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El cardenal Sarah aboga por el silencio para superar el "espíritu mundano"

  • "Lo que más necesita la Iglesia no es una reforma, pues el programa es el Evangelio", dice

Robert Sarah, durante el acto protocolario en el Ayuntamiento.

Robert Sarah, durante el acto protocolario en el Ayuntamiento. / reportaje gráfico: el día

El cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, reivindicó ayer en Montilla el silencio como clave para salir del "espíritu mundano" y acercarse a Dios. "Lo que más necesita la Iglesia hoy no es una reforma administrativa, ni un cambio estructural, ni una logística o estrategia de comunicación o un programa suplementario. El programa existe y es el de siempre, el Evangelio y la tradición viva", se dirigió a los sacerdotes de la Diócesis de Córdoba que llenaban el teatro Garnelo con motivo de la festividad de San Juan de Ávila, patrón del clero.

"Creo que somos víctimas de la superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad mediática; por ello, invito a los cristianos y a los hombres a entrar en el silencio porque, sin el silencio, permanecemos en una ilusión mortal. El silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque habla Dios", reivindicó. También habló del lugar que debe tener el silencio en la liturgia: "Se trata de una preocupación fundamental en nuestros días, ya que el silencio sagrado es el lugar donde podemos encontrar a Dios y es importante que los sacerdotes aprendan de nuevo lo que significa el temor filial de Dios y el carácter sagrado de su relación con Él", comentó. Y recordó las palabras de San Juan de Ávila: "Quien ora, ha de estar recogido, centrado y en silencio ante Dios".

El cardenal Robert Sarah presidió la festividad del doctor de la Iglesia junto al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. A su llegada, visitó el Ayuntamiento, donde fue recibido por el alcalde, Rafael Llamas (PSOE), y la corporación municipal. Seguidamente, acompañado por el prelado cordobés, continuó su visita por la casa de San Juan de Ávila y por la basílica pontificia, donde le esperaba un buen número de presbíteros de la Diócesis para celebrar la Eucaristía ante los restos mortales del maestro.

En su homilía, el cardenal hizo alusión a la vida del patrón del clero secular español y lo describió como un "insigne ejemplo de santidad". "No se puede entender el sacerdocio sin una fe encarnada en obras de amor, caridad, sacrificio y contemplación", recordó. Al mismo tiempo, manifestó que "todos los discípulos de Cristo han de ser testimonio de él, razón de esperanza y vida eterna". "San Juan de Ávila fue un sacerdote consciente, a favor de los hombres, ofreciendo la oración para la vida del mundo y actuando como embajador de la vida de Cristo", dijo.

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