia Civil, unos niños leyeron sus redacciones a favor de la paz y contra el terrorismo justo enfrente del monolito que desde ayer corona una de las plazas principales de Valsequillo, para que ningún vecino olvide lo que ocurrió en Zaragoza en 1987.

Bajo el sol de diciembre, la madre del guardia civil asesinado y una de sus sobrinas lloraban y acariciaban el monolito que adorna Valsequillo. Como lo harán las mismas madres, hijos y sobrinos de los otros guardias civiles asesinados por el terrorismo que todavía no disfrutan de un reconocimiento público. Pero algún día lo tendrán. Tanto la AUGC como la Guardia Civil ya están trabajando porque Córdoba, Aguilar de la Frontera y Priego de Córdoba -con algunos de sus vecinos asesinados por el terrorismo- hagan lo mismo que Valsequillo. Que los familiares de estas personas puedan acariciar algún día bajo el sol de algún mes una placa que demuestre que su sacrificio no fue en balde, que la muerte no es el final.

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